Capítulo 40 (Parte 1)

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Hogwarts estaba diferente, lo que me recibió no era para nada lo que yo había conocido. 

Dos bandos, fue lo primero que vi tras llegar. Uno protegía el castillo, dispuestos a luchar hasta agotar la última gota de energía para salvar lo que todos conocemos. Había hechizos protectores que cubrían Hogwarts mientras profesores, alumnos y todo el personal mantenían sus posiciones. Del otro lado, con miradas rebosantes de maldad, se encontraba el otro bando, esperando la señal que les permitiría saciar el deseo de acabar con lo que sus ojos veían, de devorar todo lo que tenían por delante.    

Por suerte, yo ya sabía lo que tenía que hacer. 

La barrera protectora no me permitió entrar al castillo, pero pude acercarme lo suficiente como para atraer la atención de Ginny, quien corrió sin pensarlo hacia mí apenas verme. 

—¿Dónde está Harry? —le pregunté. 

—En algún lugar del bosque prohibido, atendió el llamado de Voldemort. —Nuestras palabras salían rápidas de nuestras bocas, conscientes de que no quedaba tiempo para perder. 

—¿Y Ron y Hermione? 

—Intentan destruir el último horrocrux. 

—¿Ya sabéis cuál es?

—Nagini, el séptimo horrocrux es la serpiente de Voldemort. —La pelirroja tenía la respiración agitada, su cabello no estaba tan pulcro y bien peinado como de costumbre, y sus ojos estaban llenos de coraje, no era difícil notarlo. Ginny estaba siendo muy valiente. 

—Bien, escucha, yo debo ir con Harry. Si ves a Hermione por favor dile que estoy aquí. 

—Pero, Tracy, esto es algo entre ellos dos, Voldemort podría reaccionar muy mal si te ve allí, pidió que Harry fuera solo. Quédate aquí, ayúdanos a nosotros. —Me pidió, negué de inmediato con la cabeza. 

—Créeme, es ahí donde debo estar. —Ella me miró fijamente por pocos segundos y asintió. Hice lo mismo y me di la vuelta para irme, pero me detuvo antes de que pudiera alejarme.

—Tracy, gracias por venir. —Le respondí con una pequeña sonrisa antes de correr hacia el bosque prohibido. 

No sabía qué dirección tomar, los frondosos árboles apenas me permitían ver tres metros a la distancia, pero seguí corriendo, esperando que mi instinto me llevara directamente hacia ellos. Las pequeñas ramas se enganchaban en mi suéter y pantalón, rompiéndose con leves crujidos y ocasionando rasguños en mi rostro. No me detuve sino hasta que tres personas aparecieron frente a mí, cerrándome el paso, observé sus ropas negras y sus rostros demacrados, con vívidos ojos llenos de sed de venganza y con sonrisas que demostraban lo seguros que estaban de tener controlada la situación. 

Los mortifagos daban pasos lentos hacia mí, mantuve mi postura defensiva, atenta a cualquier movimiento y afirmé el agarre que tenía en mi varita. Bellatrix Lestrange los encabezaba, era ella quien, desde que escapó, torturaba a Calíope cuando la tenían prisionera.

—¡Avada Kedavra! —gritó, me lancé boca abajo al suelo de inmediato, lastimando mi cuerpo con las ramas y pequeñas piedras que estaban esparcidas por el césped, pero esquivando la maldición. Me levanté rápidamente mientras ellos se preparaban para volver a atacar.

—¡Desmaius!  

—¡Protego! —Conseguí reaccionar rápido para desviar el hechizo, pero ellos eran más y yo estaba en notable desventaja.

—¡Crucio! —Evadí a Bellatrix y la apunté directamente con mi varita. 

—¡Sectumsempra! —Vaya, gracias libro de hechizos avanzados. Sin embargo, ella se impulsó hacia un lado y mi hechizo se perdió en el aire tras no alcanzar su objetivo.

Harry Potter y la hija de Voldemort: FirewordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora