Alguien arranca las sabanas de mi cuerpo y gruño al culpable con los ojos aun cerrados. El carraspeo ligero de la persona que me obliga a levantarme me hace girar hasta encararla y me sobresalta ver de quien se trata.
Lady Violeta me mira enojada con los brazos cruzados sobre su pecho y la boca torcida por la molestia.
—¿Sabes que hora es Mónica? —Mis ojos se acostumbran a la luz de a poco y comienzo a ver los tenues rayos de luna que se cuelan por las rendijas de mis cortinas. Violeta me acerca el reloj que siempre está sobre mi cómoda y da unos golpecitos desesperados con el pie cuando logro descifrar la hora que marca.
21:00
¡Demonios! Arrojo las sabanas al suelo y me incorporo de un salto. Va a hacer que pague mi impuntualidad, lo sé.
—Debías estar en el salón de música desde hace tres horas. Pero claro, la señorita prefirió irse a exhibir con los mortales como si fuera uno de ellos. ¡¿Qué no tienes respeto por la familia?! —Sus pequeños puños descansan sobre su cadera y sus ojos me miran furiosos.
—Yo no... —Levanta una mano antes de que prosiga con mi discurso y mi boca es incapaz de emitir sonido.
¿Ella uso sus poderes en mí? Gira sobre sus talones y se dirige rápidamente hacia el armario. Sus manos buscan febrilmente algo especifico y cuando lo encuentra, una sonrisa de suficiencia le atraviesa los labios.
Extiende frente a mí uno de los vestidos que, según yo, había escondido en lo profundo del armario para que no los encontrara y con una mirada severa, señala el ridículo montón de tela de tul que ahora está sobre la silla de cuero de mi escritorio.
—Ese será tu castigo Mónica, quiero verte vestida con eso en el salón en veinte minutos. —Bufo por lo bajo sin tratar de esconder mi fastidio. Extiendo mi mano para tomarlo e ignorando la furia que arde en los ojos de Violeta, le prendo fuego a las capas de tela que caen hasta el suelo.
Ha sido algo espontáneo, un arranque de ira que no he podido detener, pero Violeta no va a dejarlo pasar, acabo de no solo desobedecer una orden directa, también he quemado el vestido en su cara.
—¿Pero que infiernos hiciste? —Me mira con ira— .Esto no va a quedarse así insolente. —La mujer de cabellos castaños, sale colérica de mi habitación hasta llegar al despacho de mi abuelo. Voy tras ella, musitando un sin fin de disculpas, pero parece ignorar mis intentos por arreglar las cosas.
Cuando el abuelo se entere... Ni siquiera puedo pensarlo, la idea me aterra.
Los golpes en la sólida puerta me indican que es demasiado tarde, ella va contárselo. Puedo escuchar las bisagras chirriar y los pasos decididos de la mujer entrando al despacho.
Pienso en huir, pero es estúpido. Soy como una niña pequeña escondiéndose del regaño que viene después de la travesura; pero las consecuencias para mi no serán un regaño, el abuelo no seria tan benevolente.
Regreso a mi habitación aterrada y me tumbo en la cama al no encontrar otra solución; pero no puedo permanecer acostada. Empiezo a caminar de un lado a otro para calmarme, pero el intento fallido de hacerlo, es interrumpido por un par de golpes en mi puerta.
Una de las chicas que trabaja aquí, aparece limpiándose las manos sobre el mandil cuando abro.
—Disculpe señorita, pero su abuelo pide verla. —Asiento tratando de esconder el miedo que se apodera de mí y la sigo por el pasillo hasta el despacho. La puerta está abierta.
La muchacha desaparece y antes de que yo pueda hacer lo mismo, siento como una fuerza invisible me empuja adentro.
La piel marchita y los ojos velados del imponente hombre que está frente a mí, no hacen que su presencia se sienta menos fuerte, al contrario, esos detalles lo hacen aún más aterrador.
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Las Memorias de mi Sangre.
VampireEl Concilio de Sangre, es una vieja orden de vampiros que albergó en su momento a cuatro familias: los Abrea, los Albizuri, los Arteaga y los Altamira. Éstos últimos, expulsados gracias a su patriarca, han jurado vengarse y retomar el poder que perd...