Capitulo 42

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Brian:
He de admitir que estaba algo nervioso..., me temblaban las manos y tenía los pelos de los brazos levemente subidos ante la situación.
Sobé mis manos una contra la otra para calentarlas y luego las pegué a la espalda de Carla, la cual se encontraba con los ojos cerrados y su cabeza levemente girada hacia la derecha.
Me encantaba verla así: tan pacífica, tan tranquila, tan relajada, tan...ella.
¿Dios pero qué digo?¿Quién coño se ha metido dentro de mi?
Empecé a masajearle la parte baja de su espalda sentado levemente arriba de su tracero.
Un leve suspiro salió de sus labios poniendo mis nervios más a flor de piel que antes. Mis pelos se erizaron más y una estúpida sonrisa se apoderó de mi rostro.
Seguí masajeandole la cintura, pasando mis manos de arriba hacia abajo hasta llegar a sus caderas. Y pasando por sus costillas hacia sus hombros, conseguí sacarle otro tímido suspiro.

Después de quince minutos ya había acabado. No sabía si continuar o parar, no me quería separar de ella y algo me decía que ella tampoco quería hacerlo de mi.
-Ya he acabado...- susurré
Se dio la vuelta, quedando de cara a mi, con su cuerpo semi expuesto a mi.
-No ha estado mal... ¿Como te sientes ahora?
-Odio decir esto pero...mucho mejor.
-¡Sí, lo sabía!- hice un pequeño baile a modo de victoria arrancándole unas carcajadas a ella- Me debes mi recompensa.
-Si No queda de otra...soy una chica de palabra- su mano fue hacia su pecho, en una mueca de egocentrismo.
-Sí claro, lo que tu digas- su mirada asesina me provocó risa.
-Bueno...¿Que quieres que haga?
La verdad es que se me pasaban por la cabeza muy has cosas interesantes, pero ninguna lo suficientemente buena.
Puse cara de estar pensando en algo grande, sacándola un poco de quicio, hasta que sentí como su mano golpeaba mi brazo suavemente.
-¡Oye eso duele!- comencé a hacerle cosquillas en la barriga, provocando que se le erizara el bello y que se revolviera bajo mi cuerpo.
-¡Para!¡Para, por favor!- gritó suavemente sin aire.
Pequeñas carcajadas se escapaban de mis labios mientras la veía tan desesperada.
-¡Nunca! Di que lo sientes.
-¡Jamás!- cada vez estaba más roja, así que paré por miedo a que se asfixiase.
Estaba hiperventilando, despeinada y con sus manos cubriendo su cara.
-Eres imbécil.
-No estas en posición de decir eso ahora mismo ¿quieres que continúe?
-No, por favor, haré lo que haga falta, pero no vuelvas ha hacer eso- suplicó.
-De acuerdo entonces...- dude un poco entre todas las ideas que venían a mi cabeza- Harás lo que te diga dos días.
Aprovecharía esos dos días mas que nada, y dado que no iba a aceptar un no por respuesta, no le quedaría de otra.
-Supongo que no tengo otro remedio...- asentí dándole a entender que tenía razón- Vale...pues entonces ahora me toca a mi.
-¿El qué te toca?
-Ya sabes...hacerte el masaje, yo también soy bastante buena- un escalofrío recorrió mi columna vertebral ante la imagen que se había formado en mi cabeza.
-Claro...cuando me quiera partir la espalda te llamaré- la imite haciendo que frunciera los labios. Pero todos sabíamos que quería ese masaje, esa imagen y su tacto sobre mi espalda.
Volvió a darme otro pequeño manotazo en el brazo.
- ¡Eres muy agresiva!
-Me lo suelen decir mucho. Bueno, que dices...- me miró fijamente, sonriendo.
No podía decir que no si me miraba de esa manera.
-¿Y que gano yo si me pasa algo?- pero me adelanté- Me tendrás que dar un beso...- sonreí con picardía.
Ella me empujó de encima y se puso roja. Me parecía muy tierna cuando se ponía colorada con mis tonterías.
¿En que coño pienso?¿Por que me ha hecho cambiar tanto? Ni yo mismo me reconozco.
-Está bien, se que no voy a perder...- se bajó su camiseta mientras yo me quitaba la mía, claro, bajo su atenta mirada.
Con un tanto de suficiencia, me tumbé boca abajo con una sonrisa de oreja a oreja, no sin antes darme cuenta de que su rostro volvía a obtener un tono rojizo ante mi torso desnudo.
Se sentó encima de mi trasero con delicadeza y pegó sus rodillas a mis costados.
Una enorme feria se estacionó en mi estómago y la verdad es que se sentía vastante raro ya que nunca lo había experimentado.
Puse mis manos bajo mi cara y cerré los ojos. A los pocos segundos sentí sus cálidas manos subir hasta mis omóplatos y bajar hasta la parte baja de mi espalda. Volvieron a subir por los bordes de mis costados y se deslizaron hacia abajo con delicadeza y firmeza a la vez.
La verdad es que no lo hacía para nada mal, y eso me desepcionaba, ya que significaba que había perdido la oportunidad de besarla.

Habían pasado tan solo diez minutos cuando me tensé al no sentir más su suave y delicado tacto.
-Ya acabé- me informó y me relaje un poco más Bueno...¿como ha estado?
¿Enserio preguntaba eso? Ha sido lo más relajante que me ha pasado por meses.
-Emmms....bueno...- me quejé un poco, quería ese beso y lo conseguiría.
-¡Ah, vamos! A sido genial- reprochó frunciendo el ceño.
-Vale...lo admito...fue genial.
-Lo sé, soy mucho mejor que tu- festejó moviendo sus caderas y haciendo un baile de victoria, igual que yo.
Varias sensaciones pasaron por mi estómago y no tan estómago, al sentir sus caderas contra mi culo.
Una pequeña ola de felicidad me abarcó de repente, y no sabía que era eso que me estaba pasando, pero sabía que era ella la que me lo causaba. Y por una parte, todas estas nuevas sensaciones, me asustaban.

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