Entre las imágenes borrosas que se forman al despertar visualizo una silueta oscura por el borde de los ojos. A medida que las formas toman líneas más precisas, me doy cuenta que no reconozco el techo, ni los objetos a mi alrededor. Sin embargo, un reconfortante olor familiar y la cálida temperatura de las mantas me hacen desear seguir durmiendo. Tras un par de parpadeos la luz se encarga de crear destellos dorados en la cabeza de la figura masculina.
Caesar duerme de brazos cruzados con su espalda recostada contra la pared, está sentado sobre en un taburete alto. Muevo mi cabeza despacio de un lado a otro intentando identificar dónde me encuentro. Las paredes son blancas, sin aristas y brillantes como cristal; La luz se origina del techo mismo y en la pared del fondo una pantalla abarca todo el espacio. Me esfuerzo un poco por levantar la cabeza y detallar la imagen: una reconstrucción completa de mi cuerpo, con gráficas de monitoreo de mis signos vitales y un porcentaje titilante rojo en la parte superior.
Remuevo las telas que me cubren con la intención de levantarme, teniendo cuidado de evitar el ruido para no despertar a Caesar, pero me descubro vestida sólo con las rudimentarias telas semitransparentes de un mono de hospital. Incómoda, me envuelvo entre las más livianas de las mantas y con un nuevo aire en mi cuerpo procuro levantarme, pero a pesar de la rebosante energía, en cuánto tomo impulso para ponerme en pie, no siento las piernas.
Un terror frío se apodera de mí, aunque puedo mover las extremidades inferiores y estas responden a mis acciones, no tengo ninguna sensación proveniente de ellas. Logro posar las plantas de mis pies en el suelo, pero ni la presión ni la temperatura llegan a mí, ni siquiera el tacto de mis manos cuando las pellizco. Quiero maldecir pero las palabras se me quedan atrancadas en la garganta. No puedo ponerme en pie si no puedo sentir si he pisado. Es una situación desconocida para mí, si bien muchas veces perdí por completo mi movilidad, jamás, ni por un instante, mi sensibilidad se vio afectada.
Estoy luchando por encontrar una solución: golpeo mis piernas y las sacudo, esperando que respondan al estímulo, cuando me percato que Caesar está despertando.
Nuestros ojos se encuentran en medio del silencio, hay algo diferente en él, un cambio en su mirada, una sutil decisión en sus gestos, una melancolía que nunca antes había mostrado. Parpadea antes de comenzar a mover sus labios, yo solo le puedo observar, anonadada por mi condición permanezco en silencio estrujando mis muslos.
—Lamento no estar despierto para advertirte —dice, con pesadez en su voz. Sus ojos bajan hasta mis muslos—, no sabía cuándo ibas a despertar. Han pasado cuatro horas desde que cortaron los sedantes. Tres semanas desde el traslado.
Frunzo el ceño al escuchar sus palabras. Los recuerdos de antes de ser sedada son tan claros en mi memoria como si hubiesen sucedido ayer. ¡Tres semanas! ¡Tres semanas de mi vida perdidas! Mi respiración se acelera, mi pecho se contrae. Busco con la mirada en todas las direcciones indicios de donde estoy, pero es claro que debemos estar de regreso en Granada. No saber qué ha pasado en todo este tiempo me atormenta, pero me resulta peor el no saber a qué se debe la pesadez en los ojos de Caesar, siento que hay algo más que no ha dicho. Mis piernas ¿Qué les pasa a mis piernas? ¿Qué significa el número en la pantalla?
Los ojos se Caesar se entrecierran, sus labios forman un decadente intento de sonrisa y se él se acerca con cautela; retira las telas que me cubren y me ayuda recostar de nuevo, tomando un profundo aire antes de hablar.
— Empeorará —dice, aún sin mirarme a los ojos, arropándome con calma—, no querían despertarte hasta no encontrar un donante, porque así podían retrasar el deterioro de semanas a meses. Pero ahora está todo bien, antes de que afecte el resto de tu cuerpo habrás sido operada.
No entiendo a qué se refiere, ¿Un donante? ¿Para qué? ¿De qué? Continuó observando a Caesar, esperando que cambie sus palabras o se explique. De pronto un pensamiento más oscuro invade mi mente. Las palabras llegan a mis labios antes que a mi cabeza.
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Nobilis
Science FictionEn un régimen estable, donde la calidad de vida es alta y la guerra es solo un mito de antaño, Aletheia es una adolescente a puertas de un compromiso por el que lleva años trabajando. Ella hará lo que sea necesario para asegurarse un lugar entre los...