31. No me alejes

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Esperé la llegada de Derek y Ansel por más de media hora, pero ninguno de ellos tocó la puerta mientras estaba dando vueltas en mi habitación, con una galleta de chocolate en la boca y un vaso de leche en la mano, casi vacío. Había preparado la merienda para ambos, y la bandeja aún seguía repleta. Supuse que tendría que acabarla yo sola, cuando entendí que no vendrían. El sol se ocultaba y el cielo se tornaba de un azul claro. Incluso podías ver un par de estrellas en el. Y lo que más me preocupaba es que ese par estuviese dando vueltas por ahí, o se hubiese perdido en el bosque, lo que no me sorprendería ya que les conozco. Además, no recibí ningún mensaje de su parte. ¿Qué debería pensar? Intenté llamarles, pero no respondieron. ¿¡Para que llevaban encima sus celulares?!

Resoplé frustrada.

-Hija, deberías descansar un poco, ¿no crees? -George me miró. Se encontraba apoyado en el marco de la puerta con una expresión tranquila. No supe cuando había llegado allí.

-¿Crees...que les pasó algo? -murmuré mordiendo la uña de mi dedo índice, una vez acabado la comida.

Sí. Me encargué de terminarla por mi cuenta ya que Kyle tenía el estómago lleno de dulces desde la mañana.

-Derek es muy listo, Sky. Si algo sucede, estoy seguro de que será el primero en resolver cualquier problema.

-No le tengas tanta confianza -ladee la cabeza-. Que me proteja constantemente, no significa que lo haga consigo mismo.

-Y tú -me señaló sonriente-, no lo subestimes.

Entorné mis ojos y suspiré.

Me dije a mi misma, luego de unos segundos, que tenía razón. Debería descansar un poco, y no sólo físicamente. Mi cabeza estaba hecha un lío. Tenía que calmarme. Es por eso que, rendida, eché mi cuerpo hacia atrás y permití que mi espalda se acomodara en mi cama. Estiré mis pies y manos, y cerré mis párpados, segura de que, al despertar, esos dos estarían a salvo en sus casas. De no ser así, ya que lo comprobaría, volvería a llamar a sus teléfonos. Y de lo que más tenía certeza en esta situación, es que se llevarían un gran regaño de mi parte. Aunque...un par de golpes no les vendría nada mal de paso.

A eso de las nueve, cuando George anunció la cena desde la cocina, cumplí con lo dicho. Marqué números, envié mensajes, escuché buzones de voz, y grité con impotencia en voz alta. ¡Algo, definitivamente, andaba mal! Lo último que escuché de ellos es que me alcanzarían "pronto" después de dejar atrás el bosque. Lo que me lleva a...Esa rara expresión en el rostro de Ansel hacia mi mejor amigo. ¿Qué iba a decirle exactamente? Sabía que era sobre mí, y aún así, los dejé solos. Quizá...si indago en ello, su desaparición se debe a ese secreto.

Resoplé.

Más secretos. Más mentiras. ¡Lo detesto! Incluso si tengo que confiar en sus palabras, el hecho de verme envuelta en este tipo de casos, es exasperante.

-Ya aparecerán.

-Ya no estoy tan convencida de ello, papá -hice una mueca, observando los macarrones con queso que se servían en mi plato. Ya no tenía tanta hambre, y no estaba para nada contenta.

-Insisto en que-

El sonido del timbre interrumpió su breve discurso.

-¡Yo voy! -grite al mismo tiempo que deslizaba mi silla hacia atrás con fuerza y corría en dirección a la puerta.

Abrí la manilla con celeridad y agitada, observé a la persona que estaba del otro lado. Sus pantalones, camiseta, zapatos y rostro estaban sucios con lo que parecía ser barro. Su cabello caía sobre su frente mojado y una gran sonrisa aparecía de forma apenada en sus labios. Sus brazos abrazaban su cintura y sus piernas se mantenían juntas mientras temblaban.

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora