Capítulo 3

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Durante el fin de semana, el colegio estaba casi vacío. Los estudiantes de tercero en adelante que contaban con la autorización visitaban Hogsmeade, pero yo decidí quedarme porque ya había ido muchas veces antes y unirme a algún grupo para charlar y compartir cervezas de mantequilla no me hacía ninguna ilusión.

En Hogwarts, los pasillos estaban tranquilos y poco concurridos justo como me gustaba, me había desviado a las mazmorras con la idea de recorrerlas un poco por más que ya no perteneciera a Slytherin, pero terminé tomando un desvío que llevaba a una zona que no conocía. Me adentré por un túnel, apenas iluminado por un par de antorchas en la pared del lado derecho, y avancé con el único sonido de mis pisadas como acompañante. El corredor terminaba abriéndose en las dos direcciones, pero del cruce hacia la izquierda provenía un sonido que se hacía más intenso conforme me acercaba, más pasos.

Apoyé la espalda en la pared, por más que el polvo y la humedad pudieran adherirse a mi túnica, y esperé a que la otra persona apareciera, sosteniendo mi varita con firmeza a mi costado. Lo peor que pudiese pasar era que se tratara de un profesor, entonces seguramente yo estaría en serios problemas. Sin embargo, con quien me topé también era un estudiante, que empuñaba su varita de igual forma y que tenía el cabello azabache y los ojos de color esmeralda.

Los dos dejamos salir el aire al reconocernos, bajando nuestras armas y dedicándonos miradas que no reflejaban nada de agrado por encontrarnos de nuevo.

—¿Cómo es que coincido contigo en todas partes? ¿Qué haces aquí? —le pregunté en un tono bajo, teniendo en cuenta el lugar en el que estábamos.

—Tampoco es como que tú debieras estar aquí —dijo él de la misma manera, cruzándose de brazos con altivez.

—Ya ves que es imposible hablar contigo. —Resoplé, negando con la cabeza.

—En cambio, a mí me gusta hablar contigo, parece que tengo un don especial para hacerte enojar. ¿O eres así siempre? —inquirió con una mueca, recibiendo una sonrisa muy falsa de mi parte.

—¿Y tú eres así de insoportable siempre? —Potter se encogió de hombros en respuesta y cualquier otra idea de comentario no salió a la luz cuando escuchamos unas voces. Nos miramos entre nosotros, como un acuerdo silencioso de acercarnos para averiguar de dónde provenían. Avanzamos por el lado derecho, apoyados en la pared hombro con hombro, y una conversación se hizo clara ante nuestros oídos.

—¿Dices que lo que se comenta es verdad? —preguntó un hombre de voz desconocida para mí, miré a mi compañero, desde luego no era correcto husmear, pero, vamos, en mi posición no se suponía que algo tan tonto como eso me afectara demasiado.

—Se han estado viendo señales y pruebas, parece que es cierto. —Esta vez quien hablaba era una mujer, a quien tampoco conseguí reconocer. Potter me miró también y supe que él estaba tan perdido como yo.

—Si está aquí entonces no tardará en hacer presencia, parece estar esperando algo, quizá el momento adecuado. —Esa era la voz del profesor Dumbledore, con lo que mi mal presentimiento solo aumentó. Rodeé la muñeca del azabache y tiré de él para que saliéramos de ahí. Tal vez precisaba saber más, pero no en presencia de Harry Potter.

—Escuchaste lo mismo que yo, ¿no? —preguntó él, siguiendo mi paso mientras dejábamos atrás las mazmorras sin llamar la atención de nadie—. Lo sabía, lo sabía, Voldemort regresó y nadie quería creerme. Tracy, hay que volver, debo decirles lo que sé —dijo, pero me resistí a sus empujoncitos y le miré con seriedad.

—No tienes idea de lo que dices y ni siquiera escuchamos lo suficiente, no sabes si hablaban de él.

—Eso está claro, pero en ese caso debimos habernos quedado —me reprochó.

Harry Potter y la hija de Voldemort: FirewordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora