Plata contra Esmeralda

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Sus manos están cerradas en puños fuertemente apretados al lado de sus costados, las aletas de su nariz se dilatan al expulsar su acelerada respiración provocando que parezca un toro salvaje a punto de atacar. Pero lo peor son sus ojos... las delgadas y bien delineadas cejas están juntas en un gesto de incredulidad y las pupilas verdes se mueven de un lado al otro enfocándose solo en mi rostro.

—No —murmura con un hilo de voz.

Las hebras azabaches de su larga melena se mueven cuando niega con la cabeza, sus manos viajan hasta sus mejillas repitiendo una y otra vez que no es posible.

Apenas capto el movimiento que hace al prensar mis hombros con sus manos. Sus ojos están desorbitados, me sacude con violencia, me gira sobre mis talones para verme por todos los ángulos.

—No eres... no puedes ser... mi Elina, mi niña... está muerta.

No puedo hacer nada, estoy congelada bajo su tacto, incapaz de hablar o emitir sonido alguno. Me quedo quieta permitiendo que sus dedos me recorran la mejilla izquierda sin oponer resistencia; su otra mano se desliza por toda la longitud del moño en el que está sujeto mi cabello. Temblorosa, vacilante.

—Sé que es más oscuro de lo que lo recuerdas —interviene Rodrigo refiriéndose a mi cabello. Su vista se mantiene indiferente mirándose las uñas pero el tono de voz que usa causa algo en Iliana—, y también sé que su tono de piel cambió, pero aunque te cueste trabajo creerlo Iliana, estás viendo a tu nieta... que ahora que lo pienso, si, está muerta.

Las pupilas de la vampiresa se dilatan, signo de que Rodrigo está manipulando su mente para ver lo que él quiere que vea.

Lo siguiente de lo que estoy consiente, es del golpe sordo que me he dado en la espalda al chocar contra uno de los árboles que rodea el claro.

Los hombros me escuecen y encuentro la razón cuando mis ojos se tropiezan con los largos surcos que atraviesan mi piel hasta la clavícula.

—Ella no es mi nieta —declara con tono firme Iliana, mirándome con la misma intensidad de odio que Manuel me dedico tan solo minutos atrás—, esa tiene los ojos de una asesina, porque eso es lo que es, eso es lo que son todos ustedes.

En menos de un segundo vuelve a enredar las manos en mi cuerpo y las desprendo con violencia de mi piel e ignoro la quemazón en las heridas, ahora duele algo que nada tiene que ver con el cuerpo. Sus palabras me atraviesan el pecho dejando un agudo dolor a su paso.

—No fue mi intención hacerle daño a nadie —exclamo deteniendo con fiereza las garras que amenazan con atravesarme—. Yo no recordaba nada Iliana, una mañana desperté y mi mente estaba en blanco, lo único que quería era beber sangre.

»No había recuerdos, ni pasado. Me conformé con la explicación que me dieron los vampiros porque era la única forma de recibir sangre.

»No fui más que un animalito asustado que se refugio en los amos que le darían un par de palmaditas en el lomo Iliana. Nunca quise hacerle daño a nadie.

Siento sus fuerzas flaquear bajo mi tacto, los ojos que irradiaban odio paren tranquilizarse, pero solo por un momento. Un segundo después del breve vacío una confusión más grande que la rabia colorea los bonitos ojos esmeraldas.

—Elina fue raptada un día antes de su transformación —murmura viendo al suelo al mismo tiempo que sus rodillas chocan contra las piedritas—. Alguien la engañó para que saliera de la mansión, burló la seguridad y la mató cerca del perímetro de la mansión.

»¿Ellos te hicieron eso? —pregunta desesperada apretando un puñado de piedras en su mano—, ¿fueron y te raptaron?

—Oh querida Iliana, te han contado la historia tan mal —Los ojos grises de Rodrigo se clavan en mi rostro, advirtiéndome con agónica lentitud que piensa relatar la historia. MI historia con Alejandro.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora