Capítulo 21

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Abrí los ojos lentamente, pero me levanté de inmediato. Observé toda la habitación mientras seguía sentada en la cama. 

—¿Hermione? —pregunté y al no obtener respuesta me puse de pie—. ¿Cómo pudo irse sin mí? Sabe que si no me levanta yo irremediablemente llego tarde. 

Me preparé lo más rápido que pude y salí rumbo al gran comedor. No tenía mucho tiempo pero algo alcanzaría a comer. Me senté junto a Harry y Ron, luego de que me hicieran señas. 

—¿Hermione no está contigo? —me preguntó Ron, sin siquiera molestarse en saludarme primero. 

—No estaba en la habitación, pensé que os habríais encontrado más temprano. 

—Ha de estar en la biblioteca —dijo Potter. 

—No estamos en exámenes, ¿o sí? —pregunté mientras comía. 

—No que yo sepa. —Asentí. 

—¿Vamos a buscarla? —preguntó Ronald. 

—Bien. —Los dos se levantaron y me miraron. Suspiré, di un sorbo a mi jugo y me uní a ellos. 

Sin embargo, Hermione no estaba en la biblioteca, ni en los jardines, ni en la sala común. Llegado un momento decidimos separarnos. No parecíamos dispuestos a no encontrarla, aunque sabíamos que si hubiese ocurrido algo serio, ella nos lo habría dicho. 

—Yo debería estar desayunando —refunfuñé mientras subía las escaleras de la torre de astronomía. Llegué al final pero con quien me encontré de frente no fue con Hermione—. Creo que este es el peligro al que se refería Trelawney —dije, mirando fijamente a los ojos grises de Draco Malfoy—. Porque definitivamente no es sano encontrarme contigo donde sea que vaya. —Él sonrió. 

—Lo tomaré como un cumplido.

—De cumplido no tiene nada, Malfoy. —Le di la espalda dispuesta a bajar y seguir con lo mío, pero Draco, que no le gusta no ser quien pronuncia la última palabra, me detuvo. 

—¿Qué hace tu amiga sangre sucia en la biblioteca de Slytherin? —Miré su mano, que sostenía mi brazo izquierdo, como amenaza silenciosa de que me soltara. Así lo hizo.

—No sé de qué estás hablando, sabes que nadie ajeno a la casa de Slytherin entra en vuestra sala común. 

—Deberías explicarle eso a tu amiga entonces.

—Ya deja de buscar problemas, Malfoy. Deberías aprender a vivir tu vida sin la necesidad de estar metido en la de los demás. —Su risa sarcástica inundó mis oídos e irracionalmente me sentí estúpida. 

—Estáis tramando algo y no creáis que no os descubriré, porque, Tracy, mi vida es más divertida si me meto en la de los demás. Me libra de andar con una expresión de aversión hasta cuando me río, lamento que no puedas decir lo mismo. —Se dio la vuelta, buscando internarse más en la torre y dejarme atrás, pero Malfoy ya debería saber que a mí tampoco me gusta no pronunciar la última palabra. 

—De hecho, Malfoy, lo bueno de mantener la misma expresión de aversión todo el tiempo es que no paso la pena de solo tener una cara de idiota para mostrar. 

Él había dejado de caminar, pero no se giró para mirarme. Bajé rápido, no queriendo escucharle más. Me reencontré con Harry y Ron en la sala común de Gryffindor. 

—Nadie la ha visto, ni en los salones, pasillos ni mazmorras —dijo Potter.

—Yo tampoco tuve éxito.

—¿Creéis que sea tan trascendente como para comentarlo con Dumbledore? —pregunté. 

—Hemos buscado por todo el colegio, pudo haberle pasado algo. 

—¿Y si alguien la secuestró y la tienen encerrada en otra de las casas? —cuestionó Ronald, paranoico. Entonces lo recordé. 

—Esperad. —Los dos me miraron—. Hay algo que no os mencioné. Me crucé con Malfoy en la torre de astronomía, al parecer él estaba muy seguro de que había visto a Hermione en la biblioteca de Slytherin. 

—¿Hermione en Slytherin?  

—No tiene sentido, lo sé, pero... pensad, ella realmente está perdida y nosotros no hemos buscado ahí. 

—¿Deberíamos ir? —dijo Ron, inseguro. La voz de la profesora McGonagall a nuestras espaldas nos exaltó a los tres. 

—Vosotros no iréis a ningún lugar antes de pasar por la oficina del profesor Dumbledore, os está esperando. 

Nos miramos entre nosotros, conscientes de que era demasiada coincidencia. 

—Hermione está en la biblioteca de Slytherin, id a ayudarla. —Fue con lo que nos recibió el director.

—¿Puedo preguntar qué está haciendo allá? —dije.

—Buscando el libro de los hechizos avanzados, yo mismo lo escondí, pero he de admitir que, con los años, se me van olvidando ciertas cosas. —Algo que siempre habré de envidiarle a Dumbledore es su tremenda capacidad para mantener una expresión que no te permite saber si está siendo sarcástico o no. 

—¿Por qué? ¿Qué tiene ese libro? —preguntó Ron.

—Hechizos avanzados —le contesté, obvia.

—Mi pregunta va más hacia por qué es tan importante —aclaró, cínico.  

—Os ayudará a tener ventaja, pensad en las miles de probabilidades que os abrirá. Quiero que lo estudiéis, pero no lo comentéis con nadie. Hay razones por las que me gusta esconder algunas cosas. 

El mismo Snape nos escoltó hasta la casa de Slytherin, y con una mueca de insatisfacción nos permitió entrar. Entonces nosotros continuamos solos. Algunos estudiantes estaban en la sala común y nos miraban con desagrado. Les hice señas a Harry y a Ron para que no dijeran nada y me siguieran. Los llevé hasta la biblioteca, mucho más pequeña que la general de Hogwarts. No había estado mucho tiempo ahí, pero al menos recordaba dónde se encontraban algunos lugares.  

—Hola, chicos, —Hermione nos recibió con una sonrisa—, me preguntaba si tardaríais mucho más. 

—Hemos estado buscándote toda la mañana —le dije.

—¿Dumbledore no os avisó? Hay que encontrar un libro. 

—El de hechizos avanzados, sí. Solo digo que no hubiese estado de más decirnos un poco antes —me quejé y ella se rio, así que la miré con indignación. 

—He buscado en todas las bibliotecas de Hogwarts, Dumbledore dice que no recuerda dónde pero que cree que estaba en alguna. 

—Dumbledore lo sabe, está jugando con nosotros —dije. 

—Entonces hay que jugar también. —La castaña sonrió una vez más—. Venid, os mostraré en lo que he estado trabajando. —Nos acercamos al caldero que ella nos señalaba—. Es una poción localizadora, lo único que tenemos que hacer es sumergir la punta de nuestras varitas y ellas harán la búsqueda por nosotros. 

—Ya veo. —Tiré de mi túnica hacia atrás para sacar mi varita del pequeño cinturón que había añadido y que se mantenía oculto a la vista. Los demás sacaron las suyas también. Hicimos lo que Hermione había dicho, las puntas de nuestras varitas adoptaron un color azul eléctrico que luego de unos segundos se desvaneció—. Libro de los hechizos avanzados —dijimos todos juntos, espalda con espalda, mientras, más que nada por instinto, apuntábamos hacia arriba. 

Sin embargo, no ocurrió lo que esperábamos, sentí una vibración procedente de mi varita que se extendió por mi brazo, entonces un haz de luz se propagó por sobre nuestras cabezas. Ron y Hermione se alejaron de inmediato, pero yo no pude hacerlo. Un fuerte impulso nos empujó a los cuatro y nos dejó en el suelo. Nos miramos entre nosotros.

—Vuestras varitas —murmuró Hermione, con el ceño fruncido, alternando la mirada entre Potter y yo—, se conectaron... yo lo vi, ellas literalmente estaban siendo unidas por un hilo luminoso de color cían.

Los cuatro nos miramos confundidos, examiné mi varita, que lucía igual que siempre y, realmente extrañada, observé a Potter, él estaba mirándome de la misma manera.

Harry Potter y la hija de Voldemort: FirewordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora