Capítulo 11

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—¿Cómo os fue? ¿Os llamó por algo de lo que pasó con la profesora Umbridge? —nos preguntó Hermione cuando nos reunimos en la sala común.

—Nos dijo que aceptó el castigo que nos puso, así que no nos salvamos —respondí.

—No me imagino cómo estará ese sótano, es que asumo que no se ha limpiado en años, quizá siglos.

—Gracias, Hermione, tu ayuda es demasiado útil, justo lo que necesito —le dije sarcásticamente.

—Ojalá pudiéramos ayudaros.

—Sí, todo sería más fácil con magia —dijo Ron.

—Ya, eso es justo lo que ella no quiere, que sea fácil, es como si se estuviese vengando de nosotros por algo más que por contradecirla en clase. —Harry tenía razón y por ahora esa profesora iba ganando.

—Por ahora —dije en voz alta y al darme cuenta de eso y de que me estaban observando, miré a Hermione—. ¿Me prestas tu varita?

—Por Merlín, Tracy, ¿qué vas a hacer? —me preguntó preocupada, lo que me hizo suponer que tengo una mueca llena de malicia en mi rostro.

—No te preocupes, no haré nada que no se merezca. —Pero claro que eso no la tranquilizó y, desconfiada, me extendió su varita—. Gracias, no tardaré.

Abrí solo un poco la puerta de la oficina del sapo rosa, apunté con la varita de Granger a Umbridge mientras estaba en su escritorio haciendo no sé qué cosa y susurré un hechizo, teniendo cuidado de que no se diera cuenta de mi presencia a tan solo unos cuantos metros de distancia de donde se encontraba. Sonreí satisfecha cuando en su cabeza apareció un sapo, luego me di cuenta de que no era el único, habían muchos más en todo el despacho. Ah, es difícil controlar una varita que no te pertenece.

Yo reía por lo bajo mientras me complacía con la imagen de Umbridge desesperada, corriendo por todas partes intentando deshacerse del que estaba en su cabeza y gritando al estar tan cerca de pisar a los que estaban en el suelo. Cuando vi que se acercaba a la puerta me apresuré y me fui corriendo antes de ser descubierta.

Finalmente llegué a la sala común donde estaba el trío de oro, atentos a mi aparición, mi pulso estaba acelerado y había comenzado a sudar un poco, debía hacer más ejercicio, pero aun así la sonrisa de mi rostro no se borraba.

—Está hecho —les dije victoriosa.

—¿Qué hiciste? —me preguntó Harry con una sonrisa cómplice.

—Bueno, ella ahora está ocupada en una reunión familiar inesperada —respondí con simpleza.

—Muy bien, espero que estéis preparados para empezar con el castigo —nos dijo Umbridge a mí y a Potter—

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—Muy bien, espero que estéis preparados para empezar con el castigo —nos dijo Umbridge a mí y a Potter—. Así que seguidme.

—¿Y por qué nos quitó nuestras varitas antes de tiempo? —le pregunté mientras caminábamos detrás de ella.

Harry Potter y la hija de Voldemort: FirewordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora