Capitulo 37

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Brian:
Me sentía como en una nube, nunca me había sentido de este modo frente a una chica. El beso era suave, tierno, dulce, en pocas palabras: mágico. Tenerla enzima de mi era una sensación inigualable. Sentir sus manos en mi pecho me abstenía de cualquier dolor. Era inexplicable la manera en la que me sentía. Cuando nos volvimos a separar una pequeña sonrisa tiró de la comisura de mis labios, al tener su frente pegada a la mía.
Nos miramos por unos segundos hasta que ella accedió ha hablar.
-Lo siento...- susurró mientras se separaba de mi.
La sensación de vacío no tardó en apoderarse de mi cuando no sentí su peso sobre en mi regazo.
Esta situación que vivíamos a menudo era realmente asquerosa.
-¿El que sientes?- pregunté exasperado.
-Esto...no lo sé, todo...- sus tartamudeos fueron la cosa más dulce del mundo.
-¡No tienes que sentir nada!- exclamé al borde de los gritos.
-¡No me chilles!- gritó entonces.
-Joder ¿Por qué eres siempre tan exasperante?
-¿Yo exasperante? Eres tú el que siempre me saca de quisio.
-Yo no te saco de quisio, eres tú la que no puede disfrutar de algo aunque sea por unos segundos.
-¿Que no se disfrutar de nada? Se disfrutar de todo, todo lo que me conviene. No quiero disfrutar de nada a tu lado, eso siempre acarreará dolor, Brian. Y no lo voy a permitir.
Dio media vuelta y salió de allí, dejándome con un dolor en el pecho que ni siquiera yo sabía de que se trataba. Era horrible y parecía solo saciar cuando ella estaba conmigo.
Me levanté de la grada cogiendo el botiquín, lo llevé a la enfermería y salí de allí lo antes posible.
Volví al gimnasio, de algún modo tenía que descargar todos estos sentimientos y ya que con ella no podía, lo haría con el saco de boxeo.
-¿De nuevo por aquí?- me "saludó" el entrenador: Connor.
-Hola, Connor- Dije burlándome de él, aunque en ese momento, de mi cuerpo, no salió ni una pisca de diversión.
-El primer saco está reservado, puedes usar los demás- me informó.
Un saco reservado solo podía significar una cosa: combate. Muchos de los mayores boxeadores se presentaban aquí el día antes para entrenar.
-De acuerdo- asentí.
Me saqué la camisa para después dirijirme al último, ya que los demás se encontraban ocupados. Por cada golpe que propinaba mis sentimientos se hiban calmando poco a poco. Sentía un poco de alivio, aunque cuando me paraba a pensar, más dolor se acumulaba en mi pecho.

Cuando acabé, me sentí un poco mejor. No del todo, estaba claro, pero si un poco.
Me dirijí a los vestuarios cuando una figura conocida me llamó la atención. Era ella, y estaba hablando con Mark.
¿Que hacía ella aquí?
Muchas preguntas invadieron mi cabeza. Continué con mi camino.
Me duché lo antes posible para salir de allí, no me puse la camisa pues no tenía más y la de antes la había utilizado para quitar las gotas de sudor de mi rostro.
Al salir de allí no pude evitar mirar por todo el gimnasio en busca de la figura de la chica que me volvía loco. No había rastro de ella. Salí de allí y entonces fue cuando la encontré en el bordillo, a la espera de que alguien viniera a por ella.
Me acerqué y sentí como su mirada recorría mi marcado torso. Una sensación de satisfacción me recorrió el cuerpo entero.
-¿Te llevo?- pregunté sin más. Sabía que se negaría, así que me preparé para lo que venía ahora.
-No, gracias- dijo con un tanto de asco en su tono.
Sabía que no lo sentía, era imposible. Sé que solo lo hacía para fastidiar, pero no dejaba de doler.
-¿Segura? Creo que se han olvidado de que éstas aquí esperando- dije con un tanto de malisia en la voz.
-Púdrete Brian, aquí de lo único que se olvidan es de ti- dijo cuando un coche aparcaba delante de nosotros.
Me fijé en el interior de este y visualice a un chico de nuestro curso, uno de sus amigos. Mark creo que se llamaba.
Miré a Carla mientras esta subía al coche con una radiante sonrisa, se acercó a el y le plantó un beso en la mejilla.
Un sentimiento caliente se apoderó de todo mi cuerpo, la sangre me hirvió y no pude contener la rabia. Le propiné una fuerte patada al bordillo de la acera y me fui hacia mi moto. Me largué de allí lo antes posible.

Cuando llegué a mi casa me di una ducha rápida y me fui a la cama. Iba a ser un largo fin de semana.
Cuando me desperté por culpa de la claridad del cuarto me dirijí antes que nada al baño. Cuando me reflejé en el espejo, vi unas grandes ojeras bajo mis ojos. Todo se debía a la falta de sueño de estos días. Me salían a menudo, así que no me quejaba.
De todos modos, no pude dormir en toda la noche por culpa de ella. Y esto se comenzaba a pasar de la raya.
Me fijé en la hora y vi que eran las dos de la tarde. Cogí mi teléfono y bajé hacia la cocina donde me preparé mi super almueryuno (almuerzo y desayuno), mientras llamaba a James.
-Ey ¿que pasa tío? ¿Preparado para el fiestón de esta noche?- contestó con entusiasmo al segundo tono.
-Sí, supongo que sí. ¿A que hora paso por tu casa?
-Hoy llevaré yo mi coche. Tengo que pasar a recoger a una preciosidad...- dijo con sorna y diversión.
¿James y chica?¿Desde cuando? O mejor dicho...¿Desde cuando James va a buscar a alguna chica?
-¿Tu desde cuando haces eso...?- pregunté con gracia.
-¿Y tu desde cuando te enamoras?- maldito capullo.
La sonrisa me desapareció de la cara y las ganas de golpear algo me invadió por completo.
-Callate la puta boca- dije entre dientes.
Su sonora carcajada se quedó a medias. 
-Valla...si que te a dado fuerte- dijo entonces un poco más serio.
-Que te den, James- escupí y luego colgué. Esta noche me olvidaría de ella como fuera.

Acabando Contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora