Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]

1. Bomba apestosa

Todos nos hicimos la misma pregunta alguna vez; de eso no hay duda: ¿Que habría pasado si...?

¿Qué habría pasado si mi vida diese otro giro, cambiara los acontecimientos o mi futuro? ¿Todo hubiera sido diferente? Seguramente si. Quizá no. Entonces, ¿qué hubiese pasado si al nacer el doctor no cortaba el cordón umbilical que asfixiaba mi cuello? Habría sido mas fácil el no preocupar a nadie si creciera. ¿Y qué hubiese pasado si no ingresaba a la escuela? ¿Complicaría menos todo? Tal vez si no siguiera aquí mi autoestima aumentaría y no tendría que cometer errores tanto inevitables como irreparables. Pero, ¿si no escuchaba esa voz el día de mi cumpleaños? Cuando mi vida pareció empeorar. Hazlo, hazlo, hazlo; decía, y nadie lo supo. Si nunca hubiese aparecido, ¿seguiría mejor, peor o igual?

— ¡Vamos a llegar tarde! — la voz chillona de mi hermano logró que despierte de la laguna que se había formado en mi cabeza— ¡Me pondrán otra falta por tu culpa!

Sus delgados brazos se cruzan sobre su pecho mientras me mira, haciendo lo que se parece a un puchero con sus labios. Me ve de arriba a abajo y niega con la cabeza ante mi falta de atención. Deduje que estuvo llamándome antes de que me diera cuenta. Ahora me arrastra hacia el sofá y me sienta de forma brusca.

Frunciendo el ceño le observo levantar varios objetos del salón y, sin previo aviso, toma mis zapatillas y las arroja sobre mí. Tuve que moverme para que no me golpearan en la cara. Aturdida aún por aquella acción, las sostuve contra mi estómago. Después de ello me las puse. No quería empeorar la situación.

—Se supone que tú eres la mayor; no yo —resopla.

Ha cumplido sus once años, exactamente desde ayer, donde vinieron más de veinte amigos que jamas creí que tendría ante su falta de sociabilidad; o eso es lo que me dijo una vez: ''No soy agradable para nadie. Hasta las niñas se alejan cuando quiero hablarles''. Me reí ante su comentario, y no solo por la película cómica que estaba viendo en ese entonces, sino por las tonterías que dijo. Le di varios concejos y concluí que dieron resultados por la forma en que se divirtieron todos y aceptaron venir otro día a jugar en la habitación de Kyle.

Mi pequeño y gruñón, Kyle.

—Tienes razón —sonrío—. No sé qué me sucede hoy. —Me incorporo—. Ve por tus cosas mientras busco las llaves.

Otra vez muestra ese gesto que hace cuando está al borde de parecer molesto, pero al final sólo te interroga con los ojos, donde ejerce sus cejas hacia abajo, arruga su frente y nariz. Es gracioso al principio, pero cuando te acostumbras a ser despistada y ocurre los 365 días del año, lo tomas en serio.

—¿Qué? —parpadeo.

—Mira hacia abajo.

Hago lo que me dice.

Mis labios se esfuerzan por no separarse y formar un pequeño círculo cuando noto su mochila lista en la entrada. Avergonzada, y con las mejillas seguramente teñidas de rosa, sonrío tratando de aligerar su notable enfado con eso, pero no funciona. Rendida, exhalo quitando varios mechones de cabello de mi frente y busco las llaves para abrir la puerta después de tener mis pertenencias. A pasos grandes y ruidosos, Kyle sale primero y se mete al auto mientras papá nos espera en el asiento del conductor. Me siento en el copiloto y abrocho mi cinturón de seguridad al igual que los demás.

—¿Pensamientos de nuevo? —pregunta después de encender el motor. El poco tráfico aseguraba menos minutos de retraso a mi suerte.

—Sí —la comisura derecha de mi labio se eleva mostrando mi molestia.

—A este paso llegaremos tarde siempre, cielo.

—Y como tenga otra nota mala en mi cuaderno, iré solo. —Puedo ver a Kyle entornar los ojos desde el retrovisor siguiendo nuestra breve conversación, no obstante, imito su gesto con indiferencia— . No vendré con esta loca de nuevo aunque tenga que caminar miles de kilómetros —añade.