VAMPIRO:1999

Final

Encontré a mi equipo abatiendo a una oleada de ghouls, aquellos que habían conseguido escapar del pozo, preferían morir a volver a aquel infierno. No hizo falta mi intervención, mis compañeros protegían al equipo de comunicaciones, cuando todo acabó, le expliqué al equipo lo sucedido, de pe a pa.
Cuando les relaté las espadas, me fije que ya no tenía la mía, había vuelto a su hogar, esperando un nuevo combate.
Fue algo digno de admiración, hubo una gran fiesta para celebrar nuestra victoria, incluso me ofrecieron a ser miembro de élite del grupo, pero mi padre dijo que "para después", quería que disfrutara mi juventud.
A Razvan le permitieron quedarse con su querida " Cazaterminators", aunque nadie debía saber de su existencia, pues semejante tecnología no la conocía el gobierno, sus padres se recuperaron y regresaron a su vida como antes.
Gheorghe quiso volver al palacio y llevarse toda la "sabiduría" que residía en aquellas paredes; cualquier libro que tratara sobre los ghouls o mi némesis, lo quería; a toda costa.
A nuestro jefe se le ocurrió un interesante pero alocado plan; convertir la fortaleza de mi némesis en nuestra fortaleza, ahora la zona oscura era un lugar pacífico, y había que cambiarle el nombre.
Yo volví a mi vida normal, sin nada que destacar, o eso era lo que esperaba, por mi padre.
¿Mi padre? No todos los finales acaban totalmente felices, y aquí iba la parte mala:
Ahora que había acabado con él, los ghouls tratarían de matarme a toda costa, y no tendría una vida tranquila. Mi padre se sacrificó por mí, como él nos permitió acabar con esto, él me enseñó bastante. Iba a ser un agente solitario y encubierto, los ghouls preferirían acabar con él antes que conmigo, se convertiría en su objetivo principal, me dijo, que me iba a mantener al corriente de todo, y que, si fallaba, los ghouls me lo harían saber.
No sé lo que hizo pero consiguió que el mundo dejara de buscarnos, me dejó la casa, su coche y un montón de dinero para que pudiera vivir como un rey durante varios meses.
Antes de despedirse de mí, me abrazó y se fue en el coche de un socio.
-Te prometo que volveré muy pronto -dijo antes de irse.
Me hubiera gustado irme con él, pues los momentos que pasábamos juntos eran irrepetibles.
Horas más tarde, me dirigí a la vieja estación de comisaría, nuestra antigua base.
No había nada, no había dejado rastro de su estancia.
Me quedé el resto del día neutro, habíamos salvado el mundo y tenía todo lo que deseaba, no tenía planes de gastarme locamente el dinero, ni de comprarme un yate o un descapotable.
A pesar de todo esto, me sentí orgulloso de él, era todo un ejemplo para mí, y yo iba a seguirlo, y haría lo mismo con mi hijo.
Aquella noche dormí bien, recapitulando todo lo que hicimos, aunque hubo un momento en el que me desvelé al instante.
Esa parte de mi aventura se quedó grabada, tanto en mi cabeza como en mi retina:
-¡VOLVERÉ HERMANO! ¡SABES QUE LO HARÉ!
Yo sé que lo harás, y yo estaré preparado para tu regreso.