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Aparco una cuadra delante porque mi mente se ocupa lo suficiente como para conducir e intentar asimilar lo que vi y mis manos apenas pueden mover el volante. Cuando el motor se apaga por completo presto atención a mis pensamientos y me percato de que había estado conteniendo la respiración desde qué vi a Erick riñendo con los Grassi. Nunca había querido estar tan equivocado como ahora; ruego para mis adentros que lo golpeen y que yo esté mal. ¿Él está de mi lado, verdad? Un escalofrió, seguido de un muy mal presagio me recorre la espalda. Por favor, que solo se haya metido en problemas, repito una y otra vez en voz baja aunque la respuesta está en mis narices y no quiero aceptarla. Siento como el sudor frío me recorre la espalda y la sangre baja al suelo. Suelto un suspiro y me cubro la cara. En el asiento del copiloto descansa la bolsa con el brazalete y las cadenas plateadas que hace un año encontré en su camioneta. Todo debería de ser un malentendido ¿cierto?

La cabeza comienza a punzarme y el estómago me duele. No recuerdo haber comido nada en las últimas veinticuatro horas. Una melodía peculiar me saca de mis pensamientos y leo el mensaje.

"Puedes pasar x Sweet Angel de nuevo, Scott? XoXo Carolina"

Respondo tan rápido como mis nervios me lo permiten. "Bien. Los veo en 20." Lanzo el celular de regreso al asiento y procuro no estrellar el auto contra lo primero que veo al volver a poner el motor en marcha. Miro por el retrovisor pero ya no hay nadie en la esquina; el viento se encargó de desaparecerlos. La avenida cherry está demasiado atascada y el tráfico no parece mejorar en las calles siguientes. Vuelvo a tomar el celular con miedo a que me llamen.

"Creo que los veo luego." Escribo y lo mando. Vuelvo a concentrarme en el camino. Tardo veinte minutos en llegar a la cafetería. La campanilla suena en cuanto abro la puerta. Me alegra que no haya tanta gente en el local; no creo soportar otra multitud por el resto de mi vida. Paso mi mano por mi cabello por mera costumbre. El haber adoptado la costumbre de andar con la cabeza gacha no me agrada, pero justo ahora el contacto visual no me parece una opción. Comienzo a jugar con mis manos, pero una mirada se clava en mi espalda. Hay más ruido del que debería, charlas, risas, quejas. Tardo en darme cuenta que se dirigen a mi y me preguntan mi orden. Le respondo distraídamente y me vuelvo hacia la mirada que sigue atravesándome sin intentar discreción. Me parece conocida aún escondida entre su cabello enmarañado y su mirada gacha pero firme. Las pecas que decoran su rostro y su pequeña nariz ya las he visto antes.

─ ¡Señor! ─ tiran de mi brazo. Me disculpo y tomo las bolsas. Aún siento su semblante expresivo sobre mi persona. La he visto antes y la duda escose en mis recuerdos. Por algún motivo vuelvo a ver a Erick y a los Grassi. Simple paranoia tras el recuerdo. Sostengo la mirada hasta que ella sale de la cafetería y, andando a largas zancadas, se aleja por la avenida Rewards. La sigo, saliendo al cálido aire que nos envuelve, con un solo objetivo: saber quién es y por qué creo conocerla. La tomo por el hombro y logro que se detenga. Se me dispara el corazón al verla de cerca. Abro la boca al intentar replicar, pero el aire apenas consigue llenarme los pulmones. Siento un balde de agua fría caerme en la espalda. Ella también parece quedar inmóvil. Sus ojos se abren cual platos y comienza a negar levemente con la cabeza. Paso mi mano por su brazo y ella se estremece.

Es real.

─ Annie. ─ consigo decir luego de cerciorarme que no estoy alucinando. Su piel está caliente y sus pulmones funcionan. Sigue negando con la cabeza. La envuelvo con mis brazos con temor a que desaparezca de un segundo a otro. ─ Tiene que ser una broma de mal gusto. ─ suelto entre dientes y la aprieto más conmigo. ─Dios, estás viva.

─ Mierda. ─ susurra aún paralitica, sintiéndose, quizás, oprimida. Definitivamente no pensé que fuera a decir eso; de todos los saludos que pudo haberme dado tras un año y su supuesta muerte; una mentira que tuvo daños letalmente reales. Me empuja y cedo al instante. Comprendo que el encuentro es realmente inoportuno, más aún por lo que vi minutos atrás.─ Scott...tienes que irte. Tú...tú nunca me viste ¿entendido?

─ ¿Lo sabe?

─ Scott. Tengo que irme. ─ tomo sus brazos y hago que me mire. El miedo brilla en su semblante y comienza a tiritar sin importar que el calor se abrazador.

─ ¿Lo sabe? ─ repito más firmemente. Aparta la mirada y forcejea para que la suelte. Asiente con la cabeza y continúa removiéndose para liberarse. La suelto. ─ Annie, tienes que decirme que está ocurriendo.

─ Yo...─ titubea y sacude la cabeza bruscamente. ─ van a hacernos daño a ambos si saben que me viste. ─ toma mi camisa y me jala a la parte trasera del recinto. El sol le da color a su piel y sus ojos avellana brillan bajo los rayos de sus cabellos. Me jode que ambos seamos tan cobardes sin importar que tengamos la solución en nuestras narices.

─ Tus hijas están destrozadas. ─ comento, captando su atención. Las lágrimas rebozan de sus mejillas y golpea mi pecho tantas veces como sus delgados y frágiles brazos se lo permiten. La detengo porque ella se hace más daño de lo que a mí. Su presencia solo me clava una incógnita en la cabeza: ¿Cuántas más personas han fingido su muerte para doblegarme ante el dolor?

─ ¡Cierra la boca! ¡Cállate! ─ ordena con voz rota. ─ ¿Crees que no me jode? ¿Crees que yo elegí alejarme de ellas haciéndoles pensar que estoy muerta?! No seas idiota...por una vez en tu vida abre los ojos y haz lo correcto, Scott.

Dicho eso, sale corriendo. Ni siquiera doy un paso para intentar detenerla. Me aterra estar tan seguro de lo que voy a hacer y de mi paradero. Entro en el auto y arranco en seco.

─ Alex. ─ le llamo mientras aporreo la puerta. Me detengo espero a que me abran. Mis rodillas siguen franqueando, que no respondan no calma mis nervios.─ ¿Alexander? ─ vuelvo a golpear la puerta. Les llamo nuevamente, cada vez más y más fuerte con la esperanza de que abran la puerta. No se escucha el ruido de la televisión; descarto la idea de que vean una película.─ ¡Alex!

Tiento mis bolsillos y saco un manojo de llaves. Con manos temblorosas logro abrir la puerta y precipitarme dentro dela habitación. Recorro las recamaras intentando tranquilizarme; está completamente vacía. No están por ningún lado. Mi paranoia no me permitió ver la nota que descansa sobre la mesa. Tomo entre mis manos el papel arrugado y que reza con letras grandes y rojas:

«Fuimos a casa de Aberny. (: » Por alguna razón eso solo logra alterarme más. Releo la hoja para que no haya ningún error, pero ahí siguen las brillantes letras rojas, inmutables y burlonas. Bajo las escaleras tan rápido me es posible y, nuevamente, pongo el auto en marcha. No recordaba que su casa estuviera tan alejada ni que hubiera anochecido tan de repente. La noche parece nublada y apenas una que otra estrella logra burlarse de las nubes. Aparco justo enfrente y espero a que se me ralentice la respiración. Ver su rostro demacrado y lleno de moretones, mostrándose aterrado y sumiso me calmará más que verlo intacto y sonriente con la victoria y el cinismo rebosando de sus labios. Nunca había odiado tanto las escaleras. La escaza luz que baña las calles no es suficiente. Me detengo en seco cuando veo que la puerta de su casa ni siquiera está cerrada del todo. La toco y cede con facilidad abriéndose de par en par. Tela desgarrada, Reunite por los suelos, cristales echos añicos y las luces encendidas. Con cautela me aproximo a la cocina, con la falsa esperanza de que sigan ahí, resguardándose de lo que sea que haya ocurrido, pero solo encuentro un desastre mayor. No me explico como el vino tinto haya manchado la cocina y la sala, claro, si es que siquiera es vino y no sangre.

Escucho el crujido del suelo de madera a mis espaldas y un chasquido metálico que me hiela la sangre. Sigo dándole la espalda al sujeto. Analizo mi entorno; no creo poder defenderme con un par de almohadas hechas trizas; yo y mi mala costumbre de dejarme las armas en el auto. Alzo las manos lentamente dándole las de ganar.

─ Pero que lindo encontrarte acá. ─ brama Evvan con sarcasmo y voz no precisamente meliflua. ─¿Te gusta la decoración? No me ha demorado mucho. ¡Vaya que esa chicasabe gritar! Quizás su cadáver les dé de que hablar.



Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora