El funeral

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-Tengo unas dianas que podemos usar para practicar, vete al jardín mientras las busco -dijo Gheorghe.
En un minuto, ya estaban las dianas preparadas, Gheorghe me pidió disparar primero, apuntó, disparó y dio en la diana, consiguiendo 8 puntos de 10.
-Prueba tú, ¿crees que la superarás?
-No creo, es mi primer tiro -le dije un poco nervioso.
Apunté, disparé, y no me creía el resultado, había dado justamente en el centro.
-Se nota que tienes la sangre de tu abuelo -me dijo Gheorghe orgulloso.
-No, no, esto ha sido suerte -déjame un segundo tiro.
Probé de nuevo, suponía que iba a dar en el 2 o en el 3, pero no, nuevamente, diana.
-No necesitas ni practicar -me dijo Gheorghe.
-¿Y con un blanco en movimiento? -le pregunté.
-No tengo de eso, y no vamos a disparar a palomas en la calle -contestó riéndose.
En ese momento, me llamaron, era mi madre:
-Hijo mío, ¿estas bien?-me preguntó.
-Perfectamente, ¿pasa algo?
-El funeral para Constanta ya está preparado, es mañana a las 12, ya he informado a tu jefe que no vendrás a trabajar.
Me despedí de ella y colgué, quería venir mañana de nuevo, el tiempo se nos fue volando aunque aún no era hora de comer, pero no le iba a quitar todo el tiempo a Gheorghe.
Me despedí de él, la desmonté, la guardé y me fui.
Por el camino, me preocupaba que alguien me fuera a robar, justamente en ese momento, alguien me tocó la espalda.
-¿Qué te cuentas, tío? ¡Epa! ¡Menudo susto te has dado!
Era Razvan.
-Sabes que no me gusta que me hagas esto, podría haberte dado con la maleta.
-¿Te vas de viaje? -me preguntó.
-No, verás...
-¿Entonces qué haces con ella? Pareces un ejecutivo -dijo interrumpiéndome.
-Son cosas de Constanta, las preparaba para el funeral y no tenía otro sitio para guardarlas -contesté poniendo cada de pena.
-Se me había olvidado tío, lo siento mucho.
-Aunque no lo parezca, era buena persona.
-Muy buena no era, desde que le rompí un cristal de pequeño jugando al fútbol, no ha querido volver a verme, y eso que se lo pagué.
-Bueno, tengo prisa, adiós -dije acelerando el paso.
-Igualmente, yo voy hacerle un recado a mi madre -dijo también acelerando el paso.
Cuando llegué a casa, la comida estaba preparada, antes de sentarme, guardé el maletín debajo de la cama, comimos la ciorbâ que sobró de ayer, al acabar, mi madre me dio dinero para que me comprara un traje para el funeral.
Subí a mi cuarto, cogí la chaqueta con sangre y la guardé debajo de mi camiseta, se notaba, pero era mejor que llevarla en la mano.
Salí mirando a ambos lados, no había mucha gente, me dirigí con discreción hasta un pequeño descampado que había a unas manzanas, un cartel prohibía la entrada, me aseguré de que no había nadie y entré, me puse detrás de un remolque, tiré la chaqueta, saqué mi mechero y la quemé, no era muy vieja, pero era mejor que tenerla, pensando que en cualquier momento me iban a pillar con ella, cuando sólo quedaban cenizas, les di una patada y el viento se las llevó.
Me dirigí a la tienda corriendo para que no notara la tardanza, me decanté por el clásico traje con corbata negra y camisa blanca, después de pagar, volví a casa.
El resto del día estuve leyendo el cuadernillo y adelantando trabajo.
A la mañana siguiente, mi madre me despertó a las 6, ya que el funeral iba a ser en su pueblo natal.
Lo primero que iba a hacer era ponerme el traje, al abrir mi armario, me llevé un susto y no me creía lo que ví, al lado del traje, estaba la chaqueta que quemé.

VAMPIRO:1999Donde viven las historias. Descúbrelo ahora