HOLA, BUENAS NOCHES, VENGO A DEJARLES ESTA HISTORIA QUE SE LLAMA ''LA CANCIÓN NÚMERO 7'' ADAPTACIÓN FABERRY.
LA HISTORIA ORIGINAL ES DE LA AUTORA LENA BLAU.
ESPERO LES GUSTE.
Quinn
El espejo retrovisor de mi coche reflejaba la lejana silueta de los edificios de Madrid. SumidA en aquel desesperante y monumental atasco de la A-6, no dejaba de preguntarme por qué demonios había cedido al chantaje de mi abuela. A mÍ alrededor, los demás conductores parecían fastidiados por la lentitud con la que nuestros vehículos se alejaban de la capital. Aunque ellos, con toda seguridad, se iban voluntariamente de escapada de fin de semana. Yo, en cambio, me hallaba atrapada en aquel denso tráfico, camino de un lugar al que no quería ir y sin perspectivas de regresar por el momento. Mi mal humor no se debía al simple hecho de que tan sólo avanzáramos unos metros antes de volver a detenernos de nuevo; tenía motivos mucho más preocupantes para estar crispada. Me veía obligada a mudarme a una casa con una familia que no conocía en absoluto. Ir de chica amable y gentil por la vida no era lo mío.
Y tampoco me veía interpretando el papel de huésped ejemplar.
Mi vida era gris y solitaria, una mierda probablemente, pero yo ya me había acostumbrado a ella. No sentía la necesidad del calor de un hogar, y tampoco quería tener que rendirle cuentas a nadie. Aquel experimento que mi abuela había preparado iba a ser un rotundo fracaso; no me cabía la menor duda. Pero, como no me iba a dejar en paz hasta que se lo demostrase, no me quedaba más alternativa que pasar por el aro. El tiempo me daría la razón y ella se daría cuenta de la idea tan estúpida que había tenido.
En vista de que el tráfico volvía a detenerse por completo, aproveché para introducir los datos de mi destino en el navegador: Estación de cercanías de Renfe, Montegris.
Rachel
El aparcamiento de la pequeña estación de Montegris estaba prácticamente desierto, pero no me extrañaba en absoluto. Debido a la huelga de trenes que sufríamos desde hacía tres días, muy pocos utilizaban el ferrocarril para ir y venir de la ciudad. Aquello era una gran faena para la multitud de personas que trabajaban en la capital, quienes se veían obligados a conducir hasta Madrid soportando los larguísimos atascos.
La expansión inmobiliaria de los últimos años había ido atrayendo a nuestro pueblo a muchos madrileños que buscaban vivir con algo más de paz. Treinta años atrás, Montegris era tan sólo un pequeño y apacible pueblo ganadero situado a las faldas de la sierra madrileña. Sin embargo, desde la inauguración del inmenso campus de la universidad (que había traído consigo a multitud de estudiantes), sumado a la llegada de la autopista y el tren suburbano (que nos permitían llegar a la capital en menos de una hora), Montegris se había convertido en lugar de residencia para aquellas familias que huían de los minúsculos departamentos de Madrid. Nuestro pueblo era un lugar ideal para criar a sus pequeños, así que nuestro número de habitantes no paraba de incrementarse.
Mi madre era una de esas madrileñas que había dejado la ciudad años atrás.
Aunque había crecido en el seno de una familia acomodada del barrio de Salamanca, no le costó demasiado dejar el ajetreo de las calles de la capital por una vida más tranquila en el campo. La razón por la que ella se mudó a Montegris fue porque aquél era el pueblo natal de mi padre, quien tras estudiar la carrera en Madrid y ejercer allí durante unos años su profesión de arquitecto en un prestigioso estudio, decidió regresar al lugar que lo vio nacer para fundar su propio negocio de arquitectura aprovechando los primeros brotes del auge inmobiliario.
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La canción número 7 (Faberry)
أدب المراهقين- ¿Me ayudarás? - preguntó él al otro lado de la línea. - Sí, lo haré. Ya es hora de que conozca la verdad - respondió ella, sentada en la confortable butaca de su salón, mientras contemplaba los árboles del madrileño parque del Retiro- , pero debe...