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Estamos atrapados. Amenazan a Carolina. Sujetan a Mitchell. No llevo un arma. La pequeña llora. Hace demasiado frío. Los hombres son casi dos veces más grandes que nosotros. Carolina grita demasiado. Yo estoy libre pero sin arma. Estamos muertos.

La puerta está a nuestras espaldas y uno de esos gorilas bloquea la salida. Uno se acerca a mí y por instinto me pongo alerta y alejo a la pequeña niñita de él. Es casi tan alto como yo, con unos ojos cafés y una piel morena. Miro a Mitch, quien queda cabizbajo y apenas y se mueve al respirar.

─ ¡Déjenme! ¡Suéltame! ─ comienza a gritar Carolina a mis espaldas. Su voz es cómo un grito animal y me giro a verla. Su vestido está hecho tirones y puede caerse de su cuerpo en cualquier instante.─ ¡Scott haz algo! ¡No me toquen! ¡Papá!

─ Suelten a la chica. ─ ordeno sin saber bien a quien me dirijo. Todos visten de traje a raya gris oscuro y los cinco hombres son igual de corpulentos. El que se había acercado a mí previamente saca un arma. Ambas chicas gritan un "no" desgarrador.

─ Suéltala. ─ordena uno de ellos y tras un empujón Carolina cae de rodillas al suelo y su vestido se desprende de ella como si fuera un adorno innecesario, sus zapatos también quedan fuera de ella y su cabello cubre su rostro como una cortina. Pongo en el suelo a la pequeña y ayudo a la chica a ponerse de pie. Carolina se cubre torpemente con sus brazos y su hermana la abraza, ambas tiemblan de frío e impotencia, y lloran. Nada me desespera más que saber que estamos completamente rodeados. Por su lado Mitchell comienza con un fuerte forcejeo y solo consigue que lo golpeen en el estómago, sofocándolo y reprimiéndolo de cualquier protesta o movimiento. Sigo en busca de una salida, pero ni por más vueltas que le dé consigo encontrar una ruta de escape. Después de un rato (el tiempo que le toma poder volver a respirar) maldice a diestro y siniestro a gritos; actitud que no ayuda mucho y a nadie le favorece. Finalmente lo vuelven a someter y agradezco que quedemos en silencio total. Ahora todos están del lado de Mitchell y la puerta queda a nuestras espaldas; libre.

─ Tu amigo es algo molesto...─ dice el que anteriormente ha estado hablando. Una risa burlona y cínica se dibuja en sus labios y en sus ojos brilla la ira. Sin buscarle explicación lógica miro al cuerpo del menor, quien quedó arrodillado cubriendo su estómago, y busco su ayuda.

─No es mi amigo, pero lo acepto. ─ digo intentando sonar indiferente. El pánico tiñe mi voz y que mis manos tiemblen no me da el aspecto deseado. Vuelvo a mirarlo pero sigue cabizbajo. ─ ¿Qué quieren?

─A la chica que yo gané limpiamente. ─replica alzando los hombros con una inocencia impresionantemente falsa y -como todo el resto de él- cínica. ─No se la van a llevar. Espero y no sean tan tontos como para creer que van a irse con ella. ─señala a la chica que solo viste su ropa interior, ella se sonroja y se esconde detrás de mí con una mirada suplicante.

Por última vez miro a Mitchell quien alza ligeramente la cabeza. Nuestras miradas coinciden y él señala a los hombres que lo sujetan con la mirada. Asiento sin ser obvio y con un semblante filoso intento atravesar a aquellas personas.

─ Ya veremos. ─ladro y Grassi hace el resto. Se deshace de quienes lo sujetan (suenan tres tiros), toma sus armas y apunta a los que aún siguen en juego. Por el suelo y con un ágil movimiento de pie me lanza una de las armas. Nosotros dos contra uno. Él alza las manos sobre su cabeza y nos observa, incrédulo y a la vez sorprendido.

─No pensarán hacerlo...─ dice con una sonrisa que pasa de la burla al temor.

─No me subestimes. ─ replicamos al unísono. Es casi cómico, pero en aquellas condiciones no nos podemos dar el lujo de reírnos por una tonta coincidencia.

Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora