Mi nombre es Sky. Sky Hunter.
Newark, ''la ciudad de los ladrillos'', una de las más grandes de Nueva Jersey, ha sido mi hogar por siete largos años. No fue fácil abandonarlo. No estaba de acuerdo con comenzar una vida nueva, dejando a mis amigos y familiares atrás.
Teníamos una casa de madera, la cual estábamos a punto de re-modelar, una pequeña huerta en el patio trasero con claveles chinos, dalias, margaritas y otro tipo de flores y hortalizas. Saber que nada dio frutos y se marchitó, me deprime a estas alturas de mi adolescencia.
A los nueve, me mudé a Filadelfia en la época más fría del año. Cada noche, contaba los miles de kilómetros que me separaban de mi ciudad natal, en lo que era mala porque era horrible en matemáticas y, además, demasiado pequeña para cuestionarlo. Así que no tuve más remedio que adaptarme.pri
Actualmente disfruto de una de mis estaciones favoritas del año: la primavera. El clima es muy suave y me encanta usar suéteres, pero, y me entristece, es que este agradable momento termina a fines del mes de Junio, dándole paso a las mangas cortas, los pantalones escuetos, un calor insoportable y la humedad invadiendo las esquinas de mis paredes color carmesí claro.
Hablando de infierno, Bertrand Rumsfeld es mi escuela. Allí sólo tengo un amigo, y se llama Derek. Me sorprende que se haya fijado en mí cuando, en la primaria, había gente más interesante. Además, mi reputación no era para nada buena. Me calificaba como una sabelotodo, una inútil, y sólo invisible para los demás cuando me encontraba en aprietos con chicos de cuarto año. No siento que haya cambiado, no obstante, agradezco tenerlo a mi lado.
Kyle, mi hermano, con sus once recién cumplidos, también asiste a esta institución y a veces me da un poco de envidia el que sea más sociable. Papá lo elogiaba por eso, pero decía que debía tener cuidado con las amistades que elige, debido a los peligros que podría encontrarse en una persona.
George siempre fue terco. Tengo que aclararlo. Sus ideologías son imposibles de contradecir, por lo que nos callamos cuando nos habla y asentimos con la cabeza como si lo entendiéramos, pero tampoco vivimos bajo estas. También tenemos las nuestras. Mamá estaría riéndose si nos viera discutir con él debido a sus berrinches adultos. ¿Saben? Fue duro perderle también. A veces me pregunto que hubiese pasado si nos quedáramos en Newark. Lo lamento cada día cuando imagino su rostro. Sin embargo, he discutido mis pensamientos y lo más correcto es tratar de no rememorar aquella escena. Lo único que puedo hacer al respecto es mantener los recuerdos felices desde mis doce años hacia atrás, antes de que todo pasara.
Ahora me miro al espejo con mis prendas negras holgadas, y me pregunto cómo me veo después de tanto tiempo. Siempre me consideré alguien bonita. Mis amplios ojos negros, mi cabello castaño claro, largo y grueso, ondulado en las puntas, mis finos labios y mi gran sonrisa. Sé que no soy gorda, sino que algo rellena en la parte de mi estómago y muslos, pero lo debato en mi interior de todos modos. Y repito, sé que no me veo tan mal. Incluso otros lo mencionan de vez en cuando, pero, ¿por qué él no parece creerlo así? ¿Por qué no quiere verme?
Ansel.
Ansel es mi vecino de la casa de al lado. Se mudó de Pensilvania porque su padre perdió el trabajo y su madre no tuvo nada más que hacer que apoyarlo, consiguiéndole un nuevo empleo en la empresa ''Townshend'' que dirige papá. Así fue nombrada al ser el apellido de mamá, dos años después de que muriera. Desde entonces, son grandes amigos y cada dos semanas se organiza una cena entre ambas familias para celebrarlo. Están tan agradecidos con nosotros que a veces traen obsequios, pero parece que su hijo no lo comparte. Siempre anda con el semblante serio. Cabe añadir que no es debido a mi hermano o a George, sino a mí.
No puedo hablarle lo suficiente sin ser desechada directa o indirectamente con miradas o palabras. La única forma que tengo de acercarme es observándolo desde lejos. Con el tiempo me he aprendido sus horarios y gustos, aunque no entro en ninguna categoría vista. Es por eso que, aún mirando los rasgos de mi pálido rostro, me pregunto cómo es que me veo bien, pero no lo suficiente. ¿Hice algo mal? ¿Qué no traté de ser la primer persona en hablarle cuando se instaló en mi vecindario? ¿No lo ayudé? ¿Por qué encuentra la manera de dañarme, pero sigo completa y perdidamente enamorada? No puedo dejar de pensar en que, algún día, las cosas se darán como deseo, y Ansel por fin me querrá.
Pero esa voz...Ella...no me dejará tranquila. No mientras siga respirando.
Mi cabeza duele y es un infierno. Mi mente una pesadilla.
«Patética», se repite.
No sé hasta que punto podré soportarlo. Se supone que a los diecisiete no debería tratar con este tipo de trastorno. ¿Ustedes sí?
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Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]
Teen FictionSky Hunter es una adolescente que no siempre ha tenido suerte en la vida, pero, ¿quien dice que los demás sí? Todos los adolescentes transitamos dolor, y ella atravesó grandes desgracias. Sin embargo hay una que, incluso siendo la peor de todas, sop...