...

134 13 4
                                    

Apenas van unos cuantos de kilómetros lejos del restaurante cuando a lo lejos veo una ambulancia con las sirenas a todo color. Freno un poco el auto y estaciono en una cochera vacía. La culpa me comienza a consumir cubriendo un poco el fuerte latido del miedo. Se dirigen justo de donde yo vengo y es más que obvio que algo sucedió en el restaurante. Cruzo mis manos sobre el volante y pongo mi cabeza entre ellas. Rezo como nunca lo he hecho por miedo a que les hayan hecho daño y de igual manera pido que no me encuentren ahora. Le siguen un par de patrullas y otro par de ambulancias. ¿Habrá heridos? Y en el peor de los casos ¿Cuántas personas habrán muerto?

Reacciono justo cuando estoy a punto de estrellarme con un árbol. El frío se cuela por la ventanilla y el petricor que antes me daba tanta seguridad, se vuelve algo denso y repugnante. Pensé conocer mi bosque, pero esta noche parece traicionero e incierto. Conduzco con cuidado entre los árboles. Me tiemblan las manos y la paranoia cala en cada uno de mis huesos. Veo un par de luces siguiéndome y a solo un par de metros de distancia. Intento acelerar, pero el crecimiento irregular de los árboles me detiene. Vuelvo a mirar al retrovisor; estoy absoluta y completamente solo, prefiriendo la compañía de árboles viejos a la de personas.

Espero que mi celular suene y que me informen que están bien, pero esa llamada nunca llega. Pasan los minutos como si se cargaran con plomo.

Lo logré. Está tras aquellas rejas como me lo propuse hace quince años. ¿Por qué aquel sentimiento de victoria no fluye por mis venas? ¿Por qué me siento tan...perdido? Ya ni si quiera me pasa por la mente acabarlo con mis manos...torturarlo parece igual de inútil.

Aparte del sonido del viento que hay afuera puede percibirse otro sonido. Apago el motor y me apeo del auto. Rápidamente encuentro de dónde proviene aquel efímero sonido; una llanta pierde aire. Abro la cajuela con la esperanza de que haya repuesto. Junto mis manos e intento cerrarlas. El frío me cala hasta los huesos y el clima parece ir en picada. Muevo algunas bolsas de la cajuela y para mi "buena suerte" hay un repuesto. Cambio la llanta dando pausas para calentar mis manos; no me arriesgo a sufrir una hipotermia.

Regreso a la parte trasera para acomodar las bolsas que se cayeron. Una pequeña se abre y tira su contenido. Tenues brillos plateados y dorados parten de aquel peculiar aro. Entre mis manos sostengo aquel brazalete que Carolina creía perdido. Bajo la luna, sus destellos son fríos y su historia lo hace aún más muerto. ¿Y si no mentía respecto a ella? ¿Y si en verdad hay una Grassi? Se me revuelve el estómago de solo imaginarlo. En todo caso, si ella existiese, la información que me fue proporcionada está incompleta...o es falsa. Cómo no se me ocurrió antes...me reclamo a mí mismo. Mitchell nunca confirmó la muerte de Amber.

Muevo más bolsas temiendo encontrarme con cualquier otro objeto que me haga arrepentirme aún más de haber tomado aquella decisión de haber hablado en su contra. Lo encuentro. Dos de tres cadenas plateadas. No me apetece saber dónde está la última ni mucho menos saber de dónde consiguió los objetos. Se me viene a la mente la noche que traje a Mitchell. Está cumpliendo su palabra sin darse cuenta de lo que hace; estando a distancia puede acomplejarme la vida.

"Si la muerte es un regalo, te juro que te haré la vida imposible."

Y vaya que lo está logrando.



Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora