25. Ya no puedo confiar en ellos

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Me precipité al pensar que William no era alguien que podría atacarme, ya que jamás me lo he cruzado más que en mi antiguo salón hace unos años. Me precipité porque aquí, encerrada en el laboratorio de la escuela, me encuentro con su cínica sonrisa. Advierto la llave que permite la salida entre sus dedos y sus ojos puestos en mí de forma acusadora.

Creí que el profesor quería verme. Realmente caí en sus palabras y dejé a Derek atrás para ser atrapada como una hormiga en una telaraña. Ahora no puedo huir. Él está de pie, cubriendo la puerta del lugar con su espalda. Se acerca a mí con cautela, desafiando mi espacio personal. Y yo no puedo retroceder. Lo haría, pero hay demasiados bancos y mesadas en mi camino, además de un gran ventanal que olvidó ser cerrado, y podría llevarme a una terrible caída de cincuenta metros hacia el césped del campus. Podría gritar, pero aprovechó una gran oportunidad para eludir ese problema. Nadie ocupa los pasillos en el receso. Y la única persona que puede salvarme, cree que estoy ocupada en un insospechado asunto. Aquí, es cuando me detesto por ser menos sociable. ¿Tienes un sólo amigo, Sky? ¿En serio?.

-¿Por qué estoy aquí? -cuestiono.

-Mejor dicho, ¿Qué hice para estar aquí?

-William, no estoy para juegos.

-Qué lástima. Yo sí -oculta la llave del laboratorio en su bolsillo antes de tomar su teléfono.

Me pregunto por qué, en este momento, comienza a teclear en el. ¿Piensa secuestrarme? ¿Intenta avisar a alguien más que nos encontramos aquí para que pueda entrar también? ¿Su vieja pandilla, tal vez? ¡No! ¡Tengo que dejar de ver series policiales y concentrarme en el presente! Pero, ¿cómo? Estamos a oscuras. El interruptor fue desconectado y las persianas bajadas, así como aseguradas para que no pueda entrar la luz. Sólo la pantalla de su móvil me deja ver su rostro. Me recuerda a una película de terror. ¿Aquí es cuando toma una cuchilla y atenta contra mi vida?

-¿Qué haces? -mis piernas comienzan a temblar.

Derek tenía razón. Él es malvaaaaado. Debí cambiarme de asiento cuando me lo dijo ayer en la última clase. Cuando leí el nombre de aquella chica o mujer -quién sabe-, y Ansel lo repitió: <<-No te acerques a William>>. Y sin un por qué, me dejaron con la palabra en la boca. ¡Pero eso es exactamente lo que me mete en problemas hoy! Si no lo explican con detalle, jamás podré entenderlo. Es por eso que, cuando el-palabrotas me pidió que viniera, no pensé en una posible mentira.

¡Se las verán conmigo cuando salga de esta, definitivamente! ¿Podre irme en algún momento, verdad?

-Te enseñaré algo -respondió, y no interpreté el tono de voz que utilizó.

¿Enseñar? ¿El qué?

Sus pasos resuenan en las cuatro paredes. Estas se vuelven pequeñas a mi alrededor con cada metro absuelto. Su cercanía me agobia. El desasosiego que crece en mi pecho se extiende hacia mi estómago. La bilis en mi garganta asciende y desciende con miedo. El no saber que ocurrirá, me abruma. Me dan ganas de vomitar. Y quedo a su merced cuando a tan sólo unos centímetros, sujeta mi mentón con fuerza. Mis ojos brillan y escocen. Aún no puedo permitir que las lágrimas salgan a esta preocupante e inevitable oscuridad. Por alguna razón, deseo mantenerme fuerte. Su tacto en mi piel, de alguna manera, me es familiar.

-Sabes -dice, dejando que su aliento roce mis pómulos-, me he preguntado desde hace unos días, por qué no venías a la escuela. Y supe que algo tenía que ver con Ansel. Él no es de los que desaparecen tampoco.

-¿D-De que hablas? -murmuro desconcertada.

-Bueno. Tú siempre estuviste detrás de sus talones. Y cuando tu ausencia fue cuestionable para todos, así como la suya, hice una conexión entre ambos -a continuación, hizo un click con sus labios.

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora