Es Hora.

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20 Hojas por el megaretraso que tuve con ustedes, ya estamos en la antesala del final y me gustaría mucho que dejen sus comentarios de que les parece la historia y que piensan que va a pasar ahora.

Este capítulo va dedicado a una persona súper linda que se dio el tiempo de escribir en mi tablero cosas que me levantaron el ánimo UzumakiHime07. Gracias :D

Ahora, sin más preámbulos les dejo leer en paz.

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Las estrellas empiezan a aparecer, ahí, a lo lejos en el horizonte.

La brisa del crepúsculo, agita levemente mis cabellos y trae del sur, un olor suave a humedad.

Me quedo quieta, sintiendo la textura de la hierba bajo mis pies desnudos, el sonido relajante del arroyo a mi lado, el aroma de la tierra mojada que está a mi derecha.

Dibujo con mis dedos la textura del brazalete que envuelve mi muñeca y suelto un suspiro.

"Mónica, es hora" la voz de Violeta rompe con la armonía de mi momento y asiento, a pesar de que ella no me puede ver.

El tono que hoy usa, no es de reprimenda. Hoy no me ha gritado, e incluso me dejo bajar al jardín sin rechistar.

Me levanto sin prisa del tronco que la hace de banca, comenzando a caminar hacia la imponente mansión.

Mis pies rompen las ramas del suelo en el camino a propósito, el sonido me hace sentir menos ansiosa.

Subo con demasiada lentitud las escaleras de la entrada, encontrándome al prepotente Bruno Altamira con la mano extendida para mí.

—Es hora mi niña —Su piel se siente incomoda sobre la mía, el contacto es demasiado molesto. Pero me trago los reclamos y dejo que me conduzca al interior de la mansión, con el crepúsculo evaporándose a nuestra espalda.

Violeta me mira extraño. Jamás había visto esa mirada en ella.

Como de... susto. Parece asustada.

Por mí.

—Muy bien, ya hay una muda de ropa esperando en tu cama, el brazalete nuevo está en tu cómoda —Sus manos toman las dos partes de mi cabello que caen a los lados de mi pecho y los acaricia—. Muy bien Mónica, tienes que darte prisa, aún debes llegar a arreglarte con los Arteaga —La miro extrañada, confundida por su reacción.

—Esta bien, voy a... cambiarme.

Desaparezco en un parpadeo del lugar donde están Bruno y Violeta, deteniéndome al segundo siguiente frente a la puerta de mi habitación.

Giro el pomo y encuentro en la cama un sencillo vestido negro con un par de zapatos al pie de la cama. Junto a ella, sobre el buró, está el brazalete.

«Es la última vez que voy a usarlo» pienso mientras lo tomo y lo acomodo en mi muñeca.

"Ya mande preparar el Royce, bajen de inmediato a la estancia. Tenemos que llegar temprano", nos informa Joaquín.

Me deshago de la ropa y me enfundo rápidamente el vestido.

Alcanzo a mi familia después de algunos minutos. Todos van vestidos con ropa sencilla, pantalones de mezclilla y camisetas pegadas al cuerpo.

—Todos tiene su brazalete ¿cierto? —pregunta Rebeca mirándonos a todos.

Asentimos al unísono, mientras ella se pasea frente a nosotros.

—Las armas nos las van a llevar los guardias.

»Violeta va a acompañar a Bruno y tenemos que alcanzarlos para poder atacar a los Patriarcas.

»No nos separemos mucho en el baile, su padre y yo vamos a estar atentos a las señales y les avisaremos cuando sea momento de atacar.

Su postura firme, su tono de voz autoritario, la mirada fiera.

Ella no se parece en nada a Rebeca Altamira, en este momento se parece a una de las comandantes de la guardia.

—Lydia va a apoyarnos.

»Ella va a comandar el primer grupo. Así que de ella esperaremos la señal para atacar.

»Mónica, tú tienes que huir con Víctor, convencerlo de que tiene que darte su sangre para ayudarlo a atacar a los tremores para salvar a su familia...

—Conozco perfectamente bien mi parte, no tienes que recordármela —respondo con fastidio.

Lydia, Bruno y Violeta, aparecen frente a nosotros; vestidos con conjuntos totalmente negros y cargando con varias armas en las vainas que cuelgan de su cadera y espalda.

—Vamos a preparar a los tremores, los veremos allá —declara Lydia sin vacilar.

—Bien, los esperaremos —responde Joaquín con el mismo temple.

Seguimos a mis padres hasta el Royce y con una última mirada a la mansión, nos ponemos en camino.

El silencio en el auto es un poco abrumador. La tensión solo hace que el sentimiento empeore y que el ambiente se vuelva más pesado.

Todas están inmersos en sus propios pensamientos, todos parecen tan concentrados que casi puedo ver los engranes de su cerebro trabajar.

Esta noche hay mucho en juego, esta noche se consuma la venganza de los Altamira.

Las llantas provocan un ruido hueco al pasar sobre las piedras del camino, por ahora es el único sonido que pretenden crear nuestros padres al parecer. Ignoro las miradas intensas que mis hermanos me dedican y clavo la vista en el camino, sin prestar verdadera atención al paisaje.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora