Un retazo de otra vida

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Dormía, pero incluso dentro de mi sueño pude percibir su penetrante mirada. Esa sensación que se tiene cuando alguien te observa y puedes sentirlo y necesitas voltear.
Al recobrar el conocimiento sentí cómo el aplastante dolor presionaba todos mis músculos. Tuve conciencia de mis dedos, de mis brazos, de mis piernas. Todas y cada una de mis articulaciones gritaban que no me moviera. Lentamente abrí los ojos, mi visión era borrosa, no podía verlo ni sabía en qué dirección buscar su figura, pero como siempre percibía su presencia. Contaminaba el aire volviéndolo denso y tóxico. Un escalofrió me recorrió, como un mal presentimiento.

Poco a poco mi visión se fue aclarando, la luz me calaba, pero a pesar de eso podía ver su silueta. De pie en la orilla de la cama, rígido y espeluznante. Me miraba con desprecio, con repulsión, con hartazgo, como si estuviera cansado de soportarme.

Me convertí en un problema del cual no podía deshacerse con tanta facilidad como esperaba, o peor aún, me convertí en el enemigo digno de combatir que nunca creyó que sería.

 No sentí miedo. Sabía que estaba allí para terminar el trabajo que Paul no pudo realizar, seguramente él pagaría un alto precio por este error. Entendía que no tenía oportunidad de escapar en mi estado.
Justo en ese momento sentí que la muerte me rozaba y no sentía temor. Quizás porque cuando entregas tu vida con la convicción de lo correcto te queda la tranquilidad de haber elegido bien. Después de todo, te queda el orgullo de una vida digna. Quizás porque no importa lo que me sucediera a continuación, él no quedaría impune. Habría alguien que me echaría de menos, alguien que dedicaría lo que le restara de vida a alzar la voz para encontrar justicia por mi muerte, alguien que derramaría una lagrima por mi pérdida, alguien que me extrañaría.

No pronunció ni una sola palabra. No sé cuánto tiempo pasó pero pareció demasiado, tanto que comenzaba a preocuparme que no fuera real, que estuviera alucinando o que ni siquiera hubiera despertado. Tal vez sigo dormida, pensaba.

 Me llevé ambas manos al vientre con dificultad y el dolor punzante al moverlas se sintió real. Pude sentir al bebé, de alguna manera, en el fondo yo sabía que estaba bien.
La puerta detrás de Simon se abrió de pronto y una enfermera entró diciendo en tono animado:
- Les tengo buenas noticias, el bebé está bien, en excelentes condiciones. Es fuerte y saludable. Todo estará bien.

Al entrar se dirigió a mí con una gran sonrisa, misma que se le borró del rostro cuando se giró un poco y se topó con los ojos de Simon. Fue evidente su sorpresa, al verlo de espaldas quizás pensó que se trataba de alguien más y por lo visto no tenía autorizado estar ahí.
- Señor, solo podemos permitir la entrada a los padres - Le dijo con una mezcla de enojo y preocupación - ¿Quién es usted y cómo entró?

Había seguridad afuera y aún así nadie pudo explicar cómo llegó a mi habitación sin que nadie lo viera. Era sencillamente inconcebible.
Estaba por responder algo cuando la puerta se abrió de nuevo. Entraron Louis y Harry tomados de la mano. De inmediato, la postura de Louis se tensó a la defensiva.
- ¿Qué estás haciendo aquí? - Le preguntó en un tono de voz tan alto, tan agresivo que pareció una provocación.
Simon comenzó a estirar el brazo en dirección a Louis pero él retrocedió y sacudió la cabeza una sola vez, bruscamente.

- Vine a ver cómo se encontraba la señorita Adeline. Supe lo que pasó y quise ofrecerles mi apoyo y mi ayuda. Averiguar donde se encontraban fue sencillo, no pasan desapercibidos como ustedes se empeñan en creer. - Hizo una pausa, como eligiendo el juego de palabras que usaría a continuación - Deben entender que estoy de su lado, si me hubiesen informado de esto yo los habría respaldado como siempre. - Era obvio que no hablaba del ataque, se refería al bebé - Para mí son como mi familia, como mis hijos y estoy muy orgulloso de ustedes y pueden contar conmigo para cualquier cosa.

AdelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora