Capítulo 49: Sujeto de prueba

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Despierto sobre una superficie en movimiento, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero intuyo que unas pocas horas. Estoy sentada en una plataforma magnética, con mantas térmicas sobre el regazo, debajo solo el enterizo para pacientes me cubre. Cierro los ojos de nuevo, los párpados me pesan. El tiempo transcurre entre vaivenes de conciencia, no tengo idea de a donde me llevan ni porqué.

Sólo cuándo regreso a mis sentidos por completo distingo la voz que habla a mis espaldas. Una corriente me corre por la médula. Su presencia me desconsuela en tanto entiendo que ella ha estado a cargo de cuidarme durante el tiempo que he permanecido inconsciente.

No tardo en reconocer los corredores por los que soy llevada, estamos atravesando el pabellón especial, donde los nobles son atendidos.

—Ya despiertas, cariño. —la reina acaricia mi hombro al hablar.

Asiento con la cabeza, sin girarme hacia ella. Temo que un quiebre en mi voz revele el enojo que cargo.

—Estarás un tanto confundida, la doctora me advirtió al respecto —Helena peina con sus manos mi cabello al hablar—. Quizá te resulte repentino, pero nos dirigimos al quirófano A-001.

Me tiro hacia atrás. Reviso mi cuerpo en busca de pistas sobre el procedimiento. Mi corazón comienza a latir desenfrenado. Sin pensarlo tomo la mano de Helena y la acerco. No alcanzo a decir palabra alguna cuándo ella responde.

—Tranquila, todavía no. Ya verás.

Respiro en calma de nuevo, regreso las manos a mis mantas en silencio y ella no me explica nada más, sólo acaricia mis hombros.

Subimos por los conductos cristalinos para plataformas sobre la cara semi-exterior del edificio, vamos dando la espalda al paisaje y de frente a los corredores. Es así, como a solo dos pisos de haber comenzado a ascender, mis ojos se topan con la insana imagen de Belladona a unos 50 metros de distancia, en la parte baja del pabellón especial. En una fracción de segundo me quedan grabados en la memoria el brillo de su rostro bañado en lágrimas, el temblor en sus manos e incluso un débil sollozo que creo escuchar a lo lejos. Me estremezco, el tiempo pasa lo suficientemente lento para que la simpleza de su vestido y lo desaliñado de su cabello tomen sentido. Para cuándo hago el ademán de moverme hacia ella, ya hemos superado varios niveles más. En mi interior sé que algo malo ha pasado con Elora, pero controlo mis impulsos y preocupación al recordar que la reina es quien maneja la plataforma. Debo tragarme la incertidumbre y mantenerme firme ante la presión en mi pecho, el dolor de querer olvidar. Muerdo mi labio inferior, esperando que la plataforma ascienda más veloz.

Reflejado en el cristal, ya de camino al último nivel, puedo ver el ceño fruncido de Helena y su sonrisa desdibujada. Más allá de su imagen la ciudad me habla, el interminable cúmulo de metálicas construcciones y verdes terrazas me confirma, que estoy en lo más alto del centro de la capital de la casa reinante. Sujeto con más fuerza los brazos de la silla, no preguntaré por Belladona, no preguntaré por Elora.

La plataforma se detiene, escucho el movimiento de los mandos tras de mí. Nos movemos hacia el interior del edificio siguiendo las indicaciones que llevan al área de desinfección. Mis pies y manos se enfrían, mis palpitaciones aumentan, siento una pequeña gotita de sudor resbalar por mi sien, me hundo más y más en la silla.

Tras pasar por la cámara de desinfección en seco la plataforma se divide, Helena se cubre con un ligero traje de protección, mientras yo no recibo ninguno. Ingresamos a la zona de quirófanos al tiempo, allí una especie de sala de recepción se divide en dos corredores laterales, dos hombres uniformados esperan a los lados. Al paso de Helena ambos hacen una ligera inclinación y la plataforma, que se ha unido nuevamente, nos lleva por el corredor de la derecha hacía la titilante luz de una sala rotulada como observación. Ascendemos lo suficiente para cruzar la entrada de distorsión magnética, dentro nos encontrarnos con los cristales que separan en dos el espacio del quirófano A-001, ubicándolo medio nivel bajo nuestros pies, además del cristal, varias pantallas cubren los diferentes ángulos de la sala, cada una mostrando diferentes perspectivas de la sala de operaciones. En el centro, Damián espera de pie.

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