Los montes Cárpatos

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Tardamos casi una hora en llegar, Razvan ya se estaba alegrando un poco más con las vistas, tampoco le importaba que la ventanilla sólo se pudiera bajar hasta la mitad.
Estacionamos la camioneta cerca de una de las entradas principales, a Razvan le costó bajar, ya que su puerta se había atascado y no se abrió hasta que le dió una patada.
-Esta mierda con ruedas tendría que ir ya al desguace -dijo con mala gana.
No pude evitar sacar una sonrisa.
Recogimos nuestras cosas y empezamos a subir por el sendero, todo lo que había a nuestro alrededor era verde, uno claro, podías ver con lujo de detalles las lejanías, después de un rato, vimos un riachuelo, nos sentamos cerca a comer.
Yo, con mi bocadillo de jamón con queso, y Razvan, me sorprendía que no devorara como siempre, iba a un ritmo casi más lento que yo, una vez que se tomó su bocadillo de chorizo, se tumbó sobre la hierba.
Estas son cosas que valen la pena ver -dijo con ganas de dormirse.
Y razón tenía, si alguna vez venís a Rumanía, una de vuestras paradas obligatorias deben ser los Cárpatos, pero cuidado, que hay osos sueltos.
-Voy a sacar fotos por aquí -dije.
-No tardes, o me quedo dormido -me contestó.
Rodeé el riachuelo e hice una con Razvan, tiré por el riachuelo para hacer una de su curso.
Subí la colina, y me disponía a hacerla, me puse un poco para atrás.
No pisé bien y acabé rodando colina abajo, sin posibilidad de frenarme o agarrarme.
No paraba de darme golpes en el cráneo, y temía una fractura, por fin, la bajada terminó.
Estaba boca abajo, me quedé tirado unos minutos, empecé a tocarme la cabeza, afortunadamente, sin fracturas, pero el cuerpo me dolía.
Intenté levantarme, sin éxito, cayendo de espaldas, probé de nuevo, más despacio, me puse de pié, pero estaba mareado.
A pocos pasos de mí estaba mi cámara, que había tenido más suerte que yo.
Estaba delante de un bosque, el suelo, cubierto de hojas secas y la colina estaba muy empinada para subir, y más con mi condición. Caminé buscando una salida, afortunadamente, después de un buen rato, divisé la carretera por donde habíamos venido, ya sólo tenía que repetir el camino.
Pero hubo algo que me llamó la atención, había una cabaña de troncos a un lado, muy vieja, la curiosidad me hizo saber qué había dentro, no parecía de un guarda forestal.
Varios troncos bloqueaban la puerta, pesaban bastante, pero me las arreglé para quitarlos.
Una vez hecho, abrí el cerrojo y entré en la cabaña.

VAMPIRO:1999Donde viven las historias. Descúbrelo ahora