Home

2.4K 250 95
                                    


Ellos eligieron caminar hacía el altar juntos, tomados del brazo, mientras sonaba una suave melodía de violines. Se colocaron de pie frente a la mesa del juez. Quien leyó una breve reseña sobre el matrimonio, algo que quizás había leído cientos de veces antes en muchas otras bodas.

 Aunque no era una boda religiosa intercambiarían anillos, que fueron colocados en una pequeña almohada que sostenía cada una de las gemelas junto a los chicos, listas para acercarlos a ellos mientras decían sus votos.

Debo decir que ellos mismos escribieron sus votos. Los dos, separadamente se habían tomado un tiempo a solas para hacerlo. Lo que significaba que pasaron un par de horas en habitaciones diferentes, no que se distanciaran realmente. Ellos funcionan como dos imanes que fingían no atraerse, hasta que, como ya se sabe, su unión no se puede evitar.

 El primero fue Harry, quien recogió el anillo y lo puso en el dedo de Louis con mucho cuidado. Se tomaron de las manos y Harry comenzó a hablar. Al principio sus palabras sonaron con un quiebre en la voz por la emoción, delatando el nudo que le atenazaba la garganta.

Bajó la mirada nervioso. Louis soltó una de sus manos para tocar con sus dedos suavemente su barbilla, lo miró en un corto silencio que lo expresaba todo. No hay lenguaje más profundo y elocuente que el amor. Y el de ellos era tan fuerte, tan estridente y tan intenso que el mismo Dios quedó aturdido.

 Al reunir sus ojos con los suyos encontró el valor que necesitaba para seguir hablando, como si hubiese sido provisto de la más absoluta intimidad. Ya no se veía nervioso, estaba... en casa. En el corazón al que había pertenecido toda su vida, pues así fue como se sintió al conocerlo, completamente vivo. Con la convicción de que podía lograr cualquier cosa que deseara y con la certeza de que lo único que aspiraba para su vida era pertenecer a ese corazón y que a su vez, éste le perteneciera. Así fue como las palabras brotaron de su boca, tan suaves como la brisa de este verano, cálida y nítida.

 - Toda mi vida imaginé cómo quería que fuera el hombre de mis sueños, lo que haríamos, lo que veríamos, lo que sentiría al tener aquello. Pero todas estas ilusiones infantiles no fueron capaces de suponer ni siquiera una pequeña fracción de lo que he vivido, sentido y visto a tu lado. Si yo te hubiese construido, parte por parte, ideando cada uno de tus matices para crearte a la medida exacta de mis deseos y necesidades, no hubieras sido ni la mitad de perfecto de lo que eres ya. No modificaría ni el mínimo detalle de tu persona porque eso equivaldría a que dejaras de ser tú, y te amo tal y como eres. Más que a todo, más que a nada.

Louis recibió todas y cada una de sus palabras con una sonrisa asomada en sus labios, sin quitar ni un solo instante la mirada de sus ojos, él ocupaba todo su campo de visión. Contemplamos con embeleso su forma única de absorberse en ese mundo propio en el que no quedaba espacio para nada más. El silencio era absoluto, tenía el aliento contenido cuando llegó el turno de Louis para hablar.

 - Acordamos que escribiríamos nuestros votos, que por lo regular son promesas del futuro cercano que se puede ofrecer para comprometerse como esposos. Pero yo no te ofrezco el futuro. Ambos sabemos lo que ha sido nuestro pasado juntos. Tú me has dado todo. Y a cambio yo no puedo prometerte que la vida que nos espera será fácil o ridículamente feliz, o carente de problemas cotidianos, porque esto representaría mentirte. Yo no tengo nada para ofrecerte más que el ahora. No sé qué sucederá mañana, pero si puedo garantizarte que pasaré todos y cada uno del resto de mis días asegurándome de hacerte feliz, de poder llegar a convertirme en un buen esposo, en un gran padre, en el mejor amigo. Que viviré día a día haciendo todo lo que esté a mi alcance para poder llegar a ser el hombre que mereces, digno de estar a tu lado.

Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Se besaron, antes de que el juez diera la indicación de que lo hicieran y en ese momento estalló un aplauso de júbilo de todos los presentes, incluido el juez, que se veía realmente emocionado. Era impactante ya que debía de ver un sin número de bodas en su carrera y aún así estaba conmovido y agitado, como todos.

AdelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora