Cuando se alinean los planetas II

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Rachel

Ya no había música.

Tan sólo percibía sus labios recorriendo el contorno de mi rostro, lentamente, acercándose a los míos.

El miedo me paralizaba, y el calor que sentía al tenerle tan cerca me nublaba la mente. Sentí sus dedos rozando mi piel, acariciándola. Giró mi rostro con suavidad y su mirada verde e intensa capturó la mía, convirtiéndome en su presa.

Estaba tan cerca que percibía cada cambio de tonalidad en el iris de sus ojos.

Sus manos sujetaban mi cara con delicadeza, como si fuera un preciado objeto que pudiera romperse con facilidad. Sus pulgares se pasearon por mi mentón, dibujándolo mientras lo admiraba. Nadie me había contemplado jamás de aquella forma. Por un momento, me sentí el ser más bonito del universo. Era como mirarse en un espejo trucado, donde te reflejabas como la mujer más bella y admirada de la historia.

—Rachel...

Pronunció mi nombre con una intensidad arrolladora. Se detuvo unos instantes, cerrando sus párpados e inspirando profundamente. Cuando volvió a mirarme, sin apartar ni un segundo sus ojos de los míos, supe que ya no había vuelta atrás.

—Estoy cansada de intentar ocultar lo que siento cuando estoy a tu lado...

Sus labios por fin rozaron los míos, quedándose muy quietos, posándose sobre ellos con delicadeza. A continuación se separó unos centímetros, titubeante, como si temiera ser rechazada. Su respiración, profunda y cálida, se había acelerado. Mi cuerpo, que hasta entonces había temblado como una hoja, se quedó inerte. Sentí mis manos heladas, y mi corazón ya no latía...

No sabía si estaba viva. Podría estar muerta, y parecía flotar, como si rozara el cielo.

Cuando sus labios se decidieron a acercarse de nuevo, cerré los ojos. Sentí cómo acariciaban mi piel descendiendo hacia mi cuello, con besos pausados y delicados, dejándome sin aliento.

Con la yema de su pulgar iba dibujando el trazo que seguía su boca. Sus labios ascendían de nuevo hacia mi rostro, besando cada centímetro de mi piel. Aquello era superior a mis fuerzas... ¡Iba a enloquecer!

Tras un eterno rodeo, al fin sentí sus labios sobre los míos; dulces, cálidos y apasionados. Mientras me besaba como nunca nadie lo había hecho, mi corazón volvió a latir...

¡Estaba muy viva... más viva que nunca!

Me acercó contra su cuerpo sin dejar de besarme y pude sentir cómo ella también se estremecía. Llevé mi mano a su mejilla y ella la cubrió con la suya, tomándola con suavidad.

Sus labios besaron mi muñeca, humedeciéndola ligeramente. Unos instantes después, regresó a mi boca con una pasión arrolladora que se prolongó durante un tiempo infinito.

Aquél había sido el beso más bonito, largo e intenso de toda mi vida. Desconocía que una mujer pudiera ser tan tierna y al mismo tiempo tan apasionada.

Quinn estaba desmontando una vez más todas las teorías que creía conocer. De repente nos encontrábamos en la misma órbita, como si fuéramos dos planetas perfectamente alineados, suspendidos en un armónico universo lleno de profundas sensaciones.

Apoyó con delicadeza mi cara en su pecho, jugando con mi pelo. Muy despacio, como si de una ensoñación se tratara, fui saliendo de mi aturdimiento. Comencé a comprender lo que acababa de suceder. Me aparté de repente. El miedo volvió como un relámpago y me sentí muy confundida. Ella me observó contrariada. No entendía mi súbito rechazo y la confusión asomó a sus ojos.

La canción número 7 (Faberry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora