Capítulo 29

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Los pasos de los duendes ya habían dejado de escucharse hacía varios segundos, mi respiración se fue regulando de a poco, pero mi corazón latía con fuerza, más que antes a decir verdad. Potter se separó y me dedicó una mirada perdida.

—Lo siento, pensé que nos descubrirían —musitó.

No pude responderle, sentí que todo comenzaba a dar vueltas, pero era evidente que solo me pasaba a mí. La cabeza me dolía y mis piernas no pudieron seguir soportando mi propio peso, me sujeté de Harry cuando sentí que inevitablemente caería al suelo. 

—Tracy, ¿estás bien? —Me esforcé por estabilizarme y por no demostrar lo que me estaba costando, lo solté y asentí.

—Sí, no es nada, hay que regresar. —Él no estaba del todo seguro cuando accedió, aun así salimos, siempre ocultos por la capa. En Gringotts parecía que ya todos se habían enterado de que tenían intrusos y permanecían alerta, nos escabullimos siendo muy sigilosos y fuimos a buscar nuestras escobas sin entretenernos en nada.

Durante todo el vuelo me mantuve cerca del azabache, por si acaso, el silencio se me hizo pesado y el viaje mucho más lento que el anterior. No dejé de sentir esas punzadas en mi cabeza, pero intenté convencerme de que a veces esas cosas son normales, a todos nos duele la cabeza de vez en cuando.

Le entregamos el paquete a Dumbledore y él no nos dijo mayor cosa, solo nos envió a descansar. Tampoco pedimos mayores detalles y nos dirigimos a la sala común.

—Tracy, ¿estás segura de que estás bien? 

—Estoy segura.

Sin embargo, tuve que detenerme tras decirlo, la cabeza volvía a dolerme de una manera inexplicable, tanto así que mi visión comenzó a tornarse borrosa. Me sujeté de Potter una vez más, él estaba diciéndome algo, probablemente preguntándome qué sucedía, pero yo ni siquiera podía escuchar su voz claramente. Era como si estuviese lejos, a pesar de que se mantenía a mi lado, ayudándome a no perder el equilibrio. Entonces un fuerte ruido llegó a mis oídos, una voz diferente resonó en mi cabeza, haciéndome cerrar los ojos con fuerza. «¡Crucio!» todo lo que escuché después fueron los gritos de dolor y desesperación de otra mujer. Me rendí ante aquél tormento, Harry me recibió, y entonces todo fue oscuridad.

Abrí los ojos despacio, intentando acostumbrarme a la luz que se infiltraba por la ventana de mi habitación, puse mi mano frente a mi rostro por instinto para evitar el sol y me incorporé. Hermione y Ginny no estaban. Me levanté con dificultad para ir al baño y me observé en el espejo, la zona debajo de mis ojos tenía un tono violáceo, mi piel estaba más pálida de lo normal y mi cabello estaba de un color rosa pastel. Yo no lo había puesto así, eso seguro. Suspiré, me sentía agotada. Me di una ducha para relajarme y quitar todo el sudor frío de mi cuerpo. Cuando terminé me puse la túnica de nuevo y salí rumbo al despacho de Dumbledore, yo definitivamente no iría a clases en ese estado. 

Dije la contraseña y, cuando la gárgola me dejó ver las escaleras de caracol en movimiento, subí al encuentro con el director. 

—Tracy, es una sorpresa tenerte por aquí —me dijo, con ese tono tan característico suyo—. Toma asiento. —Obedecí y me senté frente a él, lo miré fijamente, sin tener una idea clara de lo que quería hablarle—. ¿Ocurre algo?

—Profesor, yo... no sé por dónde comenzar. Últimamente me han estado pasando cosas... No me estoy sintiendo muy bien-yo...

—Está bien, no te exijas tanto. 

—Solo intento comprender qué es lo que me pasa, me estoy mareando con mucha facilidad y me está costando controlar la metamorfomagia. Además, están esas voces...

Harry Potter y la hija de Voldemort: FirewordsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora