Día 480.

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La luz parpadea. Sombras lúgubres iluminan su rostro, pero ahí sigue su enorme sonrisa. Se me revuelve el estómago de solo verlo y la cabeza me da vueltas al imaginar que tengo que hablar con él Daría lo que fuera para borrarle esa sonrisa socarrona de la cara. Estamos a solas en aquella pequeña habitación, con una mesa de por medio y cámaras de vigilancia. Ahora la persona correcta viste el traje de presidiario. Erik cruza sus brazos detrás de su cabeza e inclina la silla. Su mirada lanza destellos de cinismo. Aprieto la bolsa que tengo en mi mano y me siento enfrente de él.

─ Enhorabuena, Scott. Pensé que nunca vendrías a visitarme ─ saluda, juntando sus manos, fingiendo gratitud. Ninguno se siente entusiasmado en lo más mínimo por la visita del otro.

─ Te diré lo que creo que sucedió y tu dirás cierto o falso, según mi argumento. ─digo, evadiendo su saludo.

─ Como quieras. ─responde, acomodando la silla y prestando atención. Aclaro mi garganta e intento ordenar mis ideas. No sé qué preguntar primero. Así que comienzo por lo más obvio:

─ Todo esto...¿fue tu culpa?

Su sonrisa se ensancha y se inclina sobre la mesa. No me digno a mirarle a los ojos; no merece siquiera una mirada de odio. Se me empañan los ojos de lágrimas y alzo la cabeza, intentando evitar que salgan.

─ Rotundamente cierto, Hoying.

─ Jugaste con Mitchell.

─ Cierto.

─ Le hiciste creer que era por un bien.

─ Falso. ─ responde luego de emitir el sonido que utilizan los juegos para marcar un error. ─ Él creyó lo que quiso creer.

─Jugaste con su mente, haciéndole creer que su hermana lo acusaría de sus errores para, así conseguir lo que quisieras de él.

─ Cierto.

─ Siempre supiste que está enfermo.

─ Cierto.

─ Lo utilizaste como una tapadera.

─ Cier....Espera, ¿Qué?

─ Por eso te importaba tanto meterlo a la cárcel. Yo siempre creí que había sido alguno de ellos; me apoyaste en mi estúpida idea porque sabías que si lo metíamos a la cárcel yo olvidaría todo esto y nunca dudaría de mi mano derecha.

─ No es del todo mentira. Yo también tengo mis razones para meterlo en la cárcel...y esas razones tienen nombre y apellido.

─ ¿Qué quieres decir con aquello? Suena muy estúpido.

─ ¿Qué ocurriría si te confieso que tu difunta esposa te engañaba, mientras tú y ella salían, con tu mejor amigo? Claro, si es que me consideras aquello y no un simple colega. ─ Definitivamente eso nunca lo vi venir. Se me va el alma a los pies y aprieto los puños. ─ Beth fue una muy buena amante ¿sabes? Y Amber una muy buena hija.

─ Sabes que si los metes a ellos tienes las de ganar. Pero sé que esto es una de tus bromas; un truco. No caeré en esto de nuevo, Erik.

─ ¿Por qué crees que su padre se vio obligado a casarte con ella? Beth nunca le dijo que Amber era mi hija. Yo aún estudiaba y era un vago; en cambio, tu trabajabas y podías darle buena vida. Ella se vio tan necesitada de dinero que fue corriendo a tus brazos como la santurrona que aparentaba ser. Amber no fue tu hija, Scott. Fue mía y Beth nunca te correspondió...

─ ¿Entonces por qué la mataste?

Abre los ojos con sorpresa y alza ambas manos, quitándose todo cargo. Una nueva pieza extra a este retorcido rompecabezas le da un poco de color a todo.

Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora