Día 5.

286 26 11
                                    

Estar en aquella banca gastada me recuerda a muchas cosas. Unas tantas buenas y otras tantas mejores. Solo cosas buenas que me apetecía recordar... aprieto los bordes con mis manos pero no puedo evitar regresar en el tiempo... era como querer algo aun a sabiendas de que podía lastimarte. El ardor del sol pasa a segundo plano, no es mi piel requemada lo que me lastima, son los recuerdos y las imágenes que nublan mi mente. Sigo sin aceptarlo. Nunca lo podría aceptar; sigo sin aceptar lo de mi esposa, sigo sin aceptar lo de Ryan...han pasado días y por lógica no podría aceptar lo de Amber.

Me pierdo entre los recuerdos dejando de lado la rutina.

Veo a la pequeña de mi hija corriendo con su linda falda con flores, escapando de su hermano menor. Jugaban a pillarse mientras mi esposa los miraba y les repetía por enésima vez que tuvieran cuidado. No nos escuchaban. No les importaba nada lastimarse la rodilla con tal de seguir corriendo y jugando.

─ ¡Ryan, ten cuidado con tu hermana! ¡Amber, ten cuidado con tu hermano! ─grité sin asomo de enojo en mi tono de voz. Ellos no se detuvieron. Amber perseguía a Ryan sin importar que su falda ya estuviera sucia. Me descuidé un poco y le sonreí a Beth. Siempre tan sonriente, tan hermosa y tan mía. Solo mía, mi esposa y compañera eterna. Porque todos queremos que las cosas así sean ¿no? Eternas. Todo aquello que nos llene de gozo es lo que queremos que no tenga fin, que estén siempre ahí para nosotros y nos confiamos tanto de ello que lo descuidamos y cuando lo perdemos su ausencia nos duele a muerte.

Escuché un llanto proveniente de Ryan, quien llamaba a Amber y rápidamente miré a su dirección. Ella estaba sentada en el suelo, con sus piernas estiradas pero cerradas. Un fino puchero deformaba sus labios rosados y no lloraba. Ryan la miraba con temor, pensó que la había roto o algo porque la miraba con cuidado y admiración.

─Amber. ─ dije y corrí hacía ella. Sus dos rodillas estaban raspadas y al rojo vivo que se aminoraba por la tierra y restos de pequeñas piedras. No se quejaba del dolor. Solo respiraba entrecortadamente y miraba las palmas de sus manos que igual derramaban un fino halo de sangre.

─ Yo no quería empujarla...perdón, Amber. ─ declaró Ryan mirando al suelo.

─Está bien, Ryan. ─dijo bondadosa la pequeña y se puso de pie sin ayuda. La tomé en brazos mientras Beth tomaba la mano de Ryan.

─Vamos a casa. ─dije finalmente. Y ahí nos dirigimos, en silencio pero uno que nos dejaba a todos pensar. No sé si pensábamos en lo mismo en aquel instante y no es como si realmente me preocupara de ello. Decidí romper el silencio preguntándole a Amber; ─¿Te duele?

─ Solo duele un instante. ─respondió y no obstante Amber cayó dormida sobre mi hombro.

Era una linda niña. Podía ser tan dulce, tierna, sentimental e inocente, ó tan madura, fría y distante. Era inigualable, inalcanzable y perfecta. Y ese era el problema; no sus cualidades...sino que Era. Era todo aquello...Mierda, todo se convirtió en un "era" dejando de lado el "es", todo lo cambió por un "estaba" cuando podía ser un "está" mandándolo todo al carajo. Ya nada importaba. En la actualidad no podía decir que ella "ríe" porque sería mentir; ella "reía" y su risa "era" hermosa. Lo único que no cambiaría nunca es y siempre será que yo la amo y la amaré hasta el fin de mis patéticos días.

Regreso al maldito presente justo a tiempo para seguir con mi rutina. Corro a mi auto y subo a él. Ya era un cuarto para las diez de la noche. El tiempo se me iba escapando cada vez más de las manos. El sol ya había desaparecido completamente, dejando a la luna en su puesto. Era un simple juego de relevos y ambas se turnaban.

Lo observo mientras camina bajando la avenida Ives desde mi auto. Era algo que me hacía sentir enfermizo, pero no tanto como para dejarlo. Servía para mantenerme lo suficientemente distraído y así no tener que pensar en Amber o en cualquier otra persona.

Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora