Aliados.

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—No recuerdo que los humanos de mi época tuvieran tan mal gusto en ropa —digo alisando la falda de mezclilla que me envuelve las caderas.

—Tenemos la ropa lista Mónica, es mejor que caminar por las calles de la ciudad con harapos llenos de sangre —responde mala gana Lydia.

—Ahora esos harapos están ardiendo junto con toda la gente de ese mugroso pueblo, no sé que te tiene tan de mal humor —Trenzo los largos mechones de cabello y le dedico una mirada de fastidio.

—Sigo pensando que no era necesario terminar con el pueblo entero Mónica, dejamos un desastre allá atrás, ellos están buscándonos y eso muy posiblemente nos deje en evidencia.

—Eso mi querida amiga, es más que solo evidencia. Es una advertencia, ellos deben cuidarse porque no voy a tener ni una mísera pizca de piedad.

Los rayos del sol empiezan a alzarse imponentes sobre las llanuras, pintan de rojo las nubes bajas y nos empuja a nosotras a las sombras.

—Hay que encontrar ya un lugar donde escondernos, se acabaron los árboles y es peligroso que sigamos caminando, el sol no tarda en subir —Asiento y comenzamos la carrera para alejarnos del día.

*****

—Moni, no sé que tan buena idea sea esta. ¿No crees que será el primer lugar que van a revisar al llegar aquí? —La rubia juguetea con sus manos, nerviosa, al seguirme por el enorme pent-house.

Recorro las habitaciones de la planta de arriba y abro la que se supone que me pertenece.

El lugar está igual a como lo dejé la última vez que estuve aquí y al abrir el closet, me encuentro con la colección de ropa ridículamente grande que Violeta ordenó que trajeran para mí el verano pasado.

—Hay que cambiarnos Lydia, no voy a seguir caminando por las calles vestida de campesina. Además tenemos que sacar de aquí todo el dinero para rentar algo y poder escondernos.

»No voy a tardar mucho, así que relájate ¿quieres? —El cuadro que descansa en la cabecera de la cama, esconde una caja fuerte y con lo que hay ahí estoy segura que podremos pasar inadvertidas por una considerable cantidad de tiempo.

Tecleo la contraseña y la pequeña caja plateada se abre, revelando varios fajos de billetes de alta denominación.

—Eureka —exclamo con una sonrisa en el rostro—, esto va a bastar por ahora.

La vampiresa aparece, asomando su cabeza por la puerta del clóset, con una expresión de emoción en el rostro.

—Tengo que conseguir una maleta Mónica, los modelitos que tienes aquí son hermosos —Niego sin poder evitar la risa y señalo la parte de arriba del clóset.

—Debe haber ahí una o dos maletas, pero trata de no meter toda esa ropa en ellas Lydia. Tratemos de dejar lo más que se pueda aquí para que tarden en descubrir que estamos aquí.

La rubia hace un puchero y asiente a regañadientes.

—Me has dado una tarea difícil amiga.

Una hora después, el cuadro está en su lugar, la poca ropa que Lydia decidió dejar en el clóset está ordenada y nuestro olor quedó disipado por completo.

Los paneles de protección de los ventanales comienza a replegarse, los últimos rayos de sol bajan perezosamente hasta esconderse detrás de los edificios.

Las luces de la ciudad despiertan, la noche ha caído y por fin podemos salir.

—Creo que es hora de irnos Mónica, hemos estado todo el día aquí y seguramente no tardan en venir a buscarnos —Me giro con lentitud, despegando la mirada del ventanal. Tomo la pequeña bolsa donde he metido los fajos de billetes y me la cuelgo atravesada al pecho.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora