Océanos III

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HOLA, DEJO OTRO CAPÍTULO MÁS.

GRACIAS POR SUS COMENTARIOS, EN GENERAL.

TRATARÉ DE SUBIR YA TODOS LOS CAPÍTULOS LO MÁS PRONTO POSIBLE, YA SI NO LOS SUBO ESTA SEMANA, PROBABLEMENTE LOS ESTÉ SUBIENDO A PRINCIPIOS DE JULIO YA QUE ESTARÉ OCUPADA Y NO CREO QUE PUEDA DARME EL TIEMPO SUFICIENTE.

DISFRUTEN DE LA LECTURA.

Rachel

Christopher me recogió a las nueve para ir aquella curiosa fiesta en la playa. En las noches despejadas es costumbre entre la gente joven de San Francisco hacer hogueras en Ocean Beach, la enorme y larguísima playa de la que ya he hablado. Una Bonfire night era algo muy popular en verano y, cuando esa mañana Christopher me ofreció acudir a una esa noche, pensé que era algo que no me podía perder. Además, era la excusa perfecta para tener una cita con él sin que significara un compromiso seguro, pues no estaríamos los dos solos. Sus amigos y algunos de los monitores de Shadow Creek también estarían allí. De esa forma no me sentiría tan agobiada como si me hubiera llevado a cenar o al cine, obligándome a enfrentarme con toda seguridad a una velada romántica.

Como ya he dicho, él me atraía. Pero no estaba del todo segura si quería dejar que mi deseo se convirtiera en algo real. Fantasear con aquel apuesto chico era divertido; pero pasar a la acción era algo bien distinto. Mi escasa experiencia jugaba en mi contra, y mis sentimientos hacia Quinn seguían muy vivos. No quería dar un paso en falso, así que aquella fiesta en la playa sonaba como una opción muy segura para mí; podría tantearme a mí misma sin correr riesgos innecesarios. Quería seguir el consejo de Nicoleta y dejar que el presente decidiera, no el pasado ni el miedo al futuro. Así que me subí al coche decidida a permitir que el transcurso de la noche me guiara.

Antes de llegar a la playa, fuimos a una licorería para coger provisiones. Todo el mundo podía asistir a aquella fiesta al aire libre. La única condición era llevar algo de comida y de bebida. Cuando por fin llegamos a Ocean Beach, aparcamos el coche en la gran explanada de cemento que había entre la carretera y la arena. Con las bolsas y una manta que Christopher llevaba en el coche, nos encaminamos hacia la orilla, donde los demás ya habían encendido el fuego.

La noche estaba muy despejada y la luna iluminaba suavemente el océano, pero aun así hacía fresco. Cuando llegamos junto al grupo que se reunía alrededor de la hoguera, agradecí el calor que emanaba de aquella enorme bola de fuego. Saludé a los monitores del rancho y luego Christopher me presentó a un montón de amigos suyos que, como él, parecían recién llegados de surcar las olas. Aquel grupo me recordó a los personajes de la película Le llaman Bodhi, con Keanu Reeves y Patrick Swayze. Después de haberla visto tantas veces, babeando como una idiota ante tanta hermosura, me resultó muy cómico verme inmersa en una fiesta con chicos tan apuestos y de espíritu tan libre. Por algo todo el mundo quiere ir a California... Hay muchas cosas interesantes en ese estado, y los chicos son sin duda uno de sus mayores atractivos.

"Rachel, estás algo desatada, la verdad. ¡Quién te ha visto y quién te ve!" me dije a mí misma, conteniendo la risa. Supongo que después de toda una vida suprimiendo mi libido, era lógico que lo flipara un poco con tanto surfero cañón. En aquel preciso instante me acordé de Kitty; ella lo habría pasado en grande en aquella exótica fiesta.

Cerca del fuego, sobre la arena, había un enorme mantel repleto de comida. Los americanos son unos expertos en comida llena de calorías y grasas no recomendables, pero también llena de sabor. Me di cuenta de que tenía mucha hambre, así que decidí probar un poco de aquellos manjares de bajo copete. Que los grandes chefs me perdonen, pero de vez en cuando aquella comida basura sabía a gloria.

La canción número 7 (Faberry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora