Día 438.

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Me lo sigo repitiendo una y otra vez. No debí de haber regresado. No debí de haber contestado aquella llamada que, con urgencia y sin explicaciones, me ordenaba regresar. Quisiera regresar a la contaminada Manchester, no estar aquí. En específico, en este edificio.

Me guían entre aquellos asquerosos pasillos por los que pase la mayoría de mi vida; me escoltan, intentando protegerme...de mí mismo. La puerta se abre con un rechinido y entro a traspiés. Hay una mesa en el centro, y ahí todos observan la escena como si fuera un espectáculo. Enfrente se encuentra un ventanal polarizado; yo lo veo, él no me puede ver. Me resulta irreconocible y apenas hace un año que no lo veo. ¿Qué le habrán hecho para que esté tan demacrado? Me les uno, aferrándome al cristal. No me importa tapar aquella atroz escena. Mira a todos lados, asustado y buscando una salida. Grita cosas que no logro escuchar; escapa de cosas que no puedo ver; huye de cosas de las que no lo puedo salvar. Hay hombres con bata que lo acompañan en aquella estrecha habitación. No hay nadie dentro pero sus labios no dejan de moverse en una charla. Miro la mesa, rodeada del personal con el que alguna vez trabajé; Alex entre ellos. Me mira con el ceño fruncido y al instante aparto la mirada. No me creo que sea el mismo Mitchell de tiempo atrás. Todo rastro de calidez que existió algún día en su piel.

─Quiero escucharlo. ─ Uno de los hombres se pone de pie, se acerca y me tiende unos audífonos. Me tiemblan las manos y tardo bastante en poder ponérmelos. Los nervios se me ponen de punta en cuanto vuelvo a escuchar su voz. No ha cambiado y se reviven recuerdos que yo daba por muertos. Es una sensación inefable.

«Danika... ¡Regresa!.... ¡Da...Danika! ¡Ayúdame! Evvan... ¡Ayúdenme a salir de este lugar!... ¡Juro que yo no los maté! ¡Ray! ¡Ray, diles que yo no fui! ¡Diles que me obligaron! ¡Danika y tú me obligaron! ¡Sáquenme de aquí! Tienen que ayudarme a salir... ¡No! ¡No se vayan! Esperen...» corre hacia una de las paredes y con todas sus fuerzas patea aquel asqueroso muro. Comienza a gritar tantas maldiciones como se sabe y con ambos puños golpea hasta que pierde el aliento y se deja caer de rodillas. Casi logré escuchar cómo sus huesos se rompían y como la impotencia comenzaba a ahorcarlo. Sigue golpeando con las palmas, levemente. Y les llama una y otra vez; pide que se queden y que lo saquen. Me desgarra por dentro; sus gritos doloros me piden rescate. Rescate que yo no puedo darle. Estoy a punto de sacarme los cascos cuando repite algo que me lleva de regreso a la noche del juicio: «Scott....Sálvanos. Sácame de aquí.»

─Ya basta. ─ me quito los audífonos y seco el sudor de mi frente con las mangas de mi camisa. Me siento sofocado y el espacio parece comenzar a cerrarse. ─Deténgalo...se va a hacer daño.

─ ¿Cómo quiere que detengamos algo que ni siquiera comenzamos? ─ espeta molesto un hombre desconocido y regordete.

─ ¡Dróguenlo o algo, pero deténgalo ya! Se va a hacer daño. ─ señalo al cristal con desesperación irracional y trabajo por calmar mi respiración.

Todos comparten una mirada íntima; confundidos comienzan a murmurar varias cosas. Alex se pone de pie y me hace una seña para que le siga. Le hago caso; estoy dispuesto a seguirlo con tal de no tener que soportar esto ni un segundo más. Tengo que alejarme de esa puerta tanto como me sea posible, y nos dirigimos al exterior del edificio.

─ Scott... ¿Te encuentras bien?

Comienzo a negar con la cabeza. No debí de haber regresado. ¿Entonces, por qué lo hice? Debí de quedarme allá. Lejos de todo este desastre que se llevó quince años de mi vida. Paso las manos por mi cabello despeinado. Él se recarga en la pared y yo quedo enfrente de él, estando a punto de colapsar.

─ ¿Qué les urgía tanto? ¿Por qué me pidieron que viniera a verlo?

─ Mitchell ha estado bajo observación durante el tiempo que has estado fuera. Desde la noche que cerraron el juicio... la noche en que...─ se aclara la garganta y se cruza de brazos. Ha muerto tanta gente inocente por mi culpa. Lo que menos me apetece es recordar todo aquello. Sus ojos se cristalizan y comienza a mover impacientemente el pie izquierdo. ─ murieron tantas personas inocentes en el restaurante...Tuviste suerte de irte a tiempo. La esposa de Erik no tuvo tanta suerte. ─Como si no supiera aquello. Asiento con la cabeza, pero no doy condolencias. Comprendí que no tiene sentido hacerlo; no tiene otro fin más que recordar que alguien ha muerto y es estúpido disculparte por una pérdida que no tiene remedio. ─ Me enteré de que te fuiste todo el año. Desde esa noche no volvimos a saber de ti.

Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora