Ansel se mudó de Pensilvania a los diez años. Su padre había perdido su trabajo e inició nuevamente en nuestra ciudad, en la empresa Townshend como socio de papá, quien lo aceptó como a un hermano.
Mi madre y yo plantábamos hortalizas en nuestro jardín cuando el camión de mudanzas aparcó frente a nuestra casa. Dan y Gringer pisaban por primera vez nuestro vecindario, al igual que su hijo. Sin embargo, este último, no mostraba expresión alguna de felicidad. Más bien, sus cejas se unían en un gesto de desagrado y en sus labios se dejaba ver una línea sombría y recta. De su boca, salían palabras que no podía oír a cierta distancia, pero advertía su desacuerdo con aquel hogar en el cual se instalaba. Fue por eso que intenté darle una agradable bienvenida, cuando crucé la calle y me ofrecí como voluntaria para bajar unas cuantas cajas del vehículo, aunque mi plan no salió a lo acordado. Se notaba incómodo ante mi presencia y parecía rechazar cualquier invitación de mi parte. Incluso su padre se dio cuenta de ello, y me pidió que me fuera de una forma no tan discreta. Entonces, me alejé del niño con ropa adecuada, y volví a casa respetando su decisión. Quizá, no era su tipo. Quizá, no le agradaba en absoluto, y encontraría a alguien más con quien involucrarse. Decidí no volver a molestarle. Así, me alejé de su propiedad y me propuse saludarle como a cualquier vecino, mientras observaba sus nuevas relaciones. Yo sólo tenía a Derek. Con eso, era absolutamente feliz. ¿Quién sabe? Tal vez, con una persona bastaba para adaptarse. Tal vez, él necesitaba más. Pero no interferí otra vez. Ambos, compartimos un sendero, pero este, se dividía en dos, apesar de los constantes encuentros matutinos.
¿Cómo es posible? ¿Por qué...? ¿Desde cuando?
Adentrarse en la habitación con un doctor. Aparecer totalmente desesperado, con pequeñas gotas de sudor cayendo por su frente, los labios entreabiertos al respirar irregularmente y unas palabras tan desconcertantes como ridículas. ¿Con que razón? Jamás sostuvimos una conversación por más de cinco minutos, y ahora, de repente, quiere decir algo totalmente fuera de lugar como un "me niego". ¿A qué se refiere?
Es extraño.
-Ansel. No creo que sea un buen momento -George interrumpe abruptamente mis pensamientos.
-¿Alguien podría explicarme qué esta sucediendo? -cuestiono.
-No puedes transferirte de escuela.
-Ansel. ¿De qué estás hablando? -replico-. ¿Cómo lo sabes?
-¿Eso significa que te irás?
-¿Qué? ¡Claro que no! ¡No dejaría que eso pase! -respondo-. Además. ¿Quién te lo dijo? ¿Acaso escuchabas detrás de la puerta?
Me sorprendo cuando sus ojos índigos apartan su mirada de los míos. Su cabello desarreglado cubre su avergonzada expresión y sus pies se mueven inquietos en el suelo, pisándose uno con el otro. Sus manos juegan entre sí y aprieta sus labios dejando al descubierto lo que trataba de ocultar. Lo que quiere decir, que estoy en lo cierto. ¡Imposible!
¿Qué diablos...?
-Lamento la noticia, Sky, pero no hay otra opción -el Dr. Smith es quien toma la palabra ahora, alterándome-. Piensa esto como una rehabilitación.
-¡Me caí de las escaleras! ¡La operación fue un éxito! ¡¿Por qué una rehabilitación?! -todos guardan silencio. Eso, me hace enfadar- ¡Lo sabía! Ustedes ocultan algo y no quieren decírmelo. ¿Cómo pretenden que confíe en ustedes, si desde que mis ojos se abrieron, no he experimentado mas que mentiras?
Me cruzo de brazos y vuelvo a posicionar mi cabeza en la cómoda almohada mientras evito que la venda en mi cabello no se desprenda. Cierro mis párpados y vuelvo a sumirme en recuerdos que se ven incompletos en mi memoria. Mi mente funciona como un rompecabezas. Las piezas no encajan y chocan entre sí para buscar la forma correcta de acomodarse. Luce como un laberinto oscuro que no ofrece un final. Uno en el que se presentan obstáculos que no pretenden apartarse de mi camino. Algo anda mal. Quizá sea yo. Mis emociones. ¡Sí! ¡Tal vez, eso es! Hasta no poder ordenarlas... Pero. Hay algo más. Los demás actúan sospechosamente. No tienen intención de decirme lo que ocurre. Por qué no logro encajar en la realidad, ya que esta, parece muy diferente a la que conocí, o a la que puedo recordar. Y reitero. Algo no anda bien.
ESTÁS LEYENDO
Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]
Teen FictionSky Hunter es una adolescente que no siempre ha tenido suerte en la vida, pero, ¿quien dice que los demás sí? Todos los adolescentes transitamos dolor, y ella atravesó grandes desgracias. Sin embargo hay una que, incluso siendo la peor de todas, sop...