Música IV

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Rachel

Tuve que dar varias vueltas a la manzana para encontrar un hueco donde dejar mi pequeño todoterreno. Parecía que el pub estaba muy animado aquella noche, a juzgar por la cantidad de vehículos que atestaban la calle. Aquél era uno de los sitios de reunión más populares entre los universitarios, puesto que se encontraba situado cerca del campus. Había quedado con mis amigas allí para tomar algo, y casi con seguridad nos encontraríamos también con los del grupo y con mi hermano. Mientras caminaba, me di cuenta de que alguien más también se nos uniría; bajo la luz de la farola, el flamante Audi negro se hallaba aparcado frente a la puerta. ¿Es que no podía librarme de su presencia ni siquiera cuando era mi momento de distracción? Ésa es la desventaja de vivir en una localidad tan pequeña; no hay muchos lugares donde salir y al final te terminas encontrando con todo el mundo. Quinn no sólo se había mudado a mi casa, sino que también se relacionaba con el mismo círculo de gente que yo, así que lo tenía hasta en la sopa.

¡Qué fastidio, por Dios! Por mucho que tratara de mantener las distancias con aquella chica que tanto me abrumaba, me resultaba imposible huir de ella. En aquel instante deseé vivir en una gran ciudad donde no tuviera que tener que encontrármela en todas partes.

Exhalé un suspiro y me dispuse a entrar en el pub. Ya no iba a dar media vuelta, no tenía más remedio que toparme con ella. Trataría de ignorarle y disfrutar de la compañía de mis amigos. Lo malo fue que, una vez dentro, comprobé que no había llegado nadie aún. Sólo divisé a Finn y a Quinn jugando una partida de billar al fondo del local. Pedí una cerveza y, como no me iba a quedar bebiendo a solas en la barra, me acerqué a ellos. Quinn, inclinada sobre la mesa, se disponía a golpear la bola con el palo. Llevaba unos pantalones cargo y un polo que le sentaban de miedo. ¿Cómo podía estar siempre lista para una sesión de fotos? ¿Es que aquella chica no tenía nunca un día malo, de esos en los que la gente normal está desfavorecida? Di un trago a mi cerveza. Sólo con verle sentía que se me secaba la garganta por completo. Me molestaba terriblemente la fascinación que me provocaba. La aborrecía, pero al mismo tiempo me dejaba sin aliento.

— ¡Hola Rachel! —La simpática voz de Finn me sacó de mi aturdimiento.

—Hola —balbuceé, todavía aletargada ante la visión de su contrincante, quien daba un certero golpe a la bola. Después de esbozar una sonrisa de triunfo, aquellos ojos se dirigieron a los míos, fulminándome al instante.

Finn me salvó dándome un amistoso abrazo, al que yo correspondí gustosa. Era como mi segundo hermano y su presencia sirvió para amortiguar esa tensión que se creaba automáticamente cuando Quinn y yo estábamos en la misma habitación. Me propuse actuar de la forma más natural posible. No tenía más opción que quedarme con ellos hasta que fueran llegando los demás, así que más me valía que no se notase lo nerviosa que me ponía cuando ella estaba cerca.

— ¿Qué tal va la partida? —pregunté, esforzándome por sonar natural.

—Mal para mí, pero muy bien para Quinn —se quejó Finn—. Me está dando una buena paliza, y eso que hace tiempo que no juega. Creo que la siguiente te la paso a ti. Tú le darás su merecido.

—No sé... En cuanto lleguen Kitty y las demás tenemos la firme intención de atrincherarnos en una mesa a parlotear— dije, tratando de escabullirme. Lo último que necesitaba era quedarme allí con ellos más tiempo del necesario.

—Estamos a punto de terminar esta partida, así que creo que te dará tiempo a vengarme —dijo Finn con un guiño—. Ya verás, Quinn, a Rachel no la vas a ganar tan fácilmente. Es un crack con el billar.

"¡Ay Finn!" pensé, "En menudo lío me estás metiendo. Yo sólo quería tomarme unas cervecitas tan tranquila...". Mi amigo no se podía ni imaginar el tira y afloja que existía entre Quinn y yo, y ni lo mucho que me descolocaba su presencia.

La canción número 7 (Faberry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora