-¡Ahhhhhhh! ¡Suéltame! ¡Ya aprendí mi lección! -forcejeó.
-De ninguna manera, Derek Josh Williams.
-¿Acaso eres mi madre? ¡Ahhhhh, de acuerdo, de acuerdo! -se encogió cuando volví a apretar, esta vez con más fuerza.
-Confiesa, traidor.
-Sky... ¡Ay, maldita sea! ¿¡Por qué eres tan fuerte!? -masculló.
-¿No dirás nada?
-¿Podrías desatarme primero, por favor?
-De ninguna manera -me negué rotundamente.
Después de salir de aquel armario, tomé unas cuantas cosas y las guardé en mi bolso con discreción. Posteriormente, cuando Frederick desapareció entre los pasillos, comencé a planear lo que sucedería a continuación. Esperé a que tocara la campana de la institución para poder salir fuera y encontrar a quien dice ser mi mejor amigo, el cual he perdonado hasta el cansancio. Una vez en mi campo de visión, apreté los puños. Quería golpear su estómago, como aquel invierno, en el momento que guardó sus manos en sus bolsillos delanteros y me empujó sobre la nieve para eludir el hecho de que prácticamente estaba muriendo. Sin embargo, reprimí los instintos asesinos que empezaban a crecer dentro de mi desorganizada mente. Tuve que respirar hondo y contar hasta diez para sonreír falsamente. Me di cuenta que era buena en ello, pero ese no era el caso. Debía llevar a cabo mi propósito. Mi intención no era dejarle ir en absoluto. Es por eso, que al llegar a casa, le invité a almorzar, observando a mi alrededor, esperando que ni George ni Kyle llegaran de tomar su helado matutino (el que organizan al mediodía de lunes a viernes. Se propuso la idea cuando olvidé recoger al mocoso que dice que ser mi aliado a muerte de aquella peste. Así, no regresaría solo a casa). Cuando su trasero tocó la silla de la cocina, le sorprendí. Con una soga pegué su espalda a la base de madera y envolví su cuerpo con ella antes de atar un nudo con fuerza.
-¡Eres una maniática! ¡Mi mejor amiga es una maniática! -se quejó en voz alta.
-Y tú eres un idiota -volví a presionar su oreja con enfado.
-¡Duele! -sacudió sus músculos, pero lo único que logró fue caer al suelo- ¡Mierda! -adolorido, maldijo- ¡Juro que voy a matarte, Hunter! Casi me causas una hemorragia cerebral.
Frunció las cejas. Me pregunté que intentaba hacer cuando torció su boca en una mueca y arrugó su nariz, dejando que sus párpados se cierren más de la cuenta. Me quedé perpleja.
-¿Y mi arma mortal? -interrogó con voz seductora, si es que así se podía caracterizar una ridícula actuación.
-¿Quién eres? ¿Flynn Rider? Deja de exagerar y haz lo que te digo -le interrumpí.
-No voy a llamarlo. Siquiera tengo su número de teléfono -chistó.
Debía tratar. No podía simplemente ir a su casa y traerlo aquí. Ansel puede descifrar mis gestos y pensamientos con facilidad, o eso es lo que presiento últimamente. Si aparezco frente a su puerta, sabrá que algo malo está pasando. Y no me equivoco. ¿Cómo hacerlo? Derek está gritando como una niña desde hace más de diez minutos. Él puede oír todo, incluso desde su habitación, al igual que mis vecinos. A menos que reciba una llamada que le asegure su seguridad, no vendrá. Pero recibir esa llamada es mi responsabilidad. Tengo que lograr que todo salga a la perfección. La cuestión es: ¿Qué haré más tarde? Claro que conseguí atar a mi mejor amigo, no obstante, cuando Evans cruce mi territorio, no habrá vuelta atrás. Quizá comience a correr, o quien sabe. ¿Y si no puedo atraparlo?
No. Definitivamente haré que este par sufra. Incluso si amordazar a ambos es una opción, no dudaré.
La verdad que tanto se empeñan en ocultar tiene que salir a la luz.
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Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]
Novela JuvenilSky Hunter es una adolescente que no siempre ha tenido suerte en la vida, pero, ¿quien dice que los demás sí? Todos los adolescentes transitamos dolor, y ella atravesó grandes desgracias. Sin embargo hay una que, incluso siendo la peor de todas, sop...