Día 443

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Me presentó en casa de Alex días después de haber hablado con Evvan. Si, mis nervios tornaron rienda suelta y me habían hecho pensar que hacía frío porque hoy hay una cálida corriente de aire caliente que nos sofoca a todos. El sol tiene un brillo infernal; quema a cualquiera en solo cuestión de segundos. Como sea, no me apetece mucho tomar color. Aporreo la puerta repetidas veces antes de conseguir que se presenten en el umbral de esta.

─ Scott. ─ saluda Alex notablemente enfadado. Se suponía que a estas alturas comprendería mi visita y no estaría tan enfadado; las cosas deberían de ya haberse enfriado un poco. Escucho las caricaturas provenientes de su televisión; las chicas siguen aquí. Un alivio inmensurable me recorre y es notorio. Sonrió en espera de contagiarlo, cosa que no sucede y me cuesta lo mío. Nada de esto está siendo fácil para alguien. A todos nos está afectando más de lo que debería.

─ Traje el desayuno. ─ comento alegre, intentando de una manera fallida quitarle hierro al asunto. ─ ¿Puedo pasar? ─ alzo las bolsas justo enfrente de su cara. Suspira y aparta la mirada.

─ Te veo muy capaz de ello. ─ comprendo de qué va su juego y lo empujo para abrirme paso. Dejo las bolsas en el comedor y comienzo a sacar las cajas blancas con comida y café. Las acomodo poco a poco en la mesa, intentando que parezca un desayuno entre amigos.

─ Sé que te debo una disculpa. Y lo siento, ayer fui un completo patán al solo darte órdenes... Pero era algo muy serio. ─le explico sin dejar mover las manos en un intento torpe para tener la mesa lista.

─ Supongo que debió de haberlo sido. Cancelé una cita ayer con los que suponen ayudarnos a los estudios de Mitchell. ─ hago lo posible para no tensarme al escuchar su nombre. Muerdo mi labio inferior y sigo con mi trabajo.

─ No es, ni será su rata de laboratorio, Alex. No creo que deban de seguir buscando la respuesta a algo que tienen en sus narices. ─ me vuelvo a la sala de estar para dar por terminada la incómoda, pero de igual manera inevitable conversación. Carolina está mirando la tele mientras acaricia el cabello de su hermanita, quien duerme en su regazo. Noto que una venda cubre su brazo varias veces. Me lanza una mirada rápida y no parece la misma. Se me encoje el estómago al notar el destello de culpa que me atraviesa. Está pálida, más de lo que recuerdo haberla visto nunca. Si adelgaza un kilo más puede desaparecer ante mis ojos: si antes era delgada ahora no encuentro una palabra para describirla. Comienza a tararear una canción....la misma que Anne cantaba para las pequeñas. Había olvidado ese pequeño detalle por completo. ─ ¿Cómo lo llevan?

Alex comienza a negar con la cabeza y toma asiento en una de las blancas sillas alrededor de la mesa. Apoya sus codos en sus rodillas, y esconde su cabeza entre sus manos. ─ Carolina no puede con esto, Scott. ─ comenta acabado. Me dice que el año que no estuve en casa, las chicas vivieron con él, en su casa, ya que Erik ni si quiera podía mirarlas sin comenzar a maldecir o sin intentar agredirlas. Ni si quiera puedo imaginarlo sin sentir asco. Hablamos en un tono de voz tan bajo que apenas y nos escuchamos nosotros mismos.

─ Es algo muy fuerte para una chica tan joven. Mucho sufrimiento para tan poca edad.

─ Nadie te lo dijo ¿cierto? ─ Un fúnebre presagio nos nubla a ambos. Niego con la cabeza y miro a las chicas. ─ Hace un par de meses tuvo un intento de suicidio mientras que yo cubría mi turno...cuándo llegué las pequeñas estaban encerradas en mi habitación y Carolina estaba en el baño...Le llame a Erik. Eso cuenta como llamar a la policía ¿cierto? No quería armar un escándalo después de lo ocurrido. Como sea...─ la mira con atención, parece que cuenta los parpadeos de sus bellos ojos opacos y sin vida. La venda que cubre su pequeño brazo ahora tiene una razón para estar ahí. ─ Desde entonces regresó con Erik y de vez en cuando vienen. Está en terapias y algunas charlas, pero me lo dice todo a mí.

Asiento con la cabeza porque la idea me deja sin habla. ¿Qué habrá hecho? No estoy seguro de querer saberlo con el estómago tan revuelto.

─ Quizás quieres hablar con ella...ha sido un año difícil y te extraña. Bueno...es algo relativo. Extraña aún más a su madre y a Amber, pero....en fin, deberías de hablar con ella. ─ le da un apretón a mi hombro. Lo considero algo alentador y me acerco a Carolina.

─ Hola. ─ musito en voz baja. Me mira seria, como si estuviera seca; ya no es la chica sensible que lloraba ante cualquier problema por ser frágil. ─ Te extrañé ¿lo sabes?

Sigue inmutable y dudo que me haya escuchado. Me aclaro la garganta y pongo mi mano en su rodilla.

─ Carolina... ¿quieres hablar? Puedes decirme lo que quieras.

Gesticula con sus labios "lo sé." Y se recuesta sobre mi hombro. Froto su brazo con cuidado de no romperla y me concentro en ver la venda. ¿Qué habrá sentido Amber ante la pérdida de su madre? ¿Ocultó sus cicatrices como Carolina? Me siento apenado al instante. Ni si quiera puedo considerarme un buen padre. Nunca lo hice, pero ahora que ya lo perdí todo puedo confirmar que no he sido nunca.

─ Me recuerdas mucho a ellas. ─ dice distante sin dejar de acariciar el cabello de su hermana, quien parece estar en un sueño sempiterno.

─ Creo que deberías de comer un poco. Me da terror la idea de abrazarte y romperte a la mitad. ─ se ríe por lo bajo; casi lo confundo con un sollozo. ─ Anda. Tengo que ir a hacer un papeleo... ─ miro a Alex, quien me mira con un semblante nuevo y brillante y susurro en el oído de Carolina: ─ te traje unos panecillos glaseados y un Latte, de esos que todos piden hoy en día... pero no le digas al Sheriff o nos castigará a ambos.

Asiente emocionada y con cuidado deja a su hermana. Intercambia unas leves palabras con Alex y toma un termo y una caja con el logo de la panadería Sweet Angel. Me pongo de pie me despido de ambos. Les informó que vendré en la noche y que llevaré la cena. Alex, como cabría esperar, está molesto por las golosinas que le llevé, pero algo de azúcar no le puede ir tan mal.

Enciendo el motor del auto y comienzo a cambiar la radio. No hay nada que pueda considerarse música y decido apagarlo. Jamás había pensado en sentir tanta indiferencia al pasar enfrente de los departamentos Lancaster. Me sorprende que ahora solo sea una fea construcción y no un tormento más por el cuál tenga que pasar. No acelero como antes, pero hay algo en específico que me hace frenar en seco. Cuatro personas para se exacto; uno vestido de traje pulcro y a raya. Discuten en la esquina, pero no parece ser una disputa que los moleste, sino una conversación que tensa el aire que respiran. Reconozco a los tres primeros al instante, los he visto ya antes en fotos y en persona. Evvan. Mike. Dannie

Y el de traje...Erik Aberny.


Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora