Tesoros III

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Quinn

Una vez más me hallaba sobre el escenario, aquel mágico universo donde el mundo se para, los malos rollos no existen y sólo la música tiene cabida. Todos estábamos pletóricos tras haber acabado los exámenes. Formar parte de aquel festival era el mejor premio a tanto esfuerzo. Me encontraba más que satisfecha con el resultado de mi primer semestre. No esperaba suspender ninguna asignatura. Me había aplicado a fondo y eso me otorgaba la seguridad de conocer de antemano el resultado de tantas horas de encierro, sumida en los libros y rodeada de planos.

Habíamos comenzado el concierto con una de nuestras canciones estrella y el público parecía responder favorablemente a nuestra música. Habíamos compuesto algunas piezas nuevas desde nuestra última aparición y estaba ansiosa por ver la reacción de la gente. El escenario se hallaba montado al aire libre. Tocar bajo las estrellas era algo inigualable, con la brisa nocturna rozando mi rostro y trayendo consigo el olor de los árboles de aquel enorme parque. Mi fan preferida se hallaba entre las primeras filas de la multitud que se agolpaba ante nosotros. Mi guitarra parecía sonar mejor cuando ella estaba presente y mis dedos acariciaban las cuerdas como si en realidad se paseasen por su preciosa melena. Rachel, siempre haciendo que todo fuera más real, y al mismo tiempo más fantástico. Solo ella podía producir aquel espejismo.

Finn cantaba con toda su energía mientras los demás le acompañábamos con los instrumentos. Su presencia sobre el escenario nos eclipsaba, pero no importaba. Él cumplía con su papel de líder del grupo y nosotros disfrutábamos cediéndole todo el protagonismo. Así podíamos centrarnos en lo que realmente nos gustaba: dar vida aquellas notas que formaban nuestras canciones.

Hiram y Shelby se hallaban en las primeras filas escuchando atentamente nuestro repertorio junto a Noah y Rachel. Unos minutos después, vi que Kitty se reunía con ellos acompañada de alguien que no esperaba ver entre el gentío. Mi abuela, vestida de lo más juvenil, se mezclaba entre la gente como una espectadora más. Cuando nuestras miradas se cruzaron, ella me guiñó un ojo y yo le sonreí, absolutamente boquiabierta al verla. Tenerla entre el público era la mejor sorpresa de fin de cumpleaños. Era casi media noche, y durante el día ya me habían agasajado en mi nueva casa con regalos y una deliciosa tarta cocinada por Gloria.

Ángela me había llamado para felicitarme, lamentándose por no poder pasar ese día conmigo.

¡La muy tramposa me había mentido! En ningún momento sospeché que estuviera tramando aparecer esa noche en el concierto. Pero allí estaba, con su melena rubia y sus vaqueros, disfrutando tanto o más que toda la gente joven que le rodeaba. ¡Era única!

Con la siguiente canción terminaríamos nuestra actuación. Tenía un intrépido ritmo que me obligó a pasearme con la guitarra por todo el escenario. Me hallaba tan feliz que era incapaz de estarme quieta. En el estribillo me acerqué a Finn y, mientras él cantaba, yo le retaba acercando mi guitarra a la suya. Él me seguía el juego, botando a mi lado al mismo tiempo que cantaba a pleno pulmón la letra de aquella pieza. Era una versión de una preciosa canción de Alanis Morissette llamada Limbo No More. Finn había traducido la letra y la había adaptado a su estilo de música. Mientras él cantaba, yo me sentía en completa sintonía con lo que la letra transmitía.

Nada ha estado claro,

Nada ha estado en su sitio,

Nada ha sido verdadero,

Y nunca hasta ahora he tenido los dos pies dentro.

No he pertenecido a nada,

Nada ha sido afirmativo,

Ningún lugar ha sido un hogar...

Y ahora estoy listo para dejar este limbo para siempre.

He tirado la mayoría de mis cosas,

Tan sólo he guardado aquellas que me ayudarán

A dar forma a algo consistente y notablemente mío

Algo de lo que por fin puedo sentirme parte

Mi propósito está claro,

Mis raíces en la tierra,

Un lugar al que pertenezco,

Mi sabiduría,

Unos cimientos firmes,

Una promesa a mí mismo

Porque estoy listo para dejar este limbo para siempre...

A Rachel no le pasó desapercibido el mensaje de la canción y lo mucho que me identificaba con ella. Mientras tocábamos los últimos acordes, me miró fijamente, haciéndome saber que entendía a la perfección lo que yo estaba sintiendo en aquel preciso instante, en el que las personas que más me importaban en el mundo se encontraban reunidas frente a mí. Al contemplarlos, sentí que empezaba a estar preparada para abandonar, de una vez por todas, ese absurdo limbo en el que me había visto inmersa en los últimos años.

Cuando por fin se acalló la música y los focos se apagaron, los cuatro miembros de Cube nos fundimos en un abrazo colectivo. Era nuestro primer concierto en un festival y había salido mejor de lo esperado. Recogimos rápidamente nuestros instrumentos, ya que en pocos minutos tocaría otro grupo. En cuanto acabamos de meter las cosas en la furgoneta de Blaine, me dirigí directamente a la zona del público donde se encontraba mi familia.

— ¡Eres una mentirosa compulsiva! —le dije a mi abuela en cuanto llegué junto a ella, cogiéndola en volandas mientras la abrazaba.

—Soy buena, ¿eh?

—Sí, demasiado —asentí riendo—. Me has pillado totalmente por sorpresa. ¿Cómo se te ha ocurrido aparecer así de pronto?

—La verdad es que la idea no fue mía —admitió, dirigiendo su mirada hacia Rachel—. Fue ella quien me propuso darte una sorpresa por tu cumpleaños.

—Era mi oportunidad para sorprenderte —me explicó Rachel, encogiéndose de hombros al tiempo que esbozaba una traviesa e irresistible sonrisa—. Siempre te me adelantas, así que por tu cumpleaños tenía que conseguir tramar algo especial...

—Déjame decirte que lo has conseguido con creces— le aseguré, tomándola entre mis brazos. Acerqué mis labios a su oído para susurrarle—: Gracias. Sólo tú podías adivinar qué podía hacerme más feliz que la tarta y los regalos. Tener a las dos aquí es la mejor forma de disfrutar de los últimos minutos de este día.

—Gracias a ti por ayudarme a salir de mi limbo —respondió aún entre mis brazos—. Yo también siento que por fin comienzo a pertenecer a algo verdadero.

—Esa versión de Finn es increíble, ¿verdad?

—Sí, me ha puesto los pelos de punta —afirmó.

—Ha sido perfecta para terminar el concierto y celebrar que estemos todos aquí.

—Bueno, pareja —irrumpió mi abuela—, ¿y ahora qué? ¿Dónde podemos tomar una copa en este pueblo? No pienso irme a dormir sin antes brindar por tu cumpleaños.

—Podríamos ir todos a Casa María —propuso el padre de Rachel—. Hacen unos cócteles de muerte, y es el único bar digno de tu presencia, Ángela.

—Pues no se hablé más —decretó mi abuela—. Vámonos ya. ¡Me muero por tomar un Martini!

Y así terminó la noche, brindando y riendo entre aquellos seres que eran todo menos típicos y aburridos. Por primera vez desde la muerte de mis padres tenía motivos de sobra para celebrar mi cumpleaños. Y lo disfruté hasta bien entrada la madrugada, bailando acompañada de la loca de mi abuela, mis increíbles padres adoptivos, mi adorable novia, nuestros amigos y mis compañeros del grupo. Aquella velada resultó ser una de las mejores de mi vida. Y lo mejor de todo: no hubo ni rastro de drogas, sólo sentimientos auténticos.


La canción número 7 (Faberry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora