Capítulo 32

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Nos dejamos guiar por el pasillo que conducía a las escaleras y las subimos, esta vez llegamos a un pasillo con la iluminación justa, pero tuvimos que tener mucho más cuidado porque las posibilidades de personas caminando por ahí eran mayores, y no quiero ni imaginar lo que ocurrirá cuando descubran que una prisionera escapó de donde creían que era prácticamente imposible escapar.

Caminamos manteniendo nuestras espaldas pegadas a la pared, doblamos en una esquina, a lo largo del pasillo había cuatro habitaciones paralelas una con la otra, todas con las puertas cerradas. Todo estaba en silencio hasta que comenzamos a escuchar pasos aproximarse a donde nos encontrábamos. Calíope y yo nos miramos, por instinto entré en la habitación que tenía a mi lado derecho, sin detenerme a pensar en que alguien podría estar dentro. Pero, para mi suerte, no había nadie, encontré el interruptor al lado del marco de la puerta y encendí la luz, era una habitación, y no era cualquier habitación. 

Estaba en la habitación de Draco Malfoy. Todo gritaba a él, los pósters de quidditch, los colores de Slytherin y, desde luego, su nombre sobre la cabecera de la cama.

Sin dudarlo, caminé recorriendo todo el interior, buscando algo, cualquier cosa sospechosa, pero nada, todo parecía normal y eso no me parecía ni medio justo.

Me acerqué a la puerta para comprobar que no hubiese nadie cerca, todo estaba en silencio, abrí lentamente y salí de la habitación cuando estuve segura de que estaba despejado. ¿Dónde se habrá metido Calíope?

La puerta de en frente se abrió sin darme tiempo a esconderme, pero suspiré de alivio cuando vi que se trataba de ella. 

—Tenemos que irnos —le dije.

—¿Encontraste lo que buscabas?

—No, pero es usted quien más corre peligro aquí, así que hay que irnos ahora.  

—No quiero impedir que hagas lo que necesitas. 

—Lo que necesito es sacarnos de aquí —repliqué.

—Está bien —dijo en un suspiro.

—Pero... no sé cómo voy a sacarnos de aquí. 

—Tendrás que aparecerte.

—Imposible. 

—¿Por qué? Ya lo hiciste dos veces.

—Pero no a un destino tan lejano, ¿realmente no puedes hacerlo tú?

—Estoy muy débil. —Y por supuesto que lo estaba, se notaba hasta por la forma en la que hablaba, como si incluso mover la boca le resultara agonizante—. Pero tal vez debería intentarlo. —Asintió con decisión, le agradecí mentalmente, esa situación se me había salido de las manos, hubiese sido bueno haber entrado ahí con un buen plan. De no haber encontrado a Calíope, yo tal vez me hubiese quedado atrapada en la mansión de los Malfoy. 

Luego de varios intentos lo consiguió, aparecimos en Hogsmeade, desde donde le indiqué el camino a Hogwarts. 

Cuando llegamos, lo primero que hice fue llevar a Calíope a la oficina del director Dumbledore. Le expliqué la situación y todo lo que había ocurrido, finalmente la acomodó en una habitación para ella sola en la torre de Gryffindor para que se recuperara. Así que cuando se quedó descansando, volví para hablar con el director. 

—Profesor, no lo entiendo. Pensé que allá encontraría respuestas, pero regresé sin nada, solo tengo las mismas preguntas y tal vez incluso más. 

—Tracy, no has vuelto sin nada. 

—Lo sé, lo sé, Calíope, la persona que necesitaba mi ayuda. —Asentí—. Realmente, siento como si la conociera, como si ya la hubiese visto antes. Y no sé qué tan relevante sea, pero he dejado de sentirme... de esta manera inexplicable. Ya tengo control total de mi poder de nuevo y es... bueno. Pero usted me dijo-

—Tracy, escucha. —Sus intensos ojos me miraban fijamente, me callé, esperando escuchar palabras que pudieran consolarme, pero los planes de Dumbledore eran otros—. Primero, debes hablar con ella, conoce las razones por las que estuvo prisionera donde los Malfoy, tal vez ella pueda responder algunas de tus preguntas—. Asentí, pensando en que eso tenía sentido y en que tenía que tranquilizarme, tanta presión no debía nublar mi juicio—. Ahora, hay... algo que deberías ver.

El director se levantó de manera atropellada, pocas veces lo había visto así y eso solo consiguió preocuparme. Parecía que lo que quería enseñarme era algo que tampoco para él resultaba indiferente. Me dio la espalda mientras buscaba algo y, cuando se giró, vi que sostenía un pequeño paquete. Regresó a su asiento y me lo extendió, lo recibí y lo miré con atención.

—¿Este es... el paquete que conseguimos de Gringotts?   

—Así es. 

Sin saber qué esperar rasgué la envoltura, y me encontré con una caja lisa de color negro. Pero, a diferencia de todo lo que pensé, solo contenía lo que parecía un documento. Lo saqué del empaque con el ceño fruncido.

—¿Un acta de nacimiento? —Miré al director con incredulidad, pero su mirada no era menos intensa.

—Tal vez deberías leerla —aconsejó.

—Ah, claro. —Regresé mis ojos al documento, sorprendiéndome al ver el nombre que coronaba el acta—. Marcel... —Seguí leyendo ante la inmensa curiosidad que me invadió, y casi sentí como mi mundo se venía abajo, literalmente. Observé al director, mientras mis manos temblaban levemente—. Melania... Aquí dice que el nombre de su madre es Melania López. Ese es el nombre de mi madre también. Profesor, ¿qué significa esto? 

—No lo sé, Tracy. 

—¿No lo sabe? ¿Cómo puede decirme que no lo sabe? —Me levanté con la sensación de que todo a mi alrededor estaba dando vueltas, pero no era esa sensación que llevaba atormentándome los últimos días. Era la información nueva que estaba golpeándome, sin piedad—. ¿Por qué simplemente no me lo dice? ¡Si se trata de mí! ¿Marcel es mi hermana? ¿Es eso?

—No creo que sea eso, Tracy...

—Pero tengo que descubrirlo yo, ¿verdad? —pregunté con ironía—. Sí, ya comienzo a comprender cómo funciona, porque usted siempre debe saber más de mí que yo misma. 

—Solo estoy intentando ayudarte. 

—¿Cómo? —Le miré fijamente, queriendo por primera vez ser transparente ante sus ojos, que pudiera ver lo difícil que estaba siendo para mí tantos secretos y mentiras—. No se ofenda, profesor, pero de esta manera usted definitivamente no está ayudándome.  

Salí de su oficina sin mirar atrás, no quería dejar las cosas así, yo realmente necesitaba saber, pero por ese día no había nada más que pudiera hacer. Dejaría descansar a Calíope y hablaría con ella. Pensé también en buscar a Marcel, pero antes de hacer algo estúpido prefería estar segura de ciertas cosas primero. 

Me crucé con el trío de oro en la sala común, pero les hice saber que no me sentía de humor y que quería estar sola. Por lo mismo, Hermione no se apareció por la habitación hasta que conseguí quedarme dormida. Ella es una buena persona, no sé si merece chocar con todas mis malas energías.  

Tal vez nunca debí aceptar entrar a Hogwarts, antes de eso estaba bien, era mejor vivir con preguntas sin saber que las tenía, pero ahora descubrir la verdad estaba siendo peor que estar rodeada de mentiras. Eso era lo que sentía. Pero por supuesto que no cambiaría por nada el haber averiguado todo, y haber conocido lo que sucedió realmente aquel 31 de octubre. 

Harry Potter y la hija de Voldemort: FirewordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora