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Me arden los pulmones y no llevo puestos los zapatos más cómodos del mundo. Recorro las avenidas en busca de un metro setenta y ropa negra. No lo veo por ninguna parte. Por instinto llamo a Alex, quien responde, como de costumbre; al segundo tono.

─¿Qué ocurre, Scott? ─ Escucho como reduce el volumen de la música. De seguro va camino al hospital o de regreso a su casa No me importa en lo más mínimo. Me sorprende el frío que pude hacer en un día tan soleado como este; el aire es gélido pero las demás personas no llevan la opa suficiente. Han de ser los nervios los que convierten la cálida brisa en un viento frío e insoportable. Sigo andando; si me detengo corro el riesgo de perderlo por completo. ─ ¿Scott?

─ Ve por Carolina y las pequeñas. Ahora. ─ ordeno sin saludar antes. No hay tiempo de formalidades. El corazón me late a mil por hora y las piernas comienzan a temblarme de impotencia. ¿Qué más puedo hacer? No puedo ir por ellas y perderlo de vista, pero tampoco puedo dejarlas por su cuenta.

─ Me temo que...

─ ¡Ve a por ellas ahora mismo, Alexander! ─ demando y me detengo en un callejón donde apenas y hay gente pasando con la cabeza gacha, van directos a la condena que les supone su empleo, supongo.

─ Bien. Llámame en cuanto quieras explicarte y no solo actuar como un psicópata.

─ No entiendes...Ve por ellas y quédate a su lado en todo segundo.

─ Tengo una...─ me siento egoísta, pero lo interrumpo y pongo mis preferencias antes que las suyas.

─ ¡No me importa! Llévalas contigo, no sé, tienes que cuidarlas... en cuanto termine iré y te explicaré, pero ahora no puedes dejarlas. ─ ya ni siquiera espero su respuesta; me urge saber que ya está en camino por ellas.

─ Bien. Está bien, Scott. Las llevaré y estarán en mi oficina. Cálmate un poco ¿quieres?

─ Bien...gracias, Alex. Te llamaré en cuanto esté seguro de lo que...─ me arrebatan el celular y un chasquido peculiar hace que ponga las manos en alto. Me ahorro mis reproches ante el temor que me congela.

─ Se acabó su tiempo. ─ dice sosteniendo el celular a la altura de sus labios. Escucho los reclamos de Ale al no saber quién está hablando con él. Evvan cuelga la llamada y se guarda el celular en el bolsillo...igual que mi seguridad. Señala una puerta con un leve movimiento de cabeza y con su ágil sonrisa me obliga a seguirlo. Abre la puerta, la cual cede después de un forcejeo, rechinante y ambos nos metemos en una habitación amplia y completamente vacía. Hay polvo por todos lados y unos cuantos rayos del sol se logran colar por una cortina remachada.

─ ¿Cómo te va, Joe? ─ escupe con sarcasmo. Se recarga contra una pared y cruza los brazos en una pose relajada; se le nota bastante tenso a pesar de sus intentos. No deja de apuntarme con su arma. No logra esconder sus pronunciadas ojeras y temo saber la razón.

─ ¿Podrías dejar de apuntarme? Ni si quiera traigo un arma encima. No puedo atacarte, ni mucho menos.

Se encoje en hombros y la deja caer a su costado. Suelta un largo suspiro y rasca su nuca. Se puede escuchar cómo caen las motas de polvo al suelo.

─ Él no lo estaba el día que lo llevaron. ─ ironiza dejando bien en claro la gran desventaja que su hermano tenía aquél día. Me quedo sin saber que debería de responderle. ¿Lo siento? ¿Al siguiente arresto procuraré darle un arma para que mate a todos? Entrecierra los ojos y me mira dolido. ─ Ni si quiera se despidió. De nadie.

─ Le dije que podía despedirse. Le di un día para que hablara con ustedes.

Evvan comienza a negar con la cabeza. Mi humor no mejora.

─ Mientes. ─ replica tajante. ─ De haberle dicho, él hubiera venido. Es un buen chico.

─ ¡Claro que lo es! ─ alzo las manos dándole la razón. Me rio sin poder evitarlo, es una risa amarga y sin gracia que debe darle a entender lo poco creíble de su argumento.─ Es un muy buen chico, de seguro que no está en prisión por homicidios múltiples, trata de blancas y desapariciones ¿verdad? Es un maldito ejemplo a seguir.

─ Mitchell es un crio. Es un buen chico, Scott. ─ Mi nombre suena rancio cuando sale de sus labios.

─ Evvan....de adulto a adulto...ambos sabemos que no está bien. Ambos sabemos que no es correcto cubrirlo, porque está loco. ─ palidece al instante y sus ojos se abren como platos. Su mentón se tensa y vuelve a blandir su arma contra mí. Di justo en el clavo que no quería dar. Ni si quiera se suponía que sacáramos el tema a flote; yo no pensaba en hablar de ello.

─ ¿Qué tanto sabes de eso?

─ No más de lo que cabría saber. ─ replico. Su sonrisa se ensancha; no me cree. Quizás duda de cada palabra que he dicho y eso no me favorece.

─ ¿Sigues creyendo que él fue aun sabiendo que Mitchell es esquizofrénico?

Creo demasiadas cosas, digo para mis adentros. Creo que no debí de haberme encaprichado tanto en una venganza. Creo que no debí de haberlo vuelto mi prioridad. Creo que no debí de haberme liado con él (en todos los sentidos y cuestiones). Creo plenamente que me estoy volviendo loco y que él es la razón. Creo que siento algo más allá de una atracción por él. Me arde la cara; maldigo por lo bajo al comprobar que me sonrojo.

─ Creo que deberíamos de sacarlo. ─ admito apenado.

─ ¿Crees que Mitchell es culpable? ─ insiste con cierto brillo en sus ojos. Sabe mi respuesta, mi inoportuno sonrojo me delató y Evvan lo malinterpretó todo. Simplemente me apeno el recuerdo de la noche en que ambos dimos todo para recibir nada. Pero no le contradigo porque también está en lo correcto.

─ ¿Lo crees? ─ no importa que ya me lo haya preguntado varias veces, en su timbre de voz no hay la más mínima pizca de irritación. Sino, perspicacia y decisión; es consciente de todo lo que está por pasar y eso me pone bastante peso en los hombros y está seguro de cuál será mi respuesta.

─ Es complicado...sé que él lo hizo, lo admitió...pero, él la culpa a ella.

La comisura de sus labios se levanta y forman una sonrisa; aunque desconozco que tan sincera sea.

─ Danika ¿cierto?

Asiento con la cabeza. Suelto una duda que rondó mi cabeza incontables noches, mucho antes de que Mitchell admitiera haber estado detrás de todo. La noche en que descubrí que Alice Tredfor no había muerto y la maté junto con la esperanza de que mi hijo también estuviera vivo.

─ ¿Quién es Ray?

─ Mitchell trabajó con él. Ray lo metió en lo que es ahora...lo obligó a absolutamente todo lo que hizo poniendo de escusa que Danika lo ordenaba. Él lo amenazaba con llevarlo preso y ponía sus palabras en boca de alguien muerto.

─ ¿En boca de Danika? ¿Era muy cercana?

─ Danika era nuestra hermana. Murió cuando ella y Mitchell tenían 8 años.

Lo que él me contaba no coincidía en nada de lo que Erick me había dicho. Frunzo el ceño; ¿quién miente? ¿En quién puedo confiar?

─ Ahí fue cuando él comenzó a desarrollar su esquizofrenia. Robaba cosas a causa de Ray y tiempo después a culpa de su hermana. Ellos lo acabaron.

Hay otra cosa que no venía escrito...

─ ¿Mitchell es gay?

Se encoje en hombros como restándole importancia y luego entrecierra los ojos como si intentara recordar. No me hace falta que me cuente de sus exnovios, mucho menos de sus experiencias.

Eso ya lo he descubierto yo por mi cuenta.

au3P


Lookin' for Mr(s) Grassi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora