10. La verdad

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Todo se vuelve pesado en mi entorno. Comienzo a tomar conciencia de la migraña, o así denomino mi estado, que abarca mi cabeza en estos momentos. Punzadas atacan mi sien y mi estómago parece transitar una especie de remolino que me hace querer vomitar.

Me permito mover mis dedos primero y puedo notar, aún sin ver, que alguien toma mi mano con suavidad. Ahora trato de elevar mis párpados, olvidando la carga que regresa a mi cuerpo por cada acción que realizo. Todo se torna borroso, incluso las paredes blancas, pero poco a poco mi visión me favorece. Hay unas cinco siluetas, pero la que más llama mi atención es una pequeña.

-¿Kyle?

No sólo mi hermano se encuentra en la sala.

-¿Papá?

Puedo distinguir lo que sucede y en que escena me encuentro cuando siento una textura blanda bajo mi espalda y sábanas color crema cubrir gran parte de mi figura. George, gracias a Dios, tiene una pequeña cortada que cruza su ceja izquierda, pero eso no me tranquiliza en absoluto a pesar de que esté extrañamente a salvo -y digo extrañamente porque lo último que supe es que había tenido un accidente, pero no la gravedad del asunto-. Y no lo menciono únicamente por él y sus heridas. También por el resto de los presentes ¿Ansel? No es para nada normal que esté aquí y eso me hace cuestionar demasiadas cosas ¿Y si no es a voluntad propia? ¿Y si lo obligaron a quedarse? Reconozco haberlo observado antes de perder la conciencia ¿Realmente quiere estar aquí?

A veces olvido que todo es producto de mi imaginación. Que lo que deseo se vuelve más pequeño con el paso del tiempo y mis esperanzas no perduran para siempre.

-Gary -sonrío. No tenía idea alguna de que vendría. Quizá salió en el momento exacto en que me desvanecí completamente.

-Hola -responde acercándose a mí- ¿Cómo te sientes?

-Bueno...Siendo sincera, creo que un piano cayó del cielo y me derribó -trato de bromear sobre ello para no ver rostros intranquilos, consiguiendo varias risas en el tieso ambiente.

-¿Puedes levantarte? -su brazo izquierdo se posa en mi cintura y su mano derecha toma la mía para pasarla por encima de su hombro y así poder incorporarme.

-Gracias.

Una mujer robusta, de cabellos castaños y bata blanca, aparece por la puerta antes de que podamos cruzarla. Lleva consigo una hoja de papel escrita y una diminuta caja de aspirinas. Le agradezco, todos lo hacemos, cuando me tiende ambas y nos deje marcharnos.

No puedo eludir el hecho de que mi corazón late con fuerza cuando Ansel se posiciona a mi lado, sin emitir sonido alguno de su boca mientras sus pasos resuenan en el estacionamiento del Hospital Radcliffe. No puedo evitar contener el aliento cuando no veo su motocicleta y sube al auto de papá. Mis rodillas tiemblan ¿Por qué no se largó caminando? ¿Por qué no llamó un taxi para volver a casa? ¿Por qué sentarse a mi lado sería cómodo para él, cuando lo más probable es que le dé repulsión? Mis pensamientos tratan de controlarse, pero no funciona. Es increíble como todo se vuelve confuso en minutos.

-¿Cinturón de seguridad? -papá alza la voz y mira por el retrovisor asegurándose de ello.

-Sí, señor -Gary y Ansel contestan a la vez. Los dos se inclinan en su asiento para concordar miradas y yo no puedo sentirme más pequeña al estar entre los dos.

-¿Y Derek? -cuestiono antes de que pise el acelerador.

-Viene detrás de nosotros con su camioneta. Éramos muchos en este vehículo. No te preocupes, hija.

¿Iba solo y no se le ocurrió que podría llevarse al chico de ojos celestes que tanto me inquieta? Vaya amigo.

Unos cuantos kilómetros antes de llegar a casa, el auto se detiene con brusquedad. Mis manos se apoyan en el asiento que tengo delante y me digo a mi misma que tengo suerte, al igual que el resto, de tener el cinturón de seguridad. Aparto varios cabellos que interrumpen en mi frente y me permito ver a George con las manos cubriendo su rostro y la respiración agitada. Es entonces cuando siento escalofríos.

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora