2. Promesas rotas

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<<Olvidaste algo, Sky>>. Así fue como comenzó.

Volví a escucharla cinco minutos después de regresar a casa. Corrí hasta poder encerrarme en mi habitación e intenté dejar de oírla, no obstante, su voz retorna en mi mente y mi corazón late con fuerza, aterrándose sobre lo que pueda llegar a escuchar. Y, es cuando el eco de su burlesca risa resuena una y otra vez en mi cabeza, que comprendo lo equivocada que estaba al irme de esa manera hoy.

<<El incidente de la bomba olorosa logró que evacuaran a las personas, Sky. Piensa: Todos en una fila, cada año, hasta el más pequeño>>, dijo, y mis ojos se llenan de lágrimas antes de que ella pudiera continuar. <<Fuiste detrás de Ansel como una niña estúpida ¿Y Kyle? ¿Tu hermano? ¿Acaso sabes si logró salir? ¿Si lo olvidaron, como lo hiciste tú por un capricho? ¿Si se ahogó en la peste, como tendrías que estar haciéndolo ahora en lugar de él?>>, finalizó. 

Creí que aquello no podría estar pasando, pero realmente había cometido un grave error. Pensé entonces: ¿Cómo una voz que solamente yo puedo oír, que no es una persona real y no mantiene una forma física, podría saberlo todo? Jamás estuve segura si se trataba de una conciencia negativa o positiva, o simplemente las dos en una sola. Jamás estuve segura de nada en verdad. No la conozco. No sé de dónde salió, o por qué llegó a mí. Si es una maldición que cayó del alguna parte, o yo misma la cree de forma inconsciente. Sé que es parte de una enfermedad. Sé que fue un diagnostico dado hace muchos años, pero sigo sin poder descifrarlo. ¿Por qué no se va? ¡Nadie más puede arrancarla de mi mente! Siquiera los medicamentos. ¡No debería irse si así lo deseo? Porque deseo que se largue y me deje en paz, incluso si de vez en cuando sus palabras me hacen ver lo deficiente que soy. Es decir que, si no fuera por ella esta tarde, no sabría lo que sucedió y causé por mi ignorancia.

<<No merece a una enferma como tú>>, demandó. Tuve escalofríos. Tenía razón.

—Kyle —susurro, asegurándome de no estar equivocada cuando digo su nombre.

Mis pies descalzos se detienen al borde de las escaleras, donde estas, de repente, se vuelven demasiado largas como para poder llegar al final. Tengo miedo de estirar la punta de mis dedos hacia adelante, debido a que podría caer en cualquier momento si no mantengo el equilibrio ya que corrí de regreso hasta llegar aquí.

Estoy aterrada de que mi hermano no vuelva a mirarme de nuevo en el momento exacto que aleja sus ojos café de los míos. Papá aún tiene su brazo alrededor de sus hombros. Él me observa con decepción y resentimiento. Y siento que voy a rodar hacia abajo cuando Kyle sube, haciendo ruido con sus zapatos de forma intencional, con el propósito de enseñar su enfado, y pasa de mí para encerrarse en su habitación.

—Yo... —ni siquiera puedo continuar después de esa palabra. ¿Qué excusa podría dar? Ninguna. No hay pretexto que pueda cubrir el fallo que acabo de cometer.

—Hablaremos más tarde, Sky —George no dice nada más y se dirige a su estudio de trabajo.

Noto, desde mi solitario lugar, cómo mi pequeño mundo, el que traté de cuidar y conservar firme, se derrumba en tan solo unos segundos debido a la grieta que sancioné sin verdaderas intenciones. Mi pequeño mundo, mi familia, mi vida. Todo eso, cayó en pedazos. No es como si no estuviera rota anteriormente, pero siempre he prolongado los lazos juntos. Siempre he tenido un ojo en ellos y protegí su vigor, pero estos se debilitaron, aunque no quería que terminara de esta manera. No otra vez, y mucho menos por mi inutilidad. 

Apenas puedo sentarme en el escalón principal cuando mis piernas comienzan a temblar. Me falta el aliento. Siento que he perdido la capacidad de mantenerme firme por tercera vez en el día. Ella, la voz que tengo encarnada dentro de mi mente, hace que todo lo que alguna vez me hizo sonreír, desaparezca. Exactamente podría definirme como el ser más miserable cuando la oigo. <<Patética>>, repite una y otra vez, y no acaba.

Trastornos: Mi extraordinario cielo [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora