Epílogo.

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Sigo esperándolo sentado en aquél incómodo banquillo blanco, con el cuerpo encogido y el corazón latiéndome a mil por hora. La recepcionista me lanza una sonrisa amistosa y asiente con la cabeza. Me pongo de pie rápidamente. Sujeto las carpetas de color ámbar con ambas manos. Apenas y le reconozco cuando lo veo acercarse. Me mira y se queda congelado; me habían prohibido visitarlo por un tiempo para que se notara el progreso; hace más de un mes que no lo veía. Había esperado mucho para este momento.

El primer paso me cuesta bastante. El resto parece ser involuntario; cuando menos espero ya lo tengo nuevamente entre mis brazos. Beso su frente y me inundo en su aroma; tal como lo recuerdo. Siento cierta melancolía carcomerme por dentro.

─Volviste─ susurra a mi oído. Tampoco su voz ha cambiado; me alegro y tengo la sensación de que el resto tampoco lo haya hecho.

─ Prometí hacerlo. ─ respondo sin poder evitar que me tiemble la voz.

El camino hacia el auto es demasiado tranquilo; demasiado cómodo para ambos. Nos encontrábamos a la distancia perfecta; demasiado cerca para negar un vínculo y suficientemente lejos como para aceptarlo aún. Lo es igual el trayecto hacía la casa; se limita a observar el camino desde su ventana, intentando absorber el sol con sus manos. Me recuerda la primera vez que lo lleve al bosque la noche que se revelaron tantas cosas... Tantos recueros se reviven, tantas heridas se abren y otras tantas se cierran. Regreso la mirada al camino. El peso de los papeles sobre mi regazo parece ser cada vez más pesado.

─ Llegamos. ─ anuncio, tomando su mano entre la mía. Se sonroja ante el tacto. Bajo del auto y abro su puerta. No me mira a mí; estudia cada centímetro de la casa. Desde el jardín con apenas un par de flores, hasta la fachada de la casa. Después de que parece memorizar cada detalle, me mira, como si me pidiera permiso.

─ Es tu casa. Adelante. ─ le tiendo las llaves y lo sigo hasta la puerta. Lo detengo justo antes de que esta se abra.. ─ ¿Que harás ahora? Ha pasado bastante tiempo y bastantes cosas. ¿Tienes planes?

─ No lo sé... ¿Qué cosas pueden suceder en la emocionante vida de Scott Hoying? Luego de todo lo que paso hace cuatro años, dudo muchísimo que cosas emocionantes puedan suceder.

─ Creeme, no sabes lo emocionante que es estar doce horas tras un escritorio.

─ Entonces buscaré un empleo...─ comenta con simpleza y gira el pomo de la puerta. La cierro nuevamente. ─ ¿Quedo arrestado por algo de lo que no me he enterado?

─ Hablo enserio... cuatro años dentro de rehabilitación... Dijiste querer empezar de cero el día del ultimo juicio.

─ Lo recuerdas. ─ se vuelve hacía el suelo y luego pasa sus brazos por mi cuello. Se pone de puntitas y junta nuestros labios.

─ Creo que ahora recuerdo otras tantas cosas más...

Pero todo se detiene ahí. Lo tengo a tan solo centímetros de mí, pero no me siento incitado. Solo quiero ver que todo él sea como antes; igual de perfecto como hace tiempo. Nos quedamos en silencio, intercambiando miradas.

─ Quiero empezar de cero. ─ afirma sonriente.

─ ¿Estás seguro?

─ Si.

─ Bien...entonces espero que esto te sirva como un buen inicio. ─ le entrego el sobre que había estado cargando. Duda antes de tomar el sobre entre sus manos. ─ Ábrelo.

Hace lo que le pido y saca las hojas que vienen dentro. Comienza a leer detenidamente y sus ojos se cristalizan poco a poco. Cubre su boca con ambas manos abre la puerta de golpe.

─ ¿Dónde está? ─ chilla alarmado. Corre por toda la planta baja, buscando desesperadamente por todos lados. ─ ¿Dónde está, Scott? ¿Arriba? ─Comienza a subir las escaleras de tres en tres peldaños a la vez. Lo sigo a mi paso. Lo encuentro justo en el umbral de la puerta de la habitación de invitados. Está inmóvil. Me pongo detrás de él y lo abrazo por la espalda.

─ Es lo más cercano a una familia que puedo darte. ─ Le digo al oído y beso su cuello. Se cerca a la pequeña que juega con un peluche. Sus rizos oscuros caen sobre su pequeña frente, pero parece demasiado inmersa para prestarle atención. Nos mira a ambos con sus lindos ojos azules y sonríe levemente.

─ ¿Papi Mitch? ─ balbucea y apenas se le entiende. Mitchell se acerca y la alza entre brazos. Asiente con la cabeza repetidas beses y besa la mejilla de la pequeña. Vuelve hacia mí y nuevamente me besa. Gesticula un "gracias" inaudible y recuesta su cabeza en mi hombro. Así quedamos un buen rato.

Sigo con la misma pregunta dando vueltas en mi cabeza ¿Qué sería de mí si hubiera cumplido mi promesa de acabar con él? Es algo inimaginable.

Estaba en busca de Mitchell Grassi...no de mi perdición, ni de una nueva vida, ni de un nuevo comienzo. Pero tal parece que van de la mano.

Y lo encontré todo sin siquiera buscarlo realmente.


Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora