Día 73.

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El sonido de los cubiertos me taladra los oídos. Hay risas de todo tipo y no logro concentrarme en la charla. En mi vida había sentido tanto miedo como ahora y me preocupa como esa sensación vibra en cada hueso de mi cuerpo. Estoy tan alerta como me es posible. Meseros van y vienen; me tensa su presencia. Aflojo la corbata en espera de mejoras; nada. Mi comida sigue intacta y fría sobre la mesa. Erick sonríe mientras entrelaza su mano con la de su esposa, esta le devuelve la sonrisa. El juez, cuyo nombre no me importa ni recuerdo, está a mi lado, bien centrado en la charla; de vez en cuando me mira para saber mi aprobación y asiento intentando ser convincente. Realmente no sé de qué va su conversación. El doctor Kirk charla con la pequeña que aún conserva el yeso y de vez en cuando se ríen. Son asquerosamente dulces. Miro mi reloj con disimulo. Apenas y llevamos dos horas en esta cena. Le doy un trago al vaso con agua.

─ ¿Sucede algo, Hoying? ─ interviene Erick. Carolina se queda atenta a mi reacción. Ella también piensa que el tiempo se está desperdiciando. No despego el fin cristal de los labios hasta que pienso en la respuesta. Las dos pequeñas también están atentas y Kirk sigue con su inmutable seriedad.

─ Sigo algo...conmocionado. Eso es todo. ─ una mesera llega y se lleva mi plato para calentarlo. No me opongo y le agradezco con un asentimiento de cabeza.

─ ¡Hombre, ganamos el caso! Ese pequeño bastardo esta tras las rejas ahora y para el resto de su insignificante vida. ─ vocifera Erick con más regocijo del que le había visto y escuchado nunca. La chica del noticiero se acerca a paso veloz hacia la mesa. Me apresuro a responder porque no apetece una entrevista, ni siquiera estar presente. Todos alzan las copas en un brindis, celebrando una farsa de algo que, aunque debería de alegrarme enormemente, solo consigue enfurecerme. No les imito.

─ Por eso mismo. He estado quince años persiguiéndole y de una hora a otra lo conseguí. Ahora entiendo a lo que se refieren cuando dicen que la vida pierde significado al terminar algo. ─todos ríen en la mesa, pero no ha sido un chiste ni de lejos.

─ ¡Por aquella grabación que nos dio el juicio! ─anuncia Erick. Alzo mi copa, pero sigo sintiendo la mirada del menor fulminándome con asco. Me sorprende bastante el ánimo que todos presentan, en especial Erick quien parece más despreocupado de lo que recuerdo haberle visto antes.─ En honor a tu familia, Scott.

Mi celular comienza a sonar. No veo de quien se trata pero agradezco enormemente que llamen en ese mismo momento. Me disculpo con todos y me levanto para retirarme. Cuando giro choco con aquella cabellera rubia del noticiero y sin poder evitarlo su copa de vino se derrama sobre mi traje. Me alejo un poco, pero la copa ya está en el suelo y el líquido morado sobre mi traje. Siento seis pares de ojos mirándome, expectantes. Primero los miro a ellos, no veo a Carolina por ningún lado. El restaurante completo guarda silencio. La chica ni siquiera parpadea y su maquillaje se pierde bajo su sonrojo. No dice nada, sus labios están abiertos y llega un punto en el que parece ni siquiera respira. Cubre su boca con sus manos y pide disculpas. Intenta ayudar con una servilleta pero la detengo sosteniendo sus manos y siendo tan sutil como me es posible. ─ Déjalo, está bien. Si me disculpan, tengo que contestar.

Me alejo, todos miran atentos la escena y a la chica que se queda paralizada en su mismo lugar. Al pasar las miradas también se dirigen a mí y doy zancadas más largas. He perdido la llamada, pero no pasan más de cinco minutos antes de que vuelva a llamar. Escucho unas zapatillas avanzar con rapidez detrás de mí. Siguiéndome. Contesto la llamada.

─ ¿Diga? ─ la puerta se abre a mis espaldas y vuelvo a escuchar sus disculpas. Las ignoro por completo y cubro mi oído con mi mano para poder escuchar mejor. No le importa a la chica y se cruza de brazos enfrente de mí, mordiendo su labio y golpeando su zapatilla contra el asfalto. Reconozco la manera agitada en la que respira atreves del teléfono.

Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora