Capitulo 52

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Brian:
Después de unos veinte minutos la puerta del baño se volvió a abrir. La persona que creí una vez que era la indicada asomó por esta y se dirigió al balcón.
No le pude fijarme en su expresión ya tenía la cara tapada por el pelo. Algo en mí que no sabía que era quería verla después de todo.
Sabía que mi hermano era un hijo de puta, igual que sabía que no era capaz de dañar a una chica inocente.
Aunque pensándolo mejor...ya no sabía de lo que era capaz de hacer para hacerme daño a mi.
Su forma de ser había cambiado muchísimo, ya no era el mismo chico que me defendía ante mi padre y me daba consejos para poder ser mejor persona.
Miré el reloj con la esperanza de que ya fuera de noche, de poder olvidar este día igual que todos los sentimientos que lo acompañaban. Pero solo eran las cinco y ahora tendríamos que estar bajando para poder ir a la caminata. No me apetecía en absoluto tener que ver la cara de todo ahora.
-¿Vas a ir a la caminata?- me asomé al balcón.
Carla estaba reclinada sobre la mesa, leyendo un libro.
-No...- dijo monótona.
-¿Por que no me dices la verdad?- gruñí entre dientes, esta situación me superaba. Levantó la mirada hacia mi, sin llegarme a mirar completamente.
-Si no me crees no es mi problema- su voz completamente  quebrada, salió como un suspiro de su garganta.
Se levantó para entrar en la habitación, pero la tomé del brazo haciendo que ella se girara para verme.
Cuando levantó su cabeza para mirarme me quedé de piedra al ver su rostro. Tenía dos grandes morados a cada lado de sus mejillas, los ojos hinchados rojos, y los labios secos de tanto llanto.
Me sentí como un completo capullo al instante. Un imbécil sin arreglo que la había cagado hasta el fondo y ahora si que no sabía como arreglarlo.
Comprendí todo lo que había ocurrido al segundo. Comprendí que el chico que pensaba que tenía compasión por cosas como estas era un completo hijo de puta que no merecía ningún perdón, y sobre todo comprendí, que tenía que empezar a confiar en la gente que me importaba. Y sabía que de algún modo yo también le importaba a ella, solo que esta vez ya no lo tenía tan claro.
-Lo siento...- susurré subiendo mi mano hasta su rostro.
-No me toques...- se aparto de mi, como se tuviera alguna enfermedad.
-Carla, lo siento de verdad, pensé que...
-¡Vete a la mierda!- me interrumpió gritando.
-Joder Carla, ¡no sabía que el era capaz de eso!- negó con la cabeza, se intentó la vuelta para marcharse pero continue- Tenía la esperanza de que no hubiera sido esta vez culpa de él
La retuve cogiéndola del razón con fuerza.
-No me toques Brian- se revolvió pero no consiguió zafarse Eres un imbécil. Deberías empezar a confiar en la gente- me reprochó.
-Sabes que no puedo,... que no se me da bien, Carla- la acerqué hacia mi, pero puso una mano en mi pecho para pararme.
-Deberías empezar a creer en las personas a las que le importas.
-Si supiera a quien le importo no le haría daño, creeme...
-Pues deja de hacérmelo...- susurró.
Mi agarre en ella se aflojó y aprovechó para alejarse de mi y salir de la habitación.
No podía creer lo que me había dicho. Una invasión de alegría se apoderó de mi por completo.

Comenzó a anochecer, Carla no había aparecido por la habitación. Era la hora de comer y no tenía hambre, la verdad es que estaba esperando a que viniera, nervioso y ansioso. Después de una hora y media más comencé a preocuarme. Tenía pensado salir a buscarla si no llegaba en menos de diez minutos, no dejaría que se quedase con sus amigos. Sin ella mis pesadillas me atormentaban.
No había sabido lo que era dormir bien hasta ayer por la noche. Hacía demasiado tiempo que tenía pesadillas, y además, me había hecho adicto a esa sensación de calor que ella desataba dentro de mi al estar reposada sobre mi pecho.
Pasaron diez minutos , me puse aun mas nervioso nervioso.
Cogí los pantalones del chándal qué había dejado tirado sobre una esquina de la cama y una camiseta de asillas, junto con mis tenis.
Salí de la habitación apurado y bajé rápidamente las escaleras, sin siquiera esperar por el ascensor. Cuando estuve abajo hice un gran esfuerzo por recordar en qué habitación estaban sus amigos, pero una mano se poso en mi hombro.
-Ey... ¿que ha pasado? No te hemos visto en la cena- Reconocí la voz de Nick.
-No me encontraba muy bien- me excuse. El asintió, aunque sabía que no se lo había creído y me esperaban bastantes preguntas.
-¿Problemas en el paraíso?- preguntó esta vez James.
-Demasiados...- un suspiro salio desde mi caja torácica.
-¿Que ha pasado esta vez?- volvió a curiosear.
-Es algo largo de contar, solo te doy una pista...- me volví a girar para ver si de algún cuarto salía la chica que buscaba- Soy un completo idiota- dije volviendome hacia ellos de nuevo.
-¿Estas nervioso, a quien buscas?- se preocupó Nick.
-¿Saben cual es la habitación de los amigos de Carla?- no sabía los nombres de todos ellos pero si sabía que ellos los conocían de vista al igual que yo.
-Sí. La que tienes detrás- dijo James con el ceño fruncido.
Me di la vuelta rápidamente y comencé a tocar como un loco. Cuando se abrió aprecié la cara de un chico desconocido que me imaginé que sería el compañero de habitación de alguno de ellos.
-¿Esta Jason por aquí?- pregunte desesperado.
El chico se puso notablemente nervioso al verme y bajó rápidamente la mirada. Estúpido marica. Negó rápidamente con la cabeza y me desespere mucho más.
-¿Sabes donde está?- volví a preguntar. Sin levantar la mirada, este me señaló una habitación enfrente a la que nos encontrábamos.
Me di la vuelta lo más rápido que pude y me encontré a mis dos amigos depie detrás de mi mirándome confusos.
-Tío estás perdido por esa chica- me reprochó Nick.
Le fulminé con la mirada y este levantó las manos en son de paz Mientras, James se partía de risa detrás nuestro. Y eso me molestó bastante.
-Cállense la puta boca- la sangre me hervía.
Un cúmulo de sentimientos me invadió cuando golpeé la otra puerta. A los pocos segundos una chica desaliñada la abrió y su ceño se frunció al vernos, pero no bajó la mirada. Y eso, exactamente, me hizo saber que era la amiga de ella.
-¿Donde esta Carla?- pregunté ya al límite.
-Acaba de subir a su habitación.
¿Enserio, todo esto para que ella acabara de subir a su habitación? Los humos se me bajaron y me tranquilisé momentáneamente.
-Vale, gracias.
-No hay de que...- frunció el ceño y echó un vistazo por arriba de mi hombro antes de cerrar la puerta.
Me marché corriendo hacia la habitación, olvidando por completo a mis amigos.
Cuando llegué abrí la puerta y me adentré lo más rápido que pude. Ella estaba tumbada en la cama con su teléfono, levantó su mirada y mi corazón volvió a dar un vuelco cuando vi su rostro marcado. Mañana me encargaría de buscar al gilipollas que le había hecho eso.
-¿Quien dormirá esta noche en el suelo?- preguntó sin pelos en la lengua.
Me tense por completo, esa la verdad, no era mi idea.
-Dormiré yo, supongo...- me ofrecí con un tanto enfadado. Sin ella a mi lado volverían las pesadillas.
-Esta bien, mañana lo haré yo.
Cogí dos mantas del armario, las estire en el suelo y cogí dos almohadas de la cama. Me tumbé cansado de todo y cerré mis ojos. A los pocos minutos mi cuerpo ya era dueño de las pesadillas.

Acabando Contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora