Capítulo 28

1K 86 15
                                    

Como si algo hubiese tirado de nosotros al mismo tiempo, Harry y yo nos giramos para mirar hacia la dirección de donde provenían los ruidos. Unos ocho duendes corrían hacia nosotros y se acercaban a una velocidad alarmante. Pude llegar a pensar que solo estaban ejercitándose, de no ser por los "Volved" o "Impostores" que gruñían de manera nada amable.

De repente olvidé el cansancio y cualquier dolor pasó a segundo plano por la ansiedad de escapar. Potter y yo no dudamos y corrimos lo más rápido que pudimos para perderlos de vista. Mi cabello comenzó a cambiar de color sin que pudiera controlarlo, o siquiera me esforzara por hacerlo, hasta el punto de que cada cinco segundos tenía uno diferente. No tenía ningún sentido para mí, pero era como si eso me quitase energías, cosa que nunca me había ocurrido, al igual que el hecho de no poder manejarlo.

302, 303, 304...

—¡No te detengas! —exclamé. 

—Ni hablar. 

Seguimos corriendo, sin importar que ya ni siquiera podíamos respirar adecuadamente. Habíamos dejado a los duendes varios metros atrás, pero sabíamos que ellos no se detenían, por lo que nosotros tampoco lo haríamos. 

323, 324, 325...

Giramos a la derecha, luego a la izquierda, y de nuevo a la derecha; nos detuvimos detrás de una columna a recuperar el aire perdido. Nuestros pechos subían y bajaban con violencia mientras escuchábamos a los duendes, que seguían buscándonos. Harry pasó de inmediato la capa de invisibilidad por encima de los dos, cubriéndonos de la vista de quienes luego pasaron en frente y siguieron corriendo, sin saber que nos dejaban atrás.  

—Hay que continuar ocultos —susurré cuando ya no los escuchábamos. 

—Vamos. 

Seguimos avanzando aún sin haber recuperado por completo el aliento, una pareja acompañada de un duende pasaron en vagón por nuestra derecha.

—Así hubiese sido mucho más fácil y rápido —musité. 

—Ya, pero nadie debía vernos, ¿recuerdas? 

—Claro —suspiré—. Harry Potter, el conocido niño que sobrevivió fue hallado robando en Gringotts. Ese sería un notición. El profeta enloquecería. 

—Te recuerdo que tú también estás incluida. 

—Yo no soy célebre. —Me encogí de hombros, restándole importancia. 

Luego de mucho rato caminando y procurando no hacer ruido, nos detuvimos frente a la bóveda setecientos veintinueve. 

—Al fin, ¿tienes la llave? —pregunté. 

—¿Qué? ¿Dumbledore no te la dio a ti? —Lo miré fijamente tras escucharlo, sin poder creerlo.

—¿Me estás diciendo que no tenemos la maldita llave? 

—Creo que es el momento de probar con el alohomora. 

—¿Me estás jodiendo? Esto es Gringotts, un simple alohomora no va a abrir esa cerradura. 

—Deberías intentarlo. —Suspiré, mirándolo en serio con demasiado odio. 

—Bien. —Le di la espalda para encarar la puerta, sujeté mi varita con fuerza y apunté al frente—. Alohomora. —Pero nada sucedió, mi mandíbula se tensó y me moví como si me estuviese preparando—. Ya verás... detrás de mí, ¡Bombarda! —Pero el resultado fue el mismo, ni una maldita explosión. Entonces escuché a Potter riendo a mis espaldas—. Oh, ¿te parece divertido? —le pregunté sin girarme.   

—La verdad es... que Dumbledore sí me dio la llave. —Bajé lentamente mi varita, que seguía apuntando a la puerta y me giré despacio para mirarlo. 

—Dumbledore te dio la llave —repetí, asintiendo—. Dumbledore te dio la llave... Así que te parece divertido jugar conmigo, ¿eh? —Avancé hacia él, mirándolo fijamente a los ojos, y cambié mi cabello a rojo, que hacía rato había decidido quedarse quieto en un rubio opaco. Me detuve a centímetros de su rostro—. Pero yo te aseguro, Harry James Potter, que no es divertido jugar conmigo.

—Es divertido hacerte enojar, dime... —puso delante de mi rostro la llave dorada y la balanceó— ¿la quieres? —Intenté quitársela pero levantó el brazo, impidiéndomelo—. ¿Qué pasa? ¿No la alcanzas? —se burló. 

—Dame esa llave de una vez —ordené, mientras seguía intentado arrebatársela, él solo reía—. Silencio —dijo de pronto, tapó mi boca y me llevó hasta una esquina, aún sin dejarme hablar—. Alguien se acerca —susurró, me ocultaba con su cuerpo, mientras que la leve penumbra hacía lo mismo con él. 

Luego de unos segundos un único duende pasó corriendo con tanta prisa, que no se tomó la molestia de siquiera intentar percatarse de nosotros. Cuando se encontraba lo suficientemente lejos, Potter alejó su mano de mi boca.

—¿Terminaste de jugar? —pregunté, extendiendo la mano, donde dejó la llave. Me acerqué a la puerta y la giré en la cerradura, consiguiendo el acceso. 

El interior era amplio aunque había muy pocas cosas, algunos libros, unas cuantas reliquias y un paquete pequeño en el centro de un estante, todo cubierto por una fina capa de polvo. 

—Debe ser ese —dijo Harry, acercándose al paquete. Desvié mi atención hacia un libro que reposaba en una estantería a mi lado derecho, sentí la tentación inmensa de sujetarlo y abrirlo "Lord Voldermort" reposaba en la portada—. Tracy, —su voz me sacó de mi ensimismamiento—, lo tenemos, hay que irnos. —Asentí, sintiéndome algo perdida.

—Sí... 

Salimos, cerramos la puerta y emprendimos el camino setecientos veintinueve bóvedas abajo. Ha sido un día realmente largo. Estábamos llegando a la ciento cuarenta y seis, cuando los pasos de los duendes resonaron una vez más, causando eco por todo el lugar. Todavía estaban buscándonos.

—¿¡No se cansan!?

—Calla, joder. —Sujetó mi mano y me hizo correr. No fue hasta que los perdimos de vista que tuvo tiempo de sacar la capa de invisibilidad. Los escuchábamos cerca, pero no los veíamos y eso solo nos alteraba más. Podrían venir por cualquier lugar. 

La capa nos cubrió una vez más, justo a tiempo para ver a los duendes girar por el pasillo, corrían hacia donde nos encontrábamos por lo que Potter me empujó para salir del camino. Mi espalda se topó con la pared con brusquedad, me quejé inevitablemente y Harry puso un dedo en mis labios para que hiciera silencio. Esperábamos mientras aún escuchábamos las pisadas fuertes. Nuestras respiraciones agitadas se mezclaban. El azabache lentamente alejó su mano de mis labios, lo que no me esperaba era que la reemplazara por los suyos. 

Al principio simplemente me paralicé, intentando sopesar qué era lo que estaba ocurriendo, convenciéndome de que lo hacía para escapar aunque mi raciocinio me repetía que eso no era necesario. Él se había acercado despacio, yo había tenido tiempo de impedirlo y no lo hice. Además, ya no estaba en condiciones de seguir buscando excusas, después de todo le estaba correspondiendo.  

Harry Potter y la hija de Voldemort: FirewordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora