Cada miembro de la familia es guiado por un mesero al lugar en el comedor que le ha sido asignado. Máximo y yo somos los últimos en sentarnos. Cuándo no hay reparos sobre el orden en la mesa, me dejo hundir en el acolchado de la silla, segura entre Máximo y Don Aquiles.
Veo con desazón, como después de toda la presión que he pasado organizando la cena, Damián se acerca al oído de Máximo, no a mí, para confirmar el inicio del servicio. Un corto susurro a su oído, una venía superficial y un ademán con la mano abren paso a bandejas de cristal y bullicio. Mientras Damián se encarga de supervisar la entrada de los paltos, Máximo aprovecha para resbalar su mano sobre la mía debajo de la mesa, dos golpecitos suaves sobre el dorso de mi mano buscan que relaje mi expresión. Mientras él se pone de pie usa la misma mano bajo la mesa para indicarme que me levante con él.
—Majestad —saluda en dirección al rey y se regresa hacia la reina—. Alteza. Familia. Gracias por estar presentes hoy. Aletheia.
Su mano se mueve desde mí hacia el público con delicadeza, algo cercano a una sonrisa se dibuja en sus labios. Recorro cada rostro con en un segundo, y luego los repaso uno a uno con una venia. Mis ojos alcanzan a detenerse coquetos en Caesar, que me devuelve el juego de miradas, luego termino por presentar mis respetos al rey.
—Majestad —alcanzo a decir, y pierdo el control de mi pierna derecha por solo una milésima de segundo que basta para tambalearme.
Máximo me sostiene por los antebrazos y evita que caiga; me enderezo tan rápido como puedo y me siento de golpe.
—Bienvenidos —dice Máximo y se sienta mi lado, como si nada hubiese pasado.
Las expresiones de los presentes no se alteran, pero yo me petrifico en espera de un murmullo o una palabra que me exponga. Mi muslo derecho comienza a adormecerse y la sensación baja despacio por la pantorrilla hasta mis pies. Apretujo la tela de mi vestido sobre las piernas y entierro mis uñas en mi carne insensible. Busco la mirada de Máximo y suplico ayuda sin éxito; me ignora. Retraída en la silla me muerdo el labio por dentro con fuerza para mantener estoica mi expresión facial.
—Máximo, cariño. Con el permiso de su majestad, ¿debo preocuparme por la señorita Aletheia? Luce tan pálida —comenta la duquesa Martina, tras recorrerme momentáneamente con la mirada, para regresar hacia la reina—. ¿No está de acuerdo, alteza? ¿No debería ir a descansar?
Las miradas de todos los presentes, incluyendo al personal se fijan en mí. Empuño mis manos bajo la mesa y sacudo la cabeza como puedo en negación, lista para contradecirla. Mi voz se atraganta lo suficiente para que alguien hable primero.
—Debo decir, duquesa, que no comparto su observación —contesta el rey—. La señorita Aletheia se ve radiante esta noche, pero espero no estar equivocado.
Alcanzo a dejar a medio camino una venia de asentimiento hacia el rey, cuándo la reina continúa.
—Su majestad tiene razón, Martina —La reina acomoda el mantel en sus piernas mientras habla—. Ya está servido el primer plato, pero si insiste y ella está de acuerdo después de comer, entonces me encargaré personalmente de que pueda retirarse a descansar.
—Se hará como deseen —contesta la duquesa después de bufar. Sus labios no muestras molestia o incomodidad porque su propuesta haya sido rechazada, por el contrario, se ve complacida con el curso de los eventos.
Suspiro aliviada al encontrarme libre de hablar y mucho más de tener que ponerme de pie. Un poco más relajada, le dedico una sonrisa agradecida a la duquesa Martina y agacho la cabeza para no llamar la atención.
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Nobilis
Science FictionEn un régimen estable, donde la calidad de vida es alta y la guerra es solo un mito de antaño, Aletheia es una adolescente a puertas de un compromiso por el que lleva años trabajando. Ella hará lo que sea necesario para asegurarse un lugar entre los...