Está en la Sangre.

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Puedo escuchar sus murmullos con claridad, las voces que vienen de la puerta parecen bastante molestas una con otra.

—Ya te dije que no puedes pasar -sentencia Manuel.

—Y yo te dije que ésta no es tu habitación. Déjame recordarte que aquí solo eres un huésped -contraataca Víctor.

El crujir de la madera, me indica que Manuel ha cambiado su peso a la otra pierna, seguramente para evitar que entre Victor.

—¿Qué paso con eso de "siéntanse como en casa"?, ¿acaso la única que tiene ese privilegio es Erin? —contesta con enfado.

—¿Por qué diablos no me dejas verla?, debo hablar con ella.

»Ni su padre la cuida como tú —añade Victor con tono de superioridad.

El peso de Manuel se equilibra y casi puedo escuchar los engranajes de su cerebro encajar.

Victor sospecha. Sospecha que él quizá me quiere y me cuida demasiado.

Eso es poco normal, aún entre los inmortales, las peleas entre hermanos son comunes, y el hecho de que él se encuentre en mi habitación, no sirve para disipar sus sospechas.

Las bisagras de las puertas chirrían y los pasos cadenciosos del Arteaga resuenan Dentro de la alcoba.

Me levanto de un salto de la cama y acomodo las sábanas de satín, estirándolas para que recuperen el aspecto impecable de hace algunos minutos.

—Erin —exclama, mientras se dirige a mí.

—Victor, no te esperaba, disculpa. Estaba poniéndome cómoda.

La mirada recelosa que Victor le dedica a mi hermano, me deja en claro que una futura amistad entre ellos, está completamente fuera de posibilidad.

Los ojos esmeralda, siguen la trayectoria de mi hermano hasta que éste, se deja caer sobre una de la sillas al lado de mi cama.

—Me alegra que ya estés sintiéndote como en casa, pero necesito que vengas conmigo —Su mano atrapa la mía-, hace un rato no terminé de mostrarte la mansión.

Su mente parece ignorar momentáneamente a Manuel y se enfoca en mí.

Me ofrece su brazo con la intención de escoltarme por la enorme casa, y acepto el gesto con una sonrisa fingida pegada a mis labios.

Escucho el gruñido de Manuel a mis espaldas antes de salir y casi puedo asegurar, que tiene justo ahora una mirada asesina, dirigida solo para mí en esos bellos ojos grises.

"No tengo opción y lo sabes" le hago saber con tono irritado,mientras doy el portazo dejándolo solo.

—Menuda seguridad te rodea bonita, parece que antes de salir contigo, tendré que pedirles permiso a tus hermanos.

Me fuerzo a sonreír ante su broma y evado su mirada para esconder mi gesto de fastidio.

—Soy la única hermana en la familia, creo que es comprensible —respondo recuperando la compostura.

—Ni mis hermanos ni yo fuimos así con las chicas, nunca nos involucramos de más, cuando Fabián y Julio empezaron a pretenderlas —dice con la mirada perdida, seguramente recordando esos momentos.

—Entonces tú estás diciendo que me pretendes —El iris verde, destella con emoción al encontrar mi mirada.

Sus labios rosados, se retraen, mostrando las perlas brillantes que tiene por dientes.

—Creí que era obvio, que lo fue desde el principio —confiesa emocionado.

—Que yo hubiera creído eso desde el principio, habría sido muy egocéntrico ¿no crees?

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora