Grigore

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Me quedé mirándola durante varios minutos, la había quemado, sólo habían quedado las cenizas, y se las había llevado el viento.
Mi madre me avisó desde el cuarto de baño que bajara a desayunar.
Intenté relajarme mientras me ponía el traje.
Escuché el camión de la basura, cerca de mi casa había un contenedor, podía tirar la chaqueta y los basureros harían el resto, pero no podía tocarla, si la pilla la policía, tendrían mis huellas.
Así que cogí un pañuelo para sonarse los mocos y me la llevé cogido de un extremo con el pañuelo.
Salí de casa corriendo a tirarla, escondiendo la chaqueta debajo de la otra.
Nadie me vio, antes de entrar, me quedé viendo cómo descargaban el contenedor, ya podía estar tranquilo.
Me preparé unas tostadas con mermelada, mi madre hizo lo mismo, pero con ajo, quedaba descartada de mi lista de sospechosos.
-¿Queda mucho para irnos? -le pregunté a mi madre.
-Poco, pero no irás conmigo -respondió.
-¿Por qué?
-Yo voy con unas amigas, tú irás con Grigore.
No me lo esperaba, ni siquiera pensaba que fuera a ir.
Me lavé los dientes, y me hice unos arreglos en el cara, en unos 10 minutos, tocaron la puerta, creía que era Grigore, pero eran las amigas de mi madre.
Mi madre se acercó a hablar con ellas, por la carretera, asomaba un Mercedes negro.
-Por cierto, ahora que me acuerdo, ¿y papá? ¿No venía hoy? -le pregunté a mi madre.
-Se enteró de la noticia antes de regresar, así que se fue al pueblo, allí lo veremos.
El Mercedes paró delante de nuestra puerta, era Grigore, como suponía, pero no se bajó, cogió un folio del asiento del copiloto y empezó a rellenarlo, ni siquiera me saludó.
-Nikolay, ahora estoy contigo, deja que acabe esto -me dijo mientras escribía.
Una vez acabado, lo cogió y lo metió en una carpeta que iba muy cargada, se bajo del coche dispuesto a darme un abrazo.
Cuánto has crecido -me dijo abrazándome.
-¿Podéis cargar el resto del equipaje en vuestro coche? Están en el salón. El nuestro va hasta los topes -dijo mi madre.
Mi sentido me dijo que tenía que llevarme la ballesta, y, como la mayoría del equipaje eran maletas, pasará desapercibida.
Cuando entramos, le dije a Grigore que esperara, que iba a por una.
Tardamos un poco en meterlas en el maletero, el de mi madre ya se había ido.
-Tendrás que ponerte atrás, delante tengo el trabajo y un montón de papeles desperdigados delante -me dijo Grigore.
Me monté atrás y guardé el maletín con la ballesta bajo mis piés.
-¿Cuánto tardaremos? -pregunté mientras me ponía el cinturón.
-Son las siete y media, diría que llegaremos con casi una hora antes de que empiece.
Cuando ya llevábamos casi dos horas, una extraña niebla negra se coló en el coche, Grigore empezó a hablarme.
Menuda persecución tuviste, no todo el mundo puede escapar de los mejores agentes de policía de la ciudad -me dijo con otro tono de voz.
¿Cómo vas con Gheorghe? Menudo juguete que te ha dado. ¡Y no te has olvidado de la cruz! Esto se pone interesante.
Estaba alterado, no había duda, estaba poseído, esta tenía que ser la segunda prueba.
Hizo un gesto con el brazo y una extraña barrera se apegó a mí, haciendo que no me pudiera mover.
Por cierto, está mal tirar ropa ensangrentada al contenedor de la basura, ¿cuántas veces te la voy a tener que devolver? -dijo dándome la maldita chaqueta.
¿Te he enseñado el programa del funeral? Este es especial.
Me dio el programa, me quedé petrificado, en vez de salir Constanta, salía yo.
Pobre chaval tenía toda la vida por delante, lástima que tenga que abandonarnos -dijo riéndose.
Aceleró, saliéndonos de la carretera, el coche empezó a dar vueltas de campana, no sabía ni hacia qué lado girábamos, después de otras vueltas, el coche frenó.
Estaba del revés, "Grigore" no estaba, y la barrera tampoco. Me quité el cinturón de seguridad, había cristales rotos y papeles por todas partes.
El maletín no estaba lejos de mí, lo cogí y salí de coche, no perdí ni un segundo, la saqué y empecé a montarla, me puse la munición a mano.
No lo veía por ninguna parte, apuntando, miraba hacia todos lados, estaba en un bosque.
Oí un ruido por detrás, allí estaba, partió el coche por la mitad y se puso una en cada brazo.
¿Has probado los blancos en movimiento? -me preguntó confiado.
No le contesté, apunté hacia él, pero paró la flecha con una parte del coche.
Empezó a moverse hacia mí, intentaba aplastante con el coche, dando golpes hacia el suelo.
Era difícil apuntar mientras hacía movimientos bruscos, en un momento, conseguí darle en el brazo, aproveché para alejarme.
Se la arrancó con la boca, por su cara, sabía que le había hecho daño.
Me lanzó una parte del coche, me agaché justo a tiempo, pasando a 5 centímetros de mi cabeza, esa parte se había hecho trizas.
No me importa perder una parte, tengo árboles para rato -dijo enfadado.
Me lanzó la otra parte, esa no la esquivé bien, no me hizo daño, pero me tiró al suelo, arrojando la ballesta a varios metros de mí.
Nada más darme la vuelta, ya estaba delante mía, veía su mirada de odio en sus ojos color rojo.
Rápidamente, cogí una piedra y le golpeé con ella en la cara, obviamente, no le hizo nada, pero pude moverme hasta donde estaba la ballesta.
De nuevo, al cogerla y al girarme, ya no lo veía.
Me agarró por la espalda y de un manotazo me tiró la ballesta, a mí también.
Se puso encima mío y empezó a estrangularme.
Tu pierdes...caza vampiros -me dijo con un tono confiado.
Tenía la ballesta a unos palmos, empecé a mover mi brazo hacia ella, ya me faltaba la respiración y no iba a aguantar mucho más.
Sólo me quedaban un par de centímetros.
Casi la podía rozar.
Cuando creía que era mi fin, la alcancé, apunté, quería darle al cuerpo, acabé dándole cerca del corazón.
Me soltó, podía respirar de nuevo, el vampiro estaba tratando de tapar su herida.
Le disparé al cuello, cayó de rodillas hacia mí.
-Tu pierdes...vampiro.
Disparé a la cabeza, el cuerpo quedó en el suelo.
Empezó a agitarse, el torso se empezó a abrir, de él salió la niebla negra.
Caí inconsciente al suelo.

VAMPIRO:1999Donde viven las historias. Descúbrelo ahora