Día 444

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Me veo obligado a esperar hasta el día siguiente. El sol apenas brilla y lo único que se respira es el petricor después de una lluvia. Todo el camino me dedico a no pensar en nada que no sean las palabras exactas para hacer pública mi conclusión. Alex es fundamental en el plan y Erik tiene que cooperar para que todo salga bien.

Acelero más del límite y aparco antes de llegar. Lo único que me preocupa en este instante es saber que están bien. Anoche Evvan me dijo que los habían dejado en un bosque. Por primera vez anhelo que haya ruido en todo mi bosque porque el silencio me pone histérico: le da rienda suelta a mi mente, haciéndome imaginar lo peor que puede suceder. Procuro hacer ruido al pisar. A lo lejos visualizo una Van blanca; casi veo el movimiento desde mi lugar. Hago lo posible por avanzar deprisa, pero el no haber dormido la noche anterior lo dificulta. Los cristales están empañados, pero Alex se ve claramente. Están en distintos puntos de la camioneta, amordazados y bien atados a su lugar. Como si dejarlos solos en lo más remoto del bosque no bastara. La puerta de la camioneta abre al instante. Alex queda libre y se encarga de soltar a las chicas. Él toma una bocanada de aire y se prepara para hablar. Le interrumpo:

─ No hay tiempo de agradecimientos ni formalidades. Tenemos que irnos. ─ se apean del auto y me siguen. A cada paso pierdo el valor para hablar con Alex y Carolina. No creo que llegue a perdonarnos pronto. Quizás nunca lo haga. Para eso practique todo el trayecto, precisando cada palabra y cada gesto para ser creíble. Ahora quedo congelado, justo cuando todos estamos en mi auto y las chicas duermen. En la radio suena una canción de un ritmo firme y marcado. Lo que necesito es algo que me empuje a hablar.

─ El menor de los Grassi....─ comienza a decir. Su voz se quiebra. Me sorprende lo sensible que puede ser. Compruebo por el retrovisor que sigan dormidas. Da igual, tarde o temprano se darán cuenta, pero no quero ser yo quien se los diga.

─ No ha sido ninguno de ellos. ─ respondo. Me regresa una mirada incrédula y parece a punto de burlarse.

─ Lo he visto y era uno de los Grassi. ─ insiste con la misma mirada.

─ Sé lo que has visto, pero no es lo que parece. No son los culpables. Siguen órdenes. Trabajan para alguien, Alex. Créeme.

Se queda en silencio, intentando comprender lo que le digo. Suspira y parece volver a procesar las palabras.

─ Anoche fuimos a casa de Erik. Nos pidió que fuéramos...Todo se veía muy normal. La luz apagada. Copas sobre la mesa. Le llamé luego de unos minutos. Dijo que estaba comprando unas cosas para la cena, que no tardaría en llegar. Alguien entró en silencio y fue cuando tomaron a Carolina y a las pequeñas. Dos de ellos se las llevaron y el tercero se encargó de hacerme manejar.

─Así si los denuncias tendrán pruebas de un auto secuestro. ─ concluyo por él. Asiente con la cabeza, aún absorto en el recuerdo. Mike, Dannie y Evvan se encargaron de esto. El desorden que encontré en la habitación estuvo detrás de alguien más; alguien que me conozca lo suficiente como para saber mis debilidades y lo que me causa paranoia total. No puede tener más sentido. ─ Pero no les hicieron daño ¿cierto?

Niega con la cabeza. ─ Ninguna cuerda es suave, supongo que nos ha ido bien. Fuera de eso no nos hicieron daño.

Es el último comentario durante, al menos, diez minutos de regreso a casa. El día sigue igual de nublado.

─ ¿Cuándo comenzará el juicio de Mitchell?

─ En tres días. ─ replica tajante y se vuelve a su ventana. La relatividad del tiempo cae de lleno sobre mis hombros. Apago la radio y acelero un poco.

─ Alex, por mera curiosidad... ¿Entregan las pertenencias de los muertos a los agentes?

─ Solo a familiares. Vaya curiosidad la tuya, que retorcida pregunta me has...─ interrumpo dando paso a un torrente de preguntas más extrañas y triviales.

─ En el hospital tienen acceso a expedientes. ¿Cierto?

Se queda pensando un rato, como si no pudiera, o aún dudara, el confiarme información como aquella. Se hunde en su asiento y muerde su labio inferior. No insisto para una respuesta, pero me urge que hable.

─ Depende a que expedientes te refieras. ─ consigue decir después de un rato.

─ Antecedentes penales, historiales, biografías que se actualizan cada cierto tiempo. Cualquier tipo, Alex.

─ Si. Solo algunos departamentos lo tienen.

─ ¿El tuyo lo tiene?

─ Si. Soy el encargado de ese papeleo la mayoría del tiempo.

─ ¿Desde hace cuando conoces a Erik Aberny?

Mi pregunta lo pilla de sorpresa y tarda un poco más en responder. Se encoje en hombros y le da poca importancia.

─ Quince años, supongo. Un año más, un año menos. Da igual. ¿De qué va tu cuestionario? ¿Qué hice ahora?

Intento prestar atención al camino, por más fingido que sea mi desinterés a sus respuestas. Las fechas, según mi agenda mental y mi memoria, concuerdan encajan mejor de lo esperado.

─ Cometimos un error. Encerramos al equivocado, Alex.

─ ¿Quieres decirme que te hizo cambiar de opinión? Hace un año no hacías más que alardear de que lo habías atrapado y ahora...

─ Si, ha sido Mitchell. Solo escúchame y cierra la boca ¿quieres? ─ Parece ofendido, pero las circunstancias hacen que le reste importancia. Tomo aire, pero solo es algo superfluo. ─ Sabes...sabemos que está mal, que tiene esquizofrenia y que no es consciente. Él admitió haberlo hecho, pero jugaron con el todo este tiempo. Ray y su hermana jugaron con él desde la muerte de su padre y de su hermana. Básicamente jugaron con nosotros. El juicio fue algo estúpido y el dinero con que lo compraron se fue a la basura. Lo que quiero decir es que el verdadero culpable es Ray. De alguna manera, en tres días, -durante el juicio- tenemos que cambiar el juicio y hacer que él quede en prisión y...

─ ¿Quién es Ray? ─ corta Alex cruzado de brazos, notablemente perdido.

Compruebo una vez más que sigan dormidas. Pero para mí mala suerte van despiertas y me miran atentamente. No hay duda de que han escuchado toda la conversación. Exhalo un suspiro y detengo el auto. Me vuelven a temblar las manos y no sé dónde debería enfocar la mirada. Por desgracia termino mirando el retrovisor.

─ Erik Aberny.



Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora