Capítulo 38: Inseguridad

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El azote de una puerta me despierta de golpe, salto de mi cama con los ojos encendidos como linternas en la oscuridad, me apresuro a dejarla, pero antes de alejarme cubro mi cuerpo con algunas mantas. Camino a tientas hasta el control y corro la puerta que separa el cuarto de Máximo del mío, lo estaba esperando.

—¿Qué hora es? —pregunto, sin dar tiempo a que la puerta se cierre por completo. Máximo da un pequeño respingo, sorprendido.

Mis ojos aún se entrecierran por la fuerte iluminación en su habitación.

—¿Qué haces aquí? —reclama. Aunque no consigo discernir su expresión, sé por su tono, que está molesto.

—El ruido me despertó —bostezo para acompañar mi mentira—, tiraste la puerta con fuerza, así que el sonido llegó hasta mí. Los cuartos no están sonoramente aislados como en casa.

—¡Hmph! —Se muestra incrédulo.

Una mirada amenazadora me retiene de avanzar hacia él, que se adentra en dirección al ropero. Sacudo la cabeza más despierta, reviso de nuevo su expresión y pierdo toda la motivación que había ganado. El ímpetu con que entré en su habitación se desvanece a cada segundo.

—Si no ocurre nada importante me retiro. —murmuro. Para empezar no tengo ninguna justificación formal para venir a verle.

—No, te quedas y me explicas porque estás aquí. —Insiste Máximo. Con un semblante duro.

—¿A qué te refieres con que hago aquí? Solo creí que pasaba algo, no hay ninguna razón oculta. Te lo acabo de decir, fue un refle...—entonces comprendo su pregunta mejor de lo que hubiese deseado. Para él, yo no debería haber vuelto esta noche.

El sueño que podía quedar en mí se esfuma. Le observo incrédula de su impavidez.

—... Sabías... —intentó hablar pero nada sale, no hay aire. Me quedo inmóvil pegada a la entrada, me preparo para gritar. La indignación llena mis pulmones.

Sus ojos siguen fijos en los míos, esperando una respuesta o una palabra, pero ya no me amenazan, solo me miran como a un escenario a punto de levantar su telón.

—¿Cómo te atre...

—Cálmate. Después puedes tomar asiento. —Ordena con una voz profunda y contundente.

Desarmada sigo sus instrucciones, respiro varia veces hasta sentirme satisfecha. Comprendo que mi enojo se debe solo a la sorpresa. ¿No venía a hablar del tema en principio? Suspiro ante lo infantil de mi comportamiento. Quizá me ofende la tranquilidad con que Máximo acepta que me ofrezca a Caesar, o el poco valor que le da a mi virtud, pero ¿qué puedo esperar si yo misma me estoy ofreciendo? De pronto siento ganas de llorar.

Máximo suspira. Su semblante se muestra liviano.

—Mejor vete a dormir. No es necesario que pasemos por esto ahora. Es más, no es necesario que lo hables conmigo. —Se detiene un segundo a detallarme—. No estoy considerando tus sentimientos, lo lamento.

— No solo digas 'vete a dormir', después de invitarme —mi voz suena suplicante. Muerdo mi labio inferior al ver que me compadece. Camino hacia él haciendo retumbar mis pasos en el suelo—. ¿Con quién más puedo hablar?

—No debes sentirte obligada por nuestro acuerdo. Aunque creo que comprendes que mantener relaciones sexuales con tu pareja es natural, también puede entender que como una adolescente resulte incómoda tratar el tema con una persona adulta de género opuesto.

Me sonrojo de golpe al escuchar sus palabras. Me hago chiquita entre mis cobijas, y me dejo caer en el borde su cama, donde subo las rodillas y me escondo.

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