Ausencia II

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Quinn

Llevé a Rachel de regreso a la fiesta, uniéndome yo también a la animada multitud.

Quería muchísimo a mi abuela, pero una Nochevieja no está completa si no lo celebras a lo grande. Al fin y al cabo es el símbolo del comienzo de una nueva etapa. El calendario vuelve a la primera página y tenemos doce meses por delante para cumplir nuestras metas, y yo me había marcado bastantes para ese nuevo año. Rachel era uno de mis objetivos; me costara lo que me costase, iba a conseguir que ella me aceptara por completo en su vida.

Durante mi estancia en Madrid, de vuelta en el piso del Retiro, había disfrutado enormemente de la compañía de Ángela, a quien los médicos habían permitido dejar la residencia durante unos días. No había llamado a ninguno de mis antiguos colegas de peripecias nocturnas. Seguro que habrían estado encantados de saber de mí; sin embargo, prefería mantener las distancias ya que habría resultado inevitable salir de marcha con ellos. El rollo en el que ellos andaban metidos no me interesaba para nada. De hecho, lo quería muy lejos de mí. Así que me limité a disfrutar de la compañía de mi abuela. La ciudad en navidad era un hervidero de gentes y eventos, y las dos lo habíamos pasado en grande.

Una tarde me acerqué a la Fnac para echarle un vistazo a la sección de música.

Noah me había pedido que le llevara algunos CD's y también quería buscar algunos para mí.

Cuando estaba en la cola para pagar, me di cuenta de que el chico que esperaba delante de mí era Artie, uno de mis amigos del colegio, quien también había formado parte del grupo de música. Todos ellos intentaron apoyarme tras el funeral de mis padres; fui yo quien los alejó de mi vida. Nunca me había encontrado con ninguno por casualidad. Ahora, cuando me arrepentía de haber interrumpido una buena amistad de manera tan radical, el destino me brindaba la oportunidad de reencontrarme al menos con uno de ellos. Gracias a Dios, yo ya no era la misma tipa amargada que huía de su pasado, y me alegró tenerle frente a mí.

Cuando lo saludé se quedó perplejo, para darme un gran abrazo después, mostrándose muy contento de verme. Había temido que su reacción fuese menos efusiva, puesto que yo le había desterrado de mi vida sin ningún miramiento. Sin embargo, Artie se mostró muy receptivo.

Salimos juntos del edificio y me invitó a tomar una cerveza en un bar de la Gran Vía, donde nos pusimos al día de nuestras vidas. Me contó que trabajaba para una multinacional, viajando frecuentemente al extranjero y que eso le gustaba. Me habló de mis otros amigos y fue un alivio saber que todos estaban bien y con sus vidas en orden. ¡Qué diferente habría sido todo si hubiera mantenido aquellas sanas amistades!...

Nos despedimos con la promesa de quedar algún día con los demás. Por mi parte no fueron palabras para quedar bien; realmente me apetecía volver a verlos. Guardé su número de teléfono con la firme intención de llamarle pronto. Regresé a casa de mi abuela con la sensación de que la vida me estaba regalando nuevas oportunidades y tenía que aprovecharlas.

Tras haber felicitado el año a mis nuevos amigos, me serví una copa y encendí un cigarro, contenta de estar de nuevo allí. Mi plan inicial de dejar aquel pueblo y regresar a la universidad de Madrid se había visto modificado. Por el momento, mi expediente académico permanecería en la secretaría de la facultad de Arquitectura de Montegris. Mi paso por aquel lugar no había tocado a su fin: alguien me había convencido de que postergara mi vuelta definitiva a la ciudad. Esa persona no era consciente de que me había disuadido por completo. Mi sitio por el momento estaba en aquel pueblo, así podría estar cerca de ella. A pesar de gustarme el ajetreo de la Madrid en aquellas fechas, la necesidad de volver junto a Rachel me había obligado a conducir de madrugada, bajo cero y con nieve.

La canción número 7 (Faberry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora